Allí donde Darwin estableció su campamento en 1833 Federico y Facundo Kuriger ofrecen alojamiento y expediciones, a pie, en 4x4 o a caballo. Un paraje increíble en un lugar recóndito y secreto de Santa Cruz.
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La ría Deseado es considerada una de las formaciones geológicas más raras y bellas de América. Una verdadera singularidad hecha paisaje que, además, es tan rica en fauna que fue declarada Reserva Natural Intangible.
El río homónimo abandonó su cauce natural para darle paso al mar y, durante las mareas, ingresa profundo tierra adentro, unos 50 kilómetros. Y en cada ciclo inunda con agua salada el serpenteante canal enmarcado por cañadones de piedra de apariencia marciana.
Campamento Darwin Eco Lodge es una propuesta nueva, situada en lo profundo de este salvaje paraje santacruceño. Es llevada adelante por la segunda generación de la familia Kuriger. Los anfitriones y propietarios del emprendimiento, Federico y Facundo, son hijos de Juan Kuriger, quien junto a Silvia Braun comandó durante años la tradicional hostería en el casco de la estancia Monte León, hasta que pasó a ser parte del Parque Nacional de ese nombre.
Pese al fallecimiento de Juan, en 2019, los hermanos Kuriger decidieron seguir adelante con el proyecto. Ambos llevan el ADN de la hospitalidad en la sangre. Se criaron en estos paisajes y desde chicos percibieron como normal convivir entre huéspedes y con los quehaceres y la trastienda de una hostería de lujo. Además, en la faena, los acompaña Daniel Fueyo, incondicional amigo y pionero, propietario de la agencia Puerto Penacho de Puerto Deseado, que, entre otras actividades imperdibles, realiza las excursiones en lancha por la ría y la navegación a PN Isla Pingüino.
Campamento Darwin fue instalado dentro del viejo casco de la estancia Cerro del Paso, de más de 100 años, que mantiene su estilo original y fue reconstruido, equipado y decorado con parte del mobiliario de la hostería Monte León. El edificio principal, de una planta, cuenta con cuatro habitaciones con baño privado, un cálido estar con biblioteca y un comedor grande junto a la cocina, lugar de encuentro de los huéspedes.
Alejado del casco, un antiguo carromato de madera remodelado se ofrece como quinta habitación con baño privado y deck, ideal para parejas. Durante esta última temporada, se reformó el galpón de esquila, que funcionaba como depósito, y se lo convirtió en una suerte de quincho campero que se utilizará como estar y comedor para aquellas personas que visiten la estancia y hagan las actividades por el día.
Cañadones y cuevas
A principios del año 2000, mientras Juan buscaba tierras en Santa Cruz con potencial para la conservación, a pedido del empresario ecologista Douglas Tompkins, descubrió Cerro del Paso, la estancia donde hoy funciona Campamento Darwin. El nombre obedece a que los colonos se abrían paso por allí. El cerro en sí es una estribación en la estepa, redondeada por el viento, que se consagra como la altura máxima de la región y desde donde es posible observar la localidad de Puerto Deseado en un día claro. Un camino interno de la estancia pasa justo por la cima donde fue montada una antena repetidora de internet para una compañía minera.
A cambio de este servicio, la minera le baja internet de alta velocidad al casco de la estancia, lo que representa una bendición para la logística del emprendimiento, pero en especial para Facundo, que pasa meses aislado sin ver a sus hijos. “Ahora puedo hablar y verme todo el tiempo con mi hija mayor, que está en Buenos Aires, o con el más chico, que vive con su madre en Ushuaia, y puedo hacerlo constantemente: sólo necesito estar a menos de 100 metros de la casa y la magia sucede”, comenta asombrado.
Junto a la antena repetidora se erige una mínima construcción de ladrillo y chapa con una puerta y una ventanita. Podría pensarse que es “la casa de la antena”, pero no, su historia se remonta a medidos de la década del 80, cuando la antena aún no existía. Don Chichito, el anterior propietario de la estancia, decidió construir este solitario refugio de 4 m2 con el único y fundamental objetivo de poder ver los partidos de Argentina en el Mundial de México 86. De hecho, aún hoy, en el interior de la choza persisten un derruido sillón, un banquito, la mesita donde iba el televisor y una estufa a querosene.
La estancia posee más de 20 km de costa sobre la ría Deseado, un auténtico tesoro de riqueza de varios tipos: histórica, natural y arqueológica. De punta a punta, pueden explorarse laberínticos cañadones flanqueados por torres de piedra que invitan a escabullirse. Una especie de metrópolis de piedra constituida por cavernas con pinturas rupestres. En las cercanías de la ría, hay dos cuevas que ya fueron catalogadas en su totalidad y que poseen pinturas e impresiones de manos de entre 5.000 y 7.000 años de antigüedad. Introducirse en esas cavernas oscuras, a gachas y en silencio, lo conecta a uno con la incertidumbre, la inquietud que deben haber tenido aquellos habitantes primitivos.
Piedra de Darwin
El plato fuerte de la estancia es de corte histórico. El mismísimo Charles Darwin, en 1833, desembarcó junto al comandante Fitz Roy y la tripulación del Beagle en las costas de Puerto Deseado y se adentró, con un pequeño bote a vela, en la ría para llegar hasta el sitio que hoy lleva su nombre: “Piedra de Darwin”. Cuenta la leyenda que los expedicionarios decidieron montar un campamento en la costa, justo frente a la piedra que se yergue solitaria en medio de la ría. El dibujante de la expedición, Conrad Martens, realizó un croquis del lugar del asentamiento, en el que puede verse con claridad la piedra como telón de fondo. Ese preciso lugar se encuentra dentro de los límites de la estancia y está ubicado a tan sólo 5 km del casco, hecho que motivó el nombre del emprendimiento: “Campamento Darwin”.
Cuenta el relato que la noche del arribo, mientras la tripulación del Beagle cenaba, Darwin preguntó a los presentes; “Los gauchos me contaron que en la Patagonia hay otro tipo de avestruz, uno más pequeño. ¿Vieron ustedes alguno?”. Uno de los oficiales le respondió: “¡Claro! Es lo que estamos comiendo”. Inmediatamente, el joven naturalista se puso de pie y empezó a sacarles a todos los huesos del plato. Mientras el resto del grupo lo miraba atónito, fue a la basura y recuperó la cabeza del animal y la mayoría de sus plumas grandes. “¡Eureka!”, gritó con satisfacción.
Y así, en víspera de Navidad, frente a la piedra que lleva hoy su nombre, ocurrió el descubrimiento del choique, cuyo primer nombre científico fue Rhea darwinii en honor a su descubridor. Anecdotario aparte, lo cierto es que el paisaje de la ría y la enorme roca, que aflora como un único colmillo, paga por sí solo todo el viaje. Basta caminar 100 metros por el limo seco que conforma el suelo de la ría para llegar hasta la base de la piedra. Tiene unos 20 metros de altura y se yergue, como un altar, justo en la orilla del canal donde cada seis horas el agua de mar moja su base.
El Paso Marsicano
Este sitio supo ser el baluarte estratégico de la estancia y, hasta la construcción del puente sobre la RP 47, en la década del 40, fue utilizado por los productores de toda la región al sur de la ría para llevar su lana por agua hasta Puerto Deseado.
Se encuentra 4 km aguas arriba de Piedra de Darwin, dentro de los límites de la propiedad. Los atados de lana llegaban apilados en carretas hasta la orilla y en este punto aguardaban la crecida del mar. Con ella, llegaba desde Puerto Deseado una pequeña embarcación a vapor llamada La España. Una vez completa su carga, regresaba a puerto, donde el producto se enviaba a Buenos Aires o a Europa.
Desde finales del siglo XIX, y hasta 1940, funcionó en este paso un boliche de ramos generales, así, sin más nombre. Se trataba de un pequeño edificio de piedra y chapa, con techo a dos aguas, que oficiaba de pulpería, despensa y hasta alojamiento para los viajeros, ya que a veces se juntaban varias carretas, y perderse un ciclo de crecida implicaba, irremediablemente, esperar más de 12 horas la siguiente.
Para continuar con la estirpe de personajes ilustres que circularon por estas tierras, resulta ser que el “boliche” perteneció, al menos hasta 1914 –fecha en que lo adquirió Domingo Marsicano–, a José Font, gaucho entrerriano que se asentó como contratista rural en esta región de Santa Cruz a finales del siglo XIX y que pasó a formar parte de la historia argentina como Facón Grande, el líder gaucho que murió fusilado por el coronel Varela en la estación de tren de Jaramillo, tal como relata Osvaldo Bayer en La Patagonia Rebelde.
El “boliche” dista unos 5 km del casco histórico y a Facundo le encanta recorrerlos a caballo, así que esta es una de esas actividades obligadas en Campamento Darwin. Los caballos son supermansos y se dejan llevar. Al tranco se avanza a lo largo de un cañadón que viborea hacia el norte y que se vuelve cada vez más profundo. El paisaje tiene algo de western patagónico. Es difícil no transportarse mentalmente al siglo pasado y fantasear, al menos por un rato, con la idea de ser parte de un convoy que lleva lana hacia la ría.
En el final del recorrido, los acantilados de piedra son impactantes y un eco resuena bajo los cascos de los caballos. El cañadón se abre abruptamente y en el centro, a sus pies, se divisa un manchón de sauces y un techo de chapa. Allí está el boliche. Aparece, finalmente, de cara a la ría. Junto a él, aún en pie, queda la estructura de las dos habitaciones que usaban quienes se quedaban a pasar la noche. Puertas y ventanas están tapiadas con chapas, para evitar que el clima termine de destruir el edificio. Dentro, aún persisten los pisos de madera y el empapelado con diarios de la época. Los Kuriger tienen el proyecto de rehabilitar este lugar para la próxima temporada y de usarlo como parada para almorzar y hacer meriendas durante algunas de las cabalgatas, ya que es posible unir este punto con Piedra de Darwin, a caballo o a pie, por la orilla de la ría.
El sueño de Juan está cumplido. Encontró un espacio con potencial de sobra. Ya lo dijo Darwin: “No creo haber visto jamás un lugar más alejado del mundo que esta grieta rocosa en medio de la inmensa llanura”.
Campamento Darwin. Al pie del Cerro del Paso a 110 km de Puerto Deseado, sobre la margen sur de la ría Deseado. T: (+54 9 11) 4526-2333. Programa de 3 noches, desde u$s 960 por persona en base doble con pensión completa (incluye un día de navegación a isla Pingüino y actividades dentro de la estancia). La propiedad abre de octubre a abril.
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