Se viene la “onda tranqui” como contramovida en el tradicional balneario uruguayo.
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Las dificultades propias del Covid-19 y el cambio de moneda que no favorece a los argentinos, parecen promover un verano para público de alto poder adquisitivo, y menos jóvenes y adolescentes. En ese marco, la aparición de propuestas que fusionan el universo de café y los libros puede resultar menos sorprendente que a primera vista. Aunque uno podría pensar rápido que licuados, cerveza, tragos y música fuerte son el rumbo ideal para un negocio de temporada, Punta del Este está apostando a espacios luminosos donde uno puede pasar horas en una mesa contra la ventana, tomando café de especialidad y hojeando una novela o tomando notas. Es la propuesta –o “contrapropuesta”, mejor dicho– para aquellos que escapan a los paradores tradicionales. Refugios silenciosos con libros, que no son solo best sellers, y una atractiva agenda cultural.
Calmer
Inspirado en el slow-living, Calmer Café & Bookstore es uno de ellos. Máquinas de fotos de película, un ajedrez de madera, libros por todas partes, un tocadisco y un deck soleado con mesitas para pasar la tarde leyendo. Fiel a su nombre, este pequeño café-librería, ubicado sobre Ruta 10 y la calle Los Silencios en La Barra, transmite esa paz de los lugares cerca del agua.
Sus dueños, Emiliano Morales y Carolina Berriel, son una joven pareja de montevideanos, que volvieron a Uruguay en 2019 después de un viaje a Australia, con la idea de crear un espacio cerca de la playa que reflejara su filosofía de vida, y combinara el barismo, el arte y el diseño. Basta con sentarse en una mesa, conversar con ellos u hojear sus títulos de cabecera para entender que lo lograron. Las obras que los guiaron son “Mindfulness and Surfing” de Sam Bleakley, un viejo libro tapa dura que Emiliano trajo de Australia y deja sobre la barra para tentar a los visitantes para entender el espíritu del lugar y “The Art of Simple: Recipes and Ideas for a Calmer Way of Life”, de Eleanor Ozich, de donde tomaron el nombre.
Además de la librería, Calmer comparte espacio con su tienda hermana Badook Store, un interesante proyecto de Carolina y su madre, que ofrece piezas únicas de lino traídas del sur de Italia para todo tipo de cuerpos, con texturas delicadas, diseños minimalistas. Más que un local de ropa, es una tienda de lifestyle.
En invierno, fue el set de filmación de un ciclo de entrevistas a músicos de Uruguay y Argentina instalados en la zona llamado “Dejá que te cuente”. En temporada, Calmer está abierto todos los días, de 10 a 19. Son imperdibles sus delicias dulces como los scons y budines, el Chai Latte con leche de almendras y el clásico cappuccino servido en una pieza de cerámica con un roll de canela. Para el mediodía, una de las novedades son los suculentos sándwiches con pan focaccia de masa madre y mortadela casera de productores locales. Ideal para llevarlos a la playa. Se estilan los shows de música y poesía, los talleres de lectura y escritura, y las jams de jazz.
Rizoma
Si se sigue por Ruta 10, camino a José Ignacio, se llega Rizoma: una librería, cafe, galería de cerámica y hotel boutique, inagurada en plena pandemia, a fines de diciembre de 2020. Su nombre está inspirado en un concepto filosófico desarrollado por Gilles Deleuze y Félix Guattari en su obra teórica Capitalismo y Esquizofrenia, que postula: “¡Hagamos Rizoma y no raíz, no plantemos nunca! ¡No sembremos, honremos! ¡No seamos uno ni múltiples, seamos multiplicidades!” Ese brotar en múltiples ramas, en diferentes e inesperadas direcciones describe el espíritu de este exótico espacio de encuentro.
Inmerso en el bosque de La Juanita, sobre la calle Los Lobos entre República Argentina y José Ignacio, a 700 metros de la playa, Rizoma es el sueño hecho realidad de una familia argentina instalada ya hace 20 años en Uruguay. Su ecléctico edificio fue diseñado por el arquitecto argentino Diego Montero y encarna en su estructura la idea bótanica de una raíz que se abre en diferentes direcciones.
De afuera, un enorme cubo rojizo shockea la mirada y despierta la curiosidad. Al ingresar, el primer espacio es la imponente librería, con una extensa curaduría de libros de más de 15.000 títulos que incluyen narrativa, poesía, ensayo, arte y libros infantiles y juveniles. Estanterías circulares, sin etiquetas de géneros literarios, para que el visitante se sumerja entre los ellos a leer contratapas y hojear lo que llame su atención.
De ahí, por un pequeño pasillo, se llega al café, con ventanales al jardín, la huerta y una gran estufa a leña que da la sensación del living de una casa. Hacia la izquierda, se abre la galería donde expone sus piezas y escultura de cerámica la artista plástica argentina Marcela Jacob. Y hacia la derecha, está el hotel boutique, con capacidad limitada a cuatro habitaciones y cuyo mobiliario fue elaborado con la madera de los contados árboles que hubo que cortar para despejar el terreno.
La propuesta gastronómica de Rizoma ofrece desayunos, almuerzos y meriendas, y se caracteriza por frescura y simpleza. Se destacan sus huevos benedictinos, los clásicos waffles, la tostada con palta, todo acompañado de su variedad de cafés de especialidad. Para el verano, proponen picadas para degustar al regreso de la playa, y algunos días a la semana, cenas con reserva previa. También hay presentaciones de libros, ciclos de charlas y tertulias filosóficas.
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