Natalia “Taté” Moretti y su pareja dejaron atrás la comodidad de sus vidas en Buenos Aires para emprender en el corazón de la Patagonia. La historia de Gina, el gin a base de flores que ganó tres premios en Londres y Nueva York.
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Hay cambios imposibles de anticipar. Un día, en medio de la vorágine del mundo corporativo, Natalia “Taté” Moretti y su pareja, Hernán López Sosa, tuvieron la misma sensación de hartazgo y tomaron una decisión casi intempestiva que cambiaría el rumbo de sus vidas. Con dos hijos pequeños y, en pleno desarrollo profesional, sintieron que algo les faltaba, que había algo más allá de los logros laborales y las metas alcanzadas. Fue así como, en un abrir y cerrar de ojos, decidieron regresar a sus raíces en Neuquén.
Fue en 2013 cuando Natalia y Hernán, quienes se conocían desde la secundaria, se instalaron nuevamente en la provincia patagónica. Comenzaron prácticamente de cero, con escasos recursos, pero con una convicción inquebrantable: tenían muy en claro que deseaban criar a sus hijos en un entorno más natural, lejos del ajetreo y la falta de tiempo que experimentaron en la capital.
“Buenos Aires tiene esa cosa de que te levantás, te vas temprano y volvés a la noche. Y al otro día, lo mismo”, dice Taté. “Queríamos que crecieran como crecimos nosotros, eso era lo que añorábamos: para nosotros la vida en un departamento no era vida”, agrega.
Recomenzar
Al principio, tuvieron que “volver a empezar”. Todavía faltaban algunos años para que se instalara el trabajo a distancia, así que apostaron a que las empresas que los empleaban les autorizaran un traslado. La primera en conseguirlo fue Taté, quien pudo reubicarse en el Banco Hipotecario.
Sin embargo, no se conformaron con simplemente trasladar la rutina de Buenos Aires. Querían hacer algo que realmente los apasionara, algo que les permitiera disfrutar de su tiempo juntos y que desafiara sus habilidades y conocimientos.
En 2017, la idea comenzó a tomar forma. Inspirados por las microdestilerías y destilerías boutique que estaban surgiendo en otros rincones del mundo, decidieron aventurarse en la creación de una destilería propia. Aunque en ese momento el mercado de destilados en Argentina no estaba tan desarrollado, ellos vieron un nicho sin explorar en la región, donde abundaban las cervecerías, sidrerías y bodegas. “Queríamos hacer algo de producción y nos pusimos a investigar qué estaba pasando afuera, desde Japón hasta Europa y Estados Unidos, y vimos que había un auge de microdestilerías... así que dijimos: esto va a llegar acá”, cuenta.
Primer paso, la destilería
Entonces decidieron montar una pequeña destilería en Cipolletti y comenzaron a experimentar con la destilación. Su primer producto fue un vodka llamado Noctua, pero pronto se dieron cuenta de que el mercado del gin ofrecía mayores oportunidades. Aunque era un terreno desconocido para ellos, se sumergieron en investigaciones exhaustivas sobre destilación y sabores, explorando alternativas en busca de inspiración. Taté, con su dedicación y pasión por aprender, se convirtió en una verdadera experta autodidacta en la destilación de bebidas blancas.
El vodka, aunque finalmente dejó de producirse, les sirvió como punto de partida y aprendizaje en el dominio del alcohol, una habilidad esencial en la destilación. “Es lo más importante”, apunta Taté. “Muchos se desviven por buscar una combinación de botánicos, pero la verdad es que lo que está mal es el alcohol, descuidan el elemento principal”, dice. Esta lección les dio una ventaja competitiva y les permitió establecerse en el mercado del gin, justo antes del boom.
Con el tiempo, la destilería creció y se trasladaron a Neuquén, donde establecieron la primera y única destilería de la provincia, bautizada como Patagonian Distillery. Pasaron de destilar 200 litros al mes a destilar alrededor de mil litros diarios, incluso prestando servicios a terceros. Hernán pudo dejar trabajo y se dedicó por completo a la destilería, supervisando cada paso del proceso.
La llegada del gin y los premios
En 2019, lanzaron su producto estrella, Gina, un gin con un toque distintivo. El nombre fue inspirado por su hija, nacida en Neuquén en 2015, y refleja la esencia y el contenido emocional que Taté quería transmitir. Consciente de que la industria de destilados estaba dominada en su mayoría por hombres, se propuso crear un producto que tuviera un toque femenino, optando por la incorporación de flores en la mezcla de botánicos. Esta elección los diferenció en el mercado y les permitió establecer un perfil bien definido.
En el Mundial de Gin de Londres, Gina fue galardonado en la categoría Best Signature Botanical, una distinción para gins de autor que cumplen con características específicas descritas en su etiqueta. Este reconocimiento fue un logro significativo y validó el camino que Taté y Hernán habían emprendido. Posteriormente, obtuvieron una medalla de plata en Nueva York y una de bronce en Londres, consolidando aún más su posición en la industria de los destilados.
“Fue una experiencia muy enriquecedora”, dice Taté. “Esto se inició con un producto que se diferenciara; una vez que lo logramos, teníamos que salir a competir para saber en dónde estás parado”, explica. Y agrega: “Para eso, las competencias internacionales sirven muchísimo porque el producto se somete a un tribunal bastante objetivo: siempre podés darle a probar a tu entorno, pero en un punto esa crítica no sirve”.
El éxito de Gina inspiró a Taté a dar un paso más allá. Fascinada por el proceso de destilación y perfumería, decidió lanzar Gina Eau de Toilette, un perfume inspirado en las notas aromáticas del gin. Colaborando con una casa perfumista francesa en Buenos Aires, diseñó un producto único que fusiona su pasión por los destilados y la fragancia. “Viste que cuando agarrás una botella de gin, lo primero que hacés es olerla... bueno, la idea surgió de ahí”, dice entre risas.
Hoy en día, los productos de Gina se distribuyen en todo el país a través de su página web, con envíos gratuitos a todo el país. Además, cuentan con distribuidores en las principales ciudades de la Argentina, llevando su gin premiado y otros destilados a un público cada vez más amplio.
Taté se detiene un momento sobre aquella decisión hace diez años tomaron junto a Hernán. Recuerda la reacción de todos amigos y colegas cuando les contaban sobre la idea de volver a Neuquén para rearmar sus vidas. “A todos les parecía una locura, no podían entenderlo”, cuenta. Eran conscientes de la renuncia a ciertas seguridades que conllevaba esa decisión. No había garantías, pero sí un impulso avasallador.
La transición incluyó el desafío de Taté a los estereotipos de género de la industria de las bebidas blancas. Y juntos lograron hacerse un lugar, reinventarse y convertirse en una verdadera inspiración para otros emprendedores. Un éxito que siempre puede tomar formas inesperadas, aún en los rincones de la Patagonia.
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