Muy cerca de Buenos Aires, la colectividad italiana construyó un impresionante castillo con vitrales y frescos para que fuera sede de la entidad fundada en 1910
En 1909, Luis Amadeo Saboya, el entonces duque de Abruzzi, realizó una visita a la Argentina invitado por el presidente Roca. Entre los tantos eventos previstos para su agasajo estaba la realización de una regata en su honor en Tigre. En esa ocasión, el duque notó la ausencia de remeros de la colectividad italiana. En su discurso de agradecimiento, invitó a la comunidad a ser más activa y tener un club que los representara en Tigre.
A los pocos meses se fundó el Club Canottieri Italiani, que quedó constituido el 1 de enero de 1910. Para lograrlo, un grupo de jóvenes emprendedores reunió adhesiones y fondos, solicitados a través de la prensa italiana y entidades connacionales. Al cabo de tres meses de fundado, el club ya contaba con 780 socios.
Sin que hubiese transcurrido un año de su fundación, el 18 de diciembre de 1910 se habilitó la primera sede, a la que se conocía como chalet. Poco más de diez años más tarde, 1921, se adquirió la Quinta Vivanco, una importante casona que pasó a cumplir el rol de sede social y aún pertenece a la entidad, que la tiene concesionada a un restaurante.
La adaptación de la nueva sede fue llevada a cabo por una comisión edilicia presidida por Virginio Colombo y Giovanni Chiogna, quienes, pocos meses después se encargaron de evaluar los proyectos presentados para construir un edificio deportivo más ambicioso, que representara el alcance que había ganado el club. Se demolió el viejo galpón y se adjudicaron dos premios: el primero para el de lema “Fiorentia” de los arquitectos A. Becú y P. Moreno y el segundo para el proyecto presentado por el arquitecto Enrico Jesari, consocio del club.
Según el estudio del Arq. Luis Tosoni sobre la obra de Gaetano Moretti en Sudamérica, “tanto el nuevo edificio deportivo como la nueva rampa para las embarcaciones debían concluirse para el inicio de la temporada náutica 1925-1926”. Las obras avanzaban, pero algo perturbaba a la comisión directiva: el estilo del frente contemplado en el proyecto, no los convencía. Faltaba el espíritu marinero de la nación italiana. Para eso, y para completar la escalera principal de acceso, convocaron al arquitecto italiano Gaetano Moretti.
Autor del palacio Legislativo de Montevideo, la Antena Monumental de la Costanera Sur (Buenos Aires) y, ganador –junto a Luigi Brizzolara– del primer premio en el concurso para realizar un nuevo gran monumento en la Plaza de Mayo porteña, que nunca llegó a construirse, Moretti era tenido en alta estima por la colectividad italiana.
“Becú y Moreno habían propuesta una imagen más cercana a un palazzo florentino que poco tiene que ver con un edificio para actividades náuticas, de hecho la sigla elegida para la participación en el concurso fue “Fiorentia”, denominación romana antigua de la ciudad de Florencia. Moretti propone una solución “gótico veneciana” que “acuerda” con el carácter del edificio.
Un palacio único en Sudamérica
La decoración, tanto interior como exterior mantuvo esa línea. El edificio cuenta con dos frescos muy importantes, firmados por Enrico Albertazzi. Albertazzi fue recomendado por el mismo Moretti, y ya había trabajado en la decoración del Palacio Legislativo de Montevideo. Uno es la glorificación alegórica de los viajes y descubrimientos de Américo Vespucio, obra basada en el grabado de Giovanni Stradano del 1520. El otro representa a San Jorge contra el dragón.
Los vitrales son de Casanova, una casa reconocida de la época. Los más importantes representan al puerto de Venecia visto de lo alto de la Catedral de San Marcos, y a Ostia, el gran puerto de Roma.
En la gran torre del frente, la imagen de la loba romana quedó marcada para siempre. Debajo la sigla SPQR (Senatus Populus Que Romanus) ratifica su origen. Y sobre una de las puertas, la indicación del año 1928, en que se concluyeron las obras, junto al 1910 de la inauguración da cuenta del crecimiento explosivo que tuvo la entidad. En el primer piso, los vestuarios tenían gabinetes para dar cabida a 700 socios y las habitaciones de la segunda planta contemplaban capacidad para 60 personas.
Fue la última obra de Moretti en el continente. Falleció en Milán en 1938.
Actualmente el club mantiene su prestigio y liderazgo en materia de deportes náuticos (remo y canotaje). Cuenta con una amplia y variada flota de botes, tanto de madera, de plástico y fibra para el remo de competición, de travesía y de paseo. Esta abierto a toda persona que desee conocer el río, el delta y estos deportes, sin experiencia previa.