En Huacalera, Jujuy, este refugio íntimo y deliciosamente rústico tiene solo 5 habitaciones y es un oasis de calma.
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“Buen pan, buen vino y buena brasa es signo de buena casa”. El cartel en la pared de la entrada predispone a disfrutar de todo eso: comida rica, calor de hogar. Y no defrauda, porque en esta posada los viajeros se sienten cómodos como en esos recuerdos dulces de infancia, alrededor de una mesa.
Alicia Palacio es la anfitriona que abre las puertas del descanso, para que quien llegue pueda simplemente contemplar el silencio o buscar el reposo necesario y preparar la próxima aventura en cercanías.
Una casa que recibe gente
Campo Morado queda en Huacalera, a siete cuadras del corazón de este pueblo ubicado a 17 km al norte de Tilcara y a 100 km de San Salvador de Jujuy.
Es una posada deliciosamente rústica con solo 5 habitaciones. No existe la contaminación visual: ningún cartel anuncia que uno dio con el establecimiento, que de todas formas es fácilmente identificable por su construcción en piedra y adobe.
“Esto es una casa que recibe gente, no un negocio”, se planta Alicia con convicción y una gran sonrisa. Por eso atiende solo 11 meses al año: cada diciembre cierra las puertas porque llegan sus cinco hijos desde el exterior y desde otras provincias argentinas en las que residen. Y entonces se llena del bullicio de los propios.
Dos de sus hijos viven en Salta, uno en CABA, otro en Pehuajó y la quinta, en Madrid. Viajan para pasar las fiestas de fin de año todos juntos y ocupan un cuarto cada uno, con sus respectivas familias.
Alicia dice que el día en que compró la casa, convocó a los duendes del azar. “Hice un sorteo para adjudicar una habitación a cada uno de los chicos”, cuenta entre risas. Decoró cada cuarto con cinco elementos (cinco muñequitas coyas, cinco llamitas, cinco sillitas) como para tener a sus hijos siempre presentes, en todas las habitaciones.
Sus huéspedes se deshacen en elogios en las redes sociales con respecto a su hospitalidad pero, sobre todo, a sus dotes culinarias. Los desayunos y las cenas, refieren, son deslumbrantes: “deliciosos, variados, muy abundantes, sanos”. Es una suerte, ya que en 10 km a la redonda no hay donde comer. Siempre y cuando reserven, Alicia les prepara la comida a sus huéspedes con gran alegría.
Sin embargo, también hay espacio para probar la creatividad ante los fuegos, ya que la posada cuenta con un quincho con parrilla y horno de barro.
Color y antigüedades
“Buscaba mi lugar en el mundo y andando caminos llegué a Huacalera. Vi el pueblo y me enamoré de sus callecitas, del río y de su gente. El destino me tocó y como al descuido llevó mis pasos hasta Campo Morado”, hace memoria la anfitriona.
Alicia sigue recordando: “Al conocer la casa supe que era aquí donde quería y debía estar. Vendí mi casa de Metán, en Salta, y me instalé en el nuevo hogar, que pretendo que sea un sitio cálido y familiar, abierto a viajeros deseosos de pasar unos días tranquilos, rodeados de hermosa naturaleza y donde los visitantes se sientan mejor que en su casa”.
El color y la buena energía se perciben antes de entrar a la posada, ya desde el jardín lleno de flores en el que se destacan los enormes rosales. Una vez en el interior, el arcoiris se traslada al patio, donde decenas y decenas de macetas albergan suculentas, cactus en flor, malvones rojos y blancos.
Allí, sobre las antiguas baldosas color terracota, las mesitas y las sillas de hierro invitan a disfrutar de un desayuno, una merienda o una linda charla en ese oasis de calma.
El interior de la casa es digno de ser recorrido palmo a palmo. Con colores tierra como base y toques de tonos andinos en ropa de cama y manteles, está amueblado con enseres antiguos y delicados. Una máquina de coser Singer, de las portátiles que venían como en una valijita, se destaca en el hall de acceso. La vajilla vintage, preciosa, se luce en cada comida. En las paredes, el menaje de cocina de bronce refulge en forma de ollas, fuentes de todos los tamaños, cazuelas, salseras, pavas y utensilios hasta formar una composición bella.
Campo Morado tiene habitaciones triples, dobles y simples, todas con baño en suite y terracitas privadas donde descansar, rodeados de plantas de lavanda. Como rasgo distintivo, hay un cuarto en el que las reposeras están ubicadas bajo una parra con Malbec.
Desde la posada pueden reservarse encuentros con artesanas tejedoras y paseos guiados para visitar el obelisco-monolito que marca el Trópico de Capricornio, o alejarse 10 km hasta contemplar el cerro conocido como La pollera de la coya, por su cima amesetada y sus faldas coloridas.
Más info
Acceso por Ruta Nacional 9, km 1789, Huacalera, Jujuy.
C: (03876) 156 68931
posada@campomorado.com.ar
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