Abierto por Gerardo Cea en 1993, cumplió 30 años en North Beach y lo visitan desde Madonna a Michael Jordan.
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Tres décadas atrás, entre Bal Harbour y South Beach no había nada relevante. Al menos, comercialmente hablando. Si bien ambos extremos estaban en crecimiento y se veía su potencial, en el medio, en lo que podría ser conocido como North Beach, nada se destacaba. Pero el argentino Gerardo Cea tuvo un pálpito.
Sin demasiada capacidad de inversión pero con la certeza de que Miami estaba en pleno crecimiento, comenzó a buscar locales que no trabajaran demasiado y necesitaran un recambio o directamente estuvieran cerrados. Y se cruzó con uno que parecía estar esperándolo. Lo descubrió el día que lo despidieron de su trabajo como camarero. “Como estaba triste, llamé a un primo y le pregunté si quería ir al cine, porque necesitaba distraerme. En el trayecto, estacioné mi auto y caminé media cuadra. Y a los pocos pasos me encontré con un local que decía ‘para alquilar’. Pensé que era el lugar que necesitaba para que se me terminaran los problemas”, relata. Ese local estaba en el 414 de la calle 71, y al poco tiempo abrió sus puertas bajo el nombre Café Prima Pasta. Hoy, 30 años después, es uno de los restaurantes más exitosos, concurridos y queridos de Miami, y cuenta entre sus habitués a figuras como Lionel Messi y Michael Jordan.
Entre la mafia
Desde la elegancia de los manteles blancos, los sillones rojos, la luz tenue y las fotos en blanco y negro, cuesta imaginarse el camino de esfuerzo que llevó hasta aquí. Pero la historia de Gerardo (Gerry para los amigos) y la gastronomía empieza unos años antes de la creación de Prima Pasta, y no estuvo exenta de sacrificios.
Era apenas un adolescente cuando voló desde Buenos Aires a Miami con la intención de viajar a Disney con su abuela y sus primos. Pero la misma noche que llegó lo subieron a un avión (“como si fuera un paquete de UPS”) y lo enviaron a Nueva York. Había llamado un tío indicando que tenía un trabajo muy importante para él: al día siguiente, tenía puesta la chaqueta amarilla y comenzaba a trabajar en Tonino’s, uno de los restaurantes más famosos de la familia Gambino, parte de la mafia italiana que dominaba la escena neoyorquina en aquellos años.
Bajo un documento falso en el que le pusieron el apellido de su madre, Barletta, comenzó a aprender de cero el trabajo de camarero. Y parece que era bueno, y sobre todo discreto, porque continuó trabajando en otros restaurantes que frecuentaba el clan, incluidos algunos clubes privados. “Viví cosas dignas de la película Buenos muchachos”, apunta hoy. Mientras durante el día podía atender famosos como Yoko Ono, Cindy Lauper o John Travolta, de noche los restaurantes se cerraban y llegaba Paul Castellano (el sucesor de Carlo Gambino) con todos sus aliados a comer y debatir. El piano de fondo, tal cual la película, siempre acompañaba. Pero la mayor impronta que se llevó no fue lo qué se tejía por debajo de la mesa en aquellas comidas, sino el amor por la cocina italiana.
Los primeros años
Al tiempo, los padres de Gerry decidieron irse a vivir a Estados Unidos también. Viendo que su hijo menor no volvía, y que los mayores ya estaban casados y muy abocados a sus familias, vendieron su departamento y se mudaron con sus ahorros. Los primeros tiempos, instalados en Nueva York, el padre trabajó en restaurantes argentinos. Pero cuando las cosas empezaron a andar mal y perdieron ese dinero inicial con el que habían viajado, Gerry comenzó a pensar en un negocio propio.
Se instalaron en Miami y él tomó otro puesto como camarero. Pero no se quedó solo con eso: le pidió al dueño si le podía dejar libres los lunes, martes y miércoles, y en esos días viajaba a Argentina a vender valijas llenas de ropa de Victoria’s Secret entre conocidos y amigos de amigos. Con eso lograba juntar más dinero y empezar a ahorrar. Pero las ausencias no fueron gratuitas, y al poco tiempo el propietario del restaurante le dijo que si se iba, no volviera más. Fue entonces cuando llegó a su casa al borde del llanto y, en lugar de sentarse a llorar solo, llamó a su primo y le propuso esa memorable salida al cine.
En 1993, Café Prima Pasta abría sus puertas. Empezaron con 14 mesas con 28 sillas y servilletas de papel, y con una ambientación inspirada en el restaurante neoyorquino Minetta Tavern, de luces bajas y mucha madera. También replicaron la idea de llenar el lugar con fotos en blanco y negro de distintos personajes que fueron cortadas de un libro. Lenny Kravitz, Madonna, Iggy Pop y Geraldine Chaplin eran algunas de esas figuras iniciales, que con el paso del tiempo llegaron a verse en vivo y sorprenderse de ser parte del decorado. “Cuando abrimos no existían los teléfonos y tampoco teníamos una cámara de fotos, así que los primeros años cuando venía alguna celebridad que deseaba tener su foto en la pared le pedíamos que la enviara por correo, pero autografiada”, recuerda Gerry.
La impronta de la cocina italiana estaba grabada a fuego desde aquellas primeras experiencias en Nueva York, pero, además, los Cea soñaban con hacer aquello que les gustaba. “Una buena pasta, una buena salsa. Y dentro de eso, trabajar con la esencia argentina. Sentimos que con esto no podíamos errar, en un momento en el que veníamos errando mucho”, ilustra. En el menú se empezaron a lucir platos como el carpaccio de manzo, unos linguini negros con mariscos y salsa de crema a base de langosta (lo más pedido desde el día que abrieron a hoy), las milanesas a la parmigiana. Y la mezcla entre esfuerzo, talento en la cocina y servicio ágil y cálido dio sus frutos.
La consagración
Café Prima Pasta desplegó una buena estrella desde la primera semana. Literalmente: Gerry le tomó la orden a una chica con pelo recogido comiendo una ensalada, y si no se lo hubiera dicho un empleado, no se hubiera dado cuenta de que era Madonna. A las dos semanas aparecieron UB40, los Bee Gees, Cindy Crawford. Llegaban los famosos, y también los locales. Y aunque Gerry jamás se desvivió por ese tipo de prensa, sin duda impulsó el crecimiento. “Nunca nos movió el piso el nombre y apellido que tengan. Todos pagan, y cuando tengo ganas de invitar, lo hago”, puntualiza, agregando que está cansado de recibir mensajes de influecers que quieren ir a comer gratis. “Invito más a los que no tienen seguidores pero sé que les gusta nuestra comida…”.
Hoy Lionel Messi y su familia son amigos de la casa (concurren hace 13 años), así como Diego Torres (con quien Gerry también comparte la pasión por la música y el año pasado recibieron un Emmy por un tema hecho juntos), Shakira, Michael Jordan y Bizarrap, entre otros. De esos 28 cubiertos iniciales pasaron a 150, y estructuran turnos de una forma que pueden sentar entre 400 y 500 personas por noche. De hecho, en 2023 lograron un récord en comensales y facturación. Uno de los grandes secretos del éxito sigue siendo la presencia casi permanente de Gerry, que recibe a cada uno como quien abre las puertas de su casa.
Tanto, que empieza a soñar con entregar el cetro. “A veces se me cruza por la cabeza encontrar el equipo perfecto que pueda comprar Prima Pasta y replicarlo en diferentes lugares”, confiesa. Es que después de 30 años de éxito y desarrollo, siente que no puede pedirle más. “Ya hizo todos nuestros sueños realidad”.
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