Data de 1958 y queda en Pântano do Sul, en la isla de Santa Catarina, al sur de Brasil.
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Llueve a cántaros en la isla de Florianópolis cuando llegamos al Bar do Arante, en Pântano do Sul. Día complicado para los cientos de miles de papelitos que cuelgan de las paredes, techos y marcos de las puertas de este restaurante de playa que es hito ineludible de la isla de Santa Catarina. Y que queda el litoral de este estado del sur de Brasil que tanto atrae a los argentinos, además de a europeos, norteamericanos e incluso asiáticos, según consta en los escritos. Porque en este bar, la tradición es dejar un mensaje escrito para gloria de este punto de encuentro que en 1958 fundaron Arante José Monteiro, fallecido en 2012, y su esposa Osmarina.
Para manejar el restaurante y recibir a los comensales están Arante (hijo) con Magru, su esposa, e Amarildo Monteiro, su hermano, junto a Eunice, su mujer. Entre los cuatro, se intercalan las jornadas laborales para estar disponibles todos los días. “Mi padre era pescador y fundó este bar después de casarse con mi mamá. Pântano do Sul quedaba lejos de todo. No había teléfono ni nada. En los años 70 muchos universitarios de Porto Alegre venían hasta acá para acampar”, cuenta Arante hijo mientras trae a la mesa una porción de rabas por demás generosa. Afable y entretenido con nuestra visita, recuerda una de las entrevistas que le hizo LUGARES, en 2008, plasmada en un recorte de revista enmarcado y colgado en la pared.
“Los papelitos aparecieron para avisarles a los amigos o a los enamorados dónde se encontraban. ‘Estamos en tal playa’ o ‘nos fuimos para tal lado’”, comenta Arante cuando un mozo convida un shot de Cachaça do Arante. Entonces el dueño del restaurante dice que es la bebida de la casa, que es la única que –“al día de hoy”– se hace en la isla. Y que sirvió para ablandar la mano poética de los visitantes que perpetúan la tradición de escribir y pegar papelitos en las paredes.
Entre ostras gratinadas, pasteis y bolinhos de siri (cangrejo), la charla con Arante versa alrededor de lo lejano del origen de muchos de los visitantes que llegan hasta el bar. Dice que lo sorprenden los irlandeses y australianos, por ejemplo. Mientras caminamos por el lugar y nos detenemos a leer cartelitos y encontramos algunos de Múnich, otros de La Boca, varios de Río de Janeiro, Barcelona o Londres y hasta de Filipinas.
Más arrugados y hongueados algunos papelitos que otros, hay de hace cinco años, alguno de hace seis y la mayoría de los últimos meses. Entonces Arante me cuenta la política de conservación que aplican. Dice que solo se tiran a la basura los que se humedecieron (que por el clima y lo rústico de la construcción en madera son muchos). Los que se caen, en cambio, se guardan. “Mi padre llegó a tener más papelitos que dinero”, ríe mientras los turistas siguen llegando al bar y, entre cachaza y cachaza, cumplen con la ceremonia de pedir papel, birome y cinta adhesiva para anotar un nombre, un lugar de origen, una fecha o un deseo que contribuirá a la magia de este bar de los papelitos.
Datos útiles
Bar do Arante. Rústico pero muy simpático, cumple con creces con lo que uno busca cuando pide una porción de mariscos: que sea grande y fresca. Se destacan los bolinhos de sirí y el pastel de camarão con queso. Lo manejan los hijos de los dueños fundadores con sus esposas. Por eso abren todos los días del año, desde las 11.30 hasta las 16. Abelardo Otacilio Gomes, 254, Pântano do Sul. T: +55 (48) 3237-7022. IG: @restaurante.arante
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Revista Lugares 343. Noviembre 2024.