Un día como hoy nació el gran modernista que cambió la arquitectura de su época. Lo recordamos con una de sus primeras obras, El Capricho.
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Hoy se cumplen 169 años del nacimiento de Antoni Gaudí, el padre del modernismo catalán, un arquitecto de mente prodigiosa cuyo legado aún hoy logra sorprendernos.
El Capricho es una de sus primeras obras. Esta residencia de verano construida sobre el mar Cantábrico, en el norte de España, señala el inicio de una vasta trayectoria que nos dejó una herencia de maravillosos edificios, bellamente decorados y de un estilo inconfundible que se pueden ver principalmente es España.
Capricho de arquitecto
El Capricho (1883- 1885) es una de las contadas obras de Antoni Gaudí construidas fuera de Cataluña. A poco de graduarse como arquitecto recibió el encargo de Máximo Díaz de Quijano, un poderoso de la época, que le encomendó diseñar su casa de verano en Comillas, Cantabria. El hombre era pariente de Eusebi Güell, de ahí la relación.
El Capricho es una obra modernista que se inscribe dentro del periodo orientalista del arquitecto. En el diseño hay evocaciones del arte de India, Persia y Japón, pero también se reconocen influencias del arte islámico español (mudéjar y nazarí), así como rasgos tomados del gótico.
La casa está emplazada en un terreno con pendiente que desciende hacia el mar. Fue pensada con forma alargada y tres niveles comunicados por dos escaleras caracol. Además, cuenta con una preciosa torre cilíndrica completamente revestida en cerámica al modo de los alminares persas.
Diseño, música y luz
La luz y la música son dos conceptos centrales en este proyecto. Gaudí trabajó el aprovechamiento lumínico copiando a los girasoles, así ubicó cada estancia orientada hacia la luz que resultaba más provechosa.
En la planta baja la fachada exhibe una serie de franjas horizontales realizadas con sillares (piedra labrada) de tonos ocre y amarillo. En el resto, los muros de ladrillo se alternan con franjas verdes decoradas con flores amarillas de girasol. Las barandas de los balcones, de hierro forjado, se convierten en un asiento en el área central y en la parte superior simulan una pérgola. La entrada principal se imaginó con un magnífico pórtico con columnas que llevan capiteles decorados con pájaros y hojas de palma.
En cuanto a la música y como respuesta a la pasión de Quijano, que era músico aficionado, Gaudí instaló numerosos vitrales con motivos alusivos. Además, las ventanas con cierre en guillotina tenían un mecanismo tal que al usarlos sonaba una nota musical.
Con el tiempo Villa Quijano comenzó a llamarse El Capricho, quizá por las múltiples fantasías que plasmó el arquitecto o quizá en alusión a la forma musical que lleva ese nombre –capricho– una composición de carácter libre, vivaz y enérgica que se enlaza muy bien con el espíritu de la construcción.
Un tranvía y el fin
Un día como hoy, pero de 1852, en Reus o en Rjudoms, nació Antoni Gaudí. Su vida concluyó de modo trágico casi 74 años más tarde arrollado por un tranvía en el centro de Barcelona.
En los últimos años había puesto un énfasis casi sobrenatural en su trabajo: “Mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni clientes, ni fortuna, ni nada. Así puedo entregarme totalmente al Templo”, afirmaba por entonces. El templo era la Sagrada Familia (Barcelona), la obra de toda su vida.
Después de sortear la crisis económica de post guerra, perder a su gran benefactor Eusebi Güell y a varios de sus colaboradores más íntimos, Gaudí estaba solo y el trabajo fue un modo de seguir adelante. Durante estos últimos años cambió radicalmente su estilo de vida. El dandy que frecuentaba la ópera y el teatro, el hombre que visitaba y supervisaba el desarrollo de sus obras montado en un carruaje, vestía ahora con descuido.
Así lo encontraron los policías de la Guardia Civil luego del accidente, inconsciente sobre el adoquinado, sin ningún documento en sus bolsillos. Pensaron que era un mendigo y esa situación demoró demasiado el traslado al hospital. Cuando por fin llegaron, era tarde. Había sufrido heridas de muerte y ya no se recuperaría. A los pocos días falleció.
Un modernista singular
“La arquitectura de Gaudí no cabe dentro del modernismo, mientras que todo el modernismo cabe perfectamente dentro de la obra de Gaudí”, afirma el historiador Juan Bassegoda.
El arquitecto catalán buscó en la naturaleza las formas básicas para sus edificios. Solía decir que no existe mejor estructura que el tronco de un árbol o el esqueleto humano. Con esa idea creo un lenguaje plástico para reproducir las formas orgánicas en su arquitectura, no solo con un objetivo estético sino también funcional.
La Sagrada Familia, por ejemplo, fue concebida estructuralmente como un bosque, con un conjunto de columnas arborescentes que sustentan una sucesión de bóvedas entrelazadas.
Cerámica, vidriería, hierro forjado, carpintería, son técnicas de gran relevancia en la arquitectura de Gaudí. En sus proyectos no dejaba nada al azar y con frecuencia diseñaba la ambientación desde el mobiliario hasta la iluminación, los jardines, incluso las esculturas.
Sus obras trazan un camino que muestra diferentes pasajes. En los inicios hay una importante influencia del arte oriental. Luego sus proyectos adquirieron una clara inspiración en el gótico y al final sus edificios se vuelven más naturalistas y orgánicos.
Sus últimos días estuvieron exclusivamente dedicados al templo de su vida, la Sagrada Familia, cuya construcción aún permanece inconclusa. Gaudí volvió allí para su último descanso.
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