Desembarcó en la city porteña el restó nacido en Nueva York que replica el estilo bon vivant del sur de Francia, con alta cocina y un fin de fiesta a puro desparpajo.
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Apenas abre la noche, se trata de un bistró francés de mesas vestidas con manteles blancos, sillas Thonet y tenue iluminación estilo Art déco. Se accede a este exclusivo espacio por un salón lateral del Hipódromo de Palermo, previa reserva y con un dresscode elegante sport implícito. Únicamente los cuadros de arte pop y originales esculturas de animales curadas por Alfredo Segatori, la aparición de un DJ entre los comensales y el aire fashion de los mozos –que parecen salidos de un casting– le dan un ligero toque disruptivo.
En lo que pinta como una velada tranquila, el menú no defrauda: las especialidades del chef ejecutivo Julián del Pino incluyen tiradito de pesca, gírgolas grilladas, ceviche de langostinos salteados y una pizza crocante de espinacas –se encuentra en todas las sedes del mundo del restaurante– con provolone ahumado, mozzarella fior di latte, espinaca, aceite de oliva y ajo. Entre los principales, sobresale el filet mignon con salsa criolla, el risotto de maíz con zucchinis y queso brie (o queso de castañas, en su versión vegana) y el matambre de cerdo con ensalada de mango y papaya. A la hora del dulce, se ofrecen postres clásicos reversionados, como el cheesecake de queso de cabra y mermelada de higos; el Don Pedro Mizunara, que combina helado de crema americana, garrapiñada de nueces y un scotch blend criado en barricas de roble japonés; y el bizcocho húmedo de naranja con cremoso de chocolate, sopa de yogur y chocolate blanco.
Todo se acompaña de cócteles de autor servidos en una delicada cristalería que se despachan desde una vistosa barra de mármol rodeada de espejos. El head bartender Aaron D Montijo propone creaciones elaboradas con espirituosas de primera línea, jugos naturales y licores artesanales, además de una selecta carta de vinos de aquí y allá.
La segunda parte de la noche sucede alrededor de las 23.30 y el lugar entra en su etapa de metamorfosis. Es cuando empieza la verdadera “experiencia Bagatelle”. Las luces bajan, la música sube de repente y los camareros, disfrazados de Elvis Presley, Gatúbela o los personajes de la Casa de Papel, y provistos de bengalas, salen de la cocina con botellas de champagne francés que corre generosamente entre las mesas. Subidos a caballito unos de otros, sirviendo shots, revoleando servilletas y salpicando espumosos, son los primeros en romper la etiqueta. Los clientes se pliegan sin dudarlo, y la fiesta es total.
El dancing, ya en los pasillos o directamente sobre las silla, pasa del lounge, al deep, afro y organic house, para terminar “bien arriba” con remixes clásicos y hits actuales.
La clientela es variopinta: despedidas de solteros, grupos de amigos o compañeros de trabajo, citas originales, o simplemente gente que quiere pasarla bien.
El concepto Bagatelle
La sede Buenos Aires de este restaurante internacional replica el espíritu bon vivant de sus predecesores, creados por los franceses Rémi Laba y Aymeric Clemente, que buscaban fusionar el espíritu bon vivant del sur de su país con un clima alegre y festivo, pero sin descuidar la alta cocina.
La idea inicial surgió en Nueva York, donde instalaron la primera sucursal de Bagatelle y fue tal el éxito que desembarcó luego en otras exclusivas ciudades del mundo, como Miami, Londres, Los Cabos, Saint Tropez, St Barths, Tulum, Río de Janeiro, Sao Paulo, Punta del Este y Dubái.
Avenida del Libertador 4101, Hipódromo Argentino de Palermo.
Jueves a sábados de 20.30 h a 2.
Reservas: +54 11 5365 7013
Whatsapp: +54 9 11 3245 8551
Sevenrooms: https://www.sevenrooms.com/reservations/bagatellebuenosaires
IG: @bagatellebuenosaires
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