Hasta hace muy poco sólo se conocían dos fotos del arquitecto Virginio Colombo, cultor del Art Nouveau en Buenos Aires. El artista Eduardo Sanz dio fortuitamente con un baúl lleno de fotos de él y el joven venezolano Jeremi Salvatierra está poniéndolo en valor.
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Pocas historias del patrimonio porteño tienen caminos tan azarosos y un final tan feliz.
La ciudad de Buenos Aires tiene gran cantidad de edificios firmados, cuyos autores han dejado, además, fotos profesionales, planos y hasta libros con sus obras. Pero hay otros de los que apenas consta el nombre en el frente, sin más datos para indagar en su historia.
Virginio Colombo, el gran arquitecto del Art Nouveau porteño, tiene unas 40 fachadas confirmadas en pie, pero se sabía poco de él. Al parecer actuó solamente en Buenos Aires, y, hasta ahora, sólo había dos fotos de su rostro: una muy oscura aparecida en la revista de arquitectura Summa en 1983, en un homenaje redactado por el arquitecto cordobés Luis Pereyra. La foto lo mostraba grave y adusto, con las sombras ominosas de las viejas publicaciones en blanco y negro, casi de mimeógrafo. La otra es una imagen de muy joven, obtenida del Anuario de la Societá Unione Operai Italiani, institución que lo contrató en 1913 para reedificar su salón de usos múltiples de la calle Sarmiento 1374 a casa de renta, escuela y oficinas.
Otros investigadores habían versado sobre Colombo. El editor Máximo Moser, contemporáneo al milanés, fue el primero en publicar sus obras en las láminas de Arquitectura Bonaerense, c.1920. El recordado Federico Ortiz registró en 1968 su nombre en uno de los primeros índices de profesionales La Arquitectura del Liberalismo en la Argentina. El investigador, catedrático y docente platense Fernando Aliata confeccionó el primer listado de direcciones en 1997. El artista plástico Daniel Salaverría reprodujo una serie de fachadas en acuarelas, mientras que la arquitecta Dora Terrizano publicó interiores de la casa Carú en el libro Reencuentro con la Arquitectura del siglo XX en 2006 y la escritora Emilce Rotondo describió las casas de las calles Felipe Vallese y Cayetano Rodríguez (Flores fue el origen de su vasta obra residencial).
Ya en la era digital, aparecieron dos sitios consagrados a relevar y fotografiar su obra. Así fue como, más allá de los libros de arquiectura, explotó la popularidad de Colombo. Surgieron los blogs como el que yo le dedico a Colombo, aparecido en 2007. Como investigador amateur del patrimonio urbano, me tocó defender en la Legislatura Porteña el proyecto de la diputada porteña Teresa de Anchorena para catalogar toda la obra sobreviviente del italiano y descubrí cuatro obras sin localización.
A mi blog se sumó el de Ana de Cesare y Magarita Paoli, que desde 2013 publican datos documentales como su partida de defunción y obituario. Luego entró en escena la historiadora de arte Bianca Hambusch, de Dresden, quien tomó la obra del milanés para su tesis doctoral en la Universidad de Heidelberg y rastreó sus huellas en Brera y Buenos Aires. Bianca llegó a contactar a su familia publicando la lista de obras ya con los apellidos de sus comitentes. En 2021, Nicolás Fratarelli, con el auspicio de la SCA, recopiló la información de todas las fuentes anteriores e hizo un libro, con el aporte documental de avisos de los anuarios de la Cámara de Calzado, grandes clientes de Colombo. Imágenes inéditas de la Casa Carú-Costa habían aparecido en el libro Alfa Romeo Argentina de Cristian Bertschi y Estanislao Iacona, una edición de lujo que versa sobre el primer importador de autos de esa marca en nuestro país, Eduardo Carú, cuya demolida villa de estilo Liberty Milanés fue proyectada por Virginio Colombo en la esquina de Avenida Rivadavia y Nicolás Repetto de Caballito.
Pero todos estos grandes esfuerzos solo se enfocaban en sus proyectos inconclusos, fotos antiguas o actuales de sus fachadas e interiores, pero sin fotos personales o familiares. No aparecían por ningún lado. Colombo no tenía historia de vida entre su origen y su final.
Colombo, el arquitecto del pueblo
Virginio es un arquitecto cuyas fachadas son tan representativas del norte de Italia que despierta un fanatismo inusitado entre sus seguidores, un fenómeno extraño, solo comparable al magnetismo de los cementerios Recoleta y Chacarita, los mitos del Palacio Barolo, los túneles de la Manzana de las Luces o la obra bonaerense y monumentalmente art decó de Francisco Salamone. Algunas caminatas de una cuenta patrimonial son exclusivas visitando fachadas de este arquitecto y son las más numerosas en público.
Es que Colombo también tiene aristas que abonan el misterio: murió el mismo día que nació, un 22 de julio, en su cumpleaños 43 (en 1927). Para la prensa, su obituario reza, “tras una larga y penosa enfermedad”, pero su partida de defunción habla de una bala en la cabeza.
Su título de arquitecto no está, no aparece en los archivos de L´Accademia di Arti di Brera, en Milán, donde supuestamente estudió. La historiadora germana Hambusch, no halló su analítico. ¿Habrá sido Colombo un alumno irregular, asistente al atelier del arquitecto Giuseppe Sommaruga, indiscutido padre del estilo Liberty, el Art Nouveau al uso lombardo?
Se repite que vino al país para la decoración exterior del Palacio de Justicia proyectado por Norbert Maillart, pero Salvatierra revisó 1600 planos de la mole frente a la Plaza Lavalle sin encontrar la mínima mención sobre Colombo.
Muchas casas con su reconocible estilo aparecen firmadas por sus constructores habituales, pero no por él, ¿estaban en ejecución cuando dejó este mundo y ante su desaparición, no estamparon su firma?
Fue enterrado en la bóveda de Chacarita de un amigo, ¿por qué no aparece en el sitio de genealogía de la familia Giovanola? Si están profusamente documentadas todas las ramas del árbol genealógico de esta tradicional familia de escultores italo-platenses, ¿por qué falta el esposo de Raquel Giovanola, aquella que le dio nombre a su primera casa, Villa Raquel, en Flores? Un clan típicamente italiano, extraños en una tierra extraña… ¿dejaría afuera a un connacional? Es, por lo menos, extraño.
¿Por qué un profesional que proyectó al menos 40 obras, cambiaba de estudio permanentemente y murió en una casa de renta de Moreno 2091 cuya autoría le pertenecía a su colega y coterráneo Beiamino Pedrotti? ¿No tenía casa propia?
Para completar el cuadro arquitectos como Colombo, el mencionado Pedrotti, Gerónimo Agostini, Alfred Massüe, Julián García Núñez o Guillermo Álvarez fueron los representantes del Art Nouveau que nunca ingresaron al stablishment de los llamados arquitectos patrones, que adscribían al estilo Academicista galo o belga y, como mucho, al neorrenacimiento italiano. El Art Nouveau era muy despreciado; se usaba, por lo general, en panaderías, en casas de inmigrantes. La clase alta nunca apelaba al Liberty milanés o Liberty floreal. Por eso, con sorna, se los consideraba a Colombo y su grupo como reposteros de la arquitectura.
El hallazgo y un cuarto de siglo en un desván
Presentado el misterio, un día aparece en Instagram en la cuenta @al_fotografo_desconocido, un retrato del arquitecto Virginio Colombo totalmente inédito, fina y ricamente ataviado, con una calidad inusitada, ergo, se armó un inmediato revuelo en la pequeña comunidad de instragramers del patrimonio arquitectónico porteño. ¿De dónde habían salido estas fotos si no provenían de ninguno de los investigadores conocidos de la “obra Colombeana”?
El autor de la cuenta es Jeremi Salvatierra, un inmigrante venezolano, con una tecnicatura en turismo y varios cursos de fotografía, conservación y restauración de materiales gráficos, que tiene un puesto de venta de sus fotos en la Feria de San Telmo (ese es uno de sus trabajos, el otro es encargado de una panadería en Parque Chacabuco).
¿Pero cómo un fotógrafo de Venezuela prometía en sus redes mostrar un fondo documental de miles de fotos de Virginio Colombo, si en 100 años una decena de investigadores habían conseguido sólo dos de mala calidad?
Aquí entra en escena Eduardo Sanz, un artista plástico que da con este tesoro de una manera fortuita: como sabían que usaba materiales reciclados para sus obras e intervenía muebles, en 1998 un vecino lo convoca a vaciar un departamento que iba a venderse. Allí, entre numerosos trastos de un altillo, aparece el baúl y dentro, las fotos personales del arquitecto Virginio Colombo, cuya existencia Eduardo ignoraba por completo.
Preguntó dos veces a los que le habían encargado vaciar la casa, si deseaban conservar su contenido y dos veces la orden fue terminante, “llevate todo”.
Sanz realiza obras muy particulares, le apasionan los alfabetos antiguos, los jeroglíficos, los ideogramas, al punto de crear una serie de humanoides gigantes sobre estelas que reproducen un código de ideogramas que él mismo creó.
En realidad, a Sanz le interesaba el baúl, que intervino con una técnica llamada fractal, que crea imágenes quemando la madera con choques eléctricos de una soldadora.
Pero claramente, su sensibilidad artística, sin haberse cruzado nunca una fachada firmada por el protagonista de las fotos que estaban dentro del baúl, le indicó que esas casi 1500 imágenes eran importantes, por lo que las conservó.
A partir de la pandemia de COVID 19, Eduardo comprendió claramente que ese tesoro languidecía en su casa cercana al Barrio Caferatta y tras googlear a Colombo, intentó contactarse con algunas cuentas de instagram e instituciones dedicadas al patrimonio, pero no recibió respuesta, hasta que se encontró con Jeremi, calle Defensa mediante, de puesto a puesto en la Feria de San Telmo, donde uno vendía sus fotos enmarcadas y el otro sus “Viajeros del tiempo” que enloquecen a varios clientes foráneos, especialmente a los mexicanos.
En un principio, Salvatierra tampoco sabía mucho de Colombo, ya que no es nativo de Buenos Aires y su proyecto en las redes se limitaba a reconocer a los fotógrafos de antaño que no firmaba sus impresiones, como sí lo hacían los grandes estudios de la época. Su labor en IG es una suerte de remedo del tributo que le hacen las naciones “al soldado desconocido”, publicando en su cuenta imágenes sin datos de los retratados y retratadores. Es como una botella tirada al mar digital, por eso consideró beneficioso asociarse conmigo, a través del blog www.virginiocolombo.blogspot.com en donde tengo relevados dos veces en 15 años todas las casas de Colombo confirmadas y unas 15 sospechosas de haber salido también de su tablero.
Así, este tesoro ha cambiado todo lo que se sabía de Colombo. En el baúl hay una colección entera de fotos de la Casa Lagomarsino, con sus ricos interiores, lugar donde funciona desde 1986 la Casa de la Provincia de San Luis en Buenos Aires, que se ofreció gentilmente a través de su directora Laura Cuffini, para la primera muestra del denominado Fondo Documental Virginio Colombo, organizada por Jeremi, junto a Paola Dubois, secretaria de Cultura de la casa puntana, en la entrada del antiguo garaje de los Lagomarsino, reconocidos sombrereros hasta hoy.
Salvatierra ha digitalizado unas mil postales que Colombo recibió, muchas de ellas de los comitentes de sus obras, los Grimoldi, los Borzone, los Uboldi. Tres álbumes de fotos de viajes de notable factura, imágenes de Río de Janeiro con el brillo de la plata en la composición de papel, o tomadas por Colombo o adquiridas por él, fotos de su niñez en Italia, de sus padres, de su familia, de sus pinturas sobre tela, Colombo en un auto sin techo con dos ignotos amigos.
Aparte de la Casa Lagomarsino de Azcuénaga 1083-7, hay fotos inéditas de la Farmacia Podestá, en Estados Unidos y Santiago del Estero, de la casa del zapatero español Leandro Anda en la Avenida Entre Ríos 1087, hay postales donde el zapatero le habla de los motivos de las pinturas que decorarían el living de su domicilio y de una bóveda en Recoleta, dato totalmente inédito, hay croquis, dibujos de luminarias, y unas 350 imágenes más, de autor desconocido. El acervo acumulado en ese baúl demuestra Colombo era un artista integral.
Hay una tela impresa con su retrato, arrancada de su marco hace décadas, con el óxido de los clavos en todo su contorno, con una técnica a determinar, Salvatierra ya la llevó a peritar y espera el resultado. Está pasando los textos de cada postal, armando un rompecabezas que ya tiene una muestra itinerante de 30 fotos.
El primer paso de un trabajo monumental de traducción, catalogación y restauración. Jeremi, quizá por ser extranjero, está reuniendo a los investigadores precedentes, desde Alemania a Buenos Aires, la idea una gran muestra para los 100 años de su deceso –en 2027– es la meta a corto plazo, el Museo Colombo, al largo, sueño de más de 40 años del arquitecto Pereyra.
El arquitecto más misterioso Buenos Aires ya tiene quien lo devele. El baúl no se cierra nunca más.
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