En el oeste de la actual Turquía, en el siglo IV a.C., se fundó el más prestigioso santuario curativo de su tiempo: Asclepion de Pérgamo. La leyenda cuenta que Cleopatra fue una de las pacientes y aquí se formó y atendió Galeno.
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Asclepion de Pérgamo, uno de los más importantes sitios arqueológicos de la actual Turquía (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2014), fue el hospital fundado a los pies de la Acrópolis de esa ciudad cuatro siglos antes de la era cristiana por el poeta y personaje noble Arquias. Fue en homenaje y gratitud a la atención médica que había recibido en el célebre nosocomio del mismo nombre en Epidauro (Grecia) a raíz de un accidente de caza.
Emplazado al noroeste de Asia Menor (actual Turquía), a unos 30 km del mar Egeo y frente a la isla de Lesbos, fue el centro de salud más influyente de su época por sus servicios y se lo admira en el presente por tres motivos fundamentales: se dedicada a cuidar la salud para evitar tener padecimientos, fue una de las primeras instituciones en atender gente con problemas mentales y en sus instalaciones se formó y trabajó el aún famoso doctor Galeno.
Ciertamente, la relevancia del lugar no está dada por las muestras de la arquitectura original cuando se levantaron los templos helénicos de mayor envergadura, sino por la historia medicinal trascendente y multidisciplinaria que atesoran estas ruinas rodeadas de espacios verdes que alguna vez fueron territorio de plantas terapéuticas con hojas tiernas para tratamientos herbarios que se aplicaban con gran sabiduría.
Aunque quizás no tanto como el poder que le asignó la mitología a Asclepio –Esculapio para los romanos–, que era capaz de devolverle la vida a los muertos. Una habilidad fantástica que no vio con buenos ojos el padre de los dioses (y de los hombres, digamos): Zeus. Por esto, le lanzó un rayo mortal. Así, Asclepio subió a los cielos y se transformó en ¡dios de la medicina! Y, como portaba un bastón (bakteria) con una serpiente sagrada enrollada, esta imagen se convirtió en el símbolo de esta profesión y su estudio hasta nuestros días.
En tal sentido, resulta jugoso contar que los nombres de dos de sus hijas también llegaron al presente y hasta constan en el juramento hipocrático de quienes se gradúan. Una fue Higieia, diosa de la limpieza y la sanidad y de quien deriva el término higiene; mientras que la otra fue Panacea (derivado de pan, todo, y akos, remedio), literalmente, medicamento capaz de curar diversas dolencias.
Los terapeutas de Asclepion también prescribían baños balsámicos, prácticas sanadoras con lodo y con aguas sagradas, masajes con aceites o ungüentos de hierbas, gimnasia y hasta tenía un anfiteatro para disfrutar teatro o música como sortilegios para alcanzar beneficios saludables. Así como desarrollaron también una temprana farmacología y los sacerdotes –¡atención freudianos!– incluían la interpretación de los sueños con los pacientes con alteraciones psíquicas. Todo, en medio de una infraestructura sanitaria que perduró.
Asimismo, los mejores médicos daban clases a los aspirantes al doctorado. El nivel de excelencia logró su apogeo en el siglo II d.C., es decir durante la época romana, por esto los principales restos de edificios datan de la reconstrucción de Adriano, que condujo el imperio entre 117 y 138. Como es de imaginar, fue una etapa del pasado rociada de leyendas, incluso algunas versiones sostienen que aquí cuidaron su inmunidad figuras memorables como la poderosa egipcia Cleopatra (69 a.C. - 31 a.C., la reina del Nilo de la escandalosa relación amorosa con el general romano Marco Antonio), y los emperadores romanos Marco Aurelio y Adriano.
Dado clave: entre los estudiantes estuvo Galeno (129 – 216 d.C.), que nació en Pérgamo cuando era un polo de ciencia y cultura, un imán para los filósofos y artistas del Mediterráneo. El muchacho empezó a estudiar a los 16 años, se recibió de médico y ejerció en estos consultorios, además de investigar en anatomía, fisiología, farmacología, neurología, patología y filosofía.
Posteriormente se perfeccionó en otras ciudades y siguió su brillante carrera en Roma donde curó durante muchos años a los gladiadores e incluso fue médico de la corte de varios emperadores. Sus trabajos fueron lectura imprescindible para los estudiantes durante siglos y se le adjudica la teoría de que el cerebro controla los músculos por medio de los sistemas nerviosos central y periférico, entre otros avances.
Las formidables riquezas de Pérgamo
Por supuesto, como la formación académica era sustancial, se instruían y capacitaban apelando a una portentosa bibliografía. En Pérgamo, cuyas ruinas rodean a la actual ciudad de Bergama, existió una de las más grandes bibliotecas de la antigüedad –fundada por el rey Eumenes II– la cual albergaba más de 200.000 volúmenes y rivalizaba con la legendaria Biblioteca de Alejandría.
Por otra parte, la comarca mantiene su notoriedad en el presente por ser entonces la mayor productora de pergaminos, imprescindibles para escribir los manuscritos literarios, científicos y religiosos. Fueron el soporte de textos que podían tener como destino libros o rollos (una larga lámina que se envolvía). No inventaron el pergamino, pero se quedaron con la marca, digamos.
Otra maravilla poco conocida es el inclinadísimo teatro griego (unos 50º). casi colgado de la ladera de una colina, considerado el más inclinado del mundo y el de mayor capacidad en esos tiempos, ya que colmadas sus gradas contenía a 10.000 espectadores. Son 80 empinados escalones de 74 cm de ancho que desafían la pendiente y la ley de gravedad. Ideal subir los 37 m de altura y contemplar desde arriba el escenario y el paisaje. Bajar da vértigo.
Inaugurado en el siglo III a.C. y luego modificado en la época romana. Es la joya de la Acrópolis ubicada en un promontorio en la parte alta del odeón (al norte de Bergama) y a donde se puede arribar en auto o con un funicular.
Pero, sin dudas, el monumento helenístico más destacado de este espacio arqueológico fue el Altar de Zeus con un dramático friso de altorrelieve que muestra la confrontación entre los dioses del Olimpo y los titanes. Paradójicamente, no es posible admirarlo en su sitio original –uno de los tantos casos de “transgresión” geográfica e histórica– ni tampoco en donde fue trasladado.
Recién en el siglo XIX los ojos ávidos de Occidente descubrieron esta obra excelsa y los arqueólogos germanos la compraron al Imperio Otomano por un precio exiguo. Es desde 1907 la máxima atracción del Museo del Pérgamo, emplazado en la Isla de los Museos de Berlín; sin embargo, el recinto se haya en reformas desde octubre del año pasado y reabriría en 2027, al menos el sector del Altar de Zeus.
En Asclepion sorprende el túnel que conducía a los cuartos para dormir, los cuales tenían una gran importancia en razón de que las curas de sueño apelando a la sugestión suscitaban visiones nocturnas en las que aparecía el dios y los sanaba o les revelaba cuál era el remedio que necesitaban.
También hay vestigios de la Vía Tecta, de 1 km, que fue la vía de ingreso al santuario, y de diversos templos, como el de Trajano que permite intuir sus dimensiones por la altura de las columnas de mármol.
El santuario y la legendaria ciudad son dos sitios magníficos que sorprenden y pueden conocerse bien en una sola jornada partiendo de Izmir (Esmirna), que se encuentra unos 100 km al sur, y llegando a Bergama para acceder a un tour incluyendo espacio para una comida, para lo cual hay una oferta amplia, incluso en los mismos yacimientos.
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