Queda en Córdoba, en las inmediaciones de la localidad de Miramar, fue creado en junio de 2022 y está en pleno proceso de puesta a punto para recibir visitantes.
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El Parque Nacional Ansenuza tiene un protagonista excluyente: los flamencos. Salir de paseo en lancha desde Miramar, la ciudad más próxima al área protegida, ofrece una primera aproximación para conocerlos. Son tan emblemáticos que no sólo están en el isologo del Parque Nacional, sino también en llaveros, muñecos e imanes. Los encontramos en la desembocadura del Xanaes y, de lejos, se ven como una línea rosa. Hábil, Franco Michelutti, guía de Excursiones Michelutti, nos acerca de a poco, para no asustarlos. Mientras avanzamos, cuenta que la laguna de Mar Chiquita se nutre de tres grandes ríos: el Xanaes, el Suquía y el Dulce, que se ramifica en varios riachos. “Es salada y muy mineralizada porque sólo achica por evaporación. No es profunda, puede tener olas de dos metros y se expande en función de los ríos”, explica sobre este espejo de agua de dimensiones exuberantes –600.000 hectáreas– y que se ganó el mote de Mar de Ansenuza.
De las seis especies de flamencos que existen en el planeta, tres suelen estar en Ansenuza, de junio a septiembre. Son el flamenco austral, la parina grande y la parina chica. Nosotros hoy vemos el austral: las otras dos llegarán en los próximos días, tras el congelamiento de las lagunas de los Andes. “Se alimentan de la artemia salina, un crustáceo que les da el color. Con viento a favor, vuelan a 50 kilómetros por hora, viven en grandes colonias, ponen un huevo por temporada y llegan a los 80 años de vida”, sigue Franco y nos avisa que cuando levantan el cuello es signo inequívoco de que van a volar. “Si vuela uno, vuelan todos”, agrega este joven guía, nacido y criado en Miramar.
Otro que está comprometido con el lugar e instalado en la zona hace dos años, Matías Carpinetto, es guardaparque e intendente del Parque Nacional Ansenuza. Lo visitamos en su oficina del centro de la localidad. “Trabajamos alrededor de la región de Ansenuza. No sólo como Parque Nacional, sino en conjunto con la Reserva Provincial (creada en 1994). Protegemos el gran humedal de la laguna de Mar Chiquita –la quinta más grande del mundo, además de la primera de Sudamérica– y los bañados del río Dulce. Velamos por las aves y otras especies, como el aguará guazú”, apunta Matías sobre este parque que se creó el 30 de junio de 2022. “La gente lo pedía. Eso me gusta de estar acá. Muchos otros nacen por ley y expropiación, sin el consenso general. Acá hubo construcción colectiva”, señala el guardaparque y destaca el trabajo de las ONG, como Aves Argentinas, primeras en plantar bandera en el territorio.
Cuenta que, a un año de su creación, el PN Ansenuza está en pleno ajuste de infraestructura para recibir turistas. A Miramar, como punto de partida para visitarlo, se le suman tres portales del sureste de la laguna: Morteros, Brinkmann y La Paquita. Al suroeste está Marull, y además La Para, donde se instalará la entrada principal para visitantes. ¿El norte de la laguna? También será visitable en los próximos meses. “Estamos anexando campos para tener acceso directo al humedal, al monte y la laguna. Queremos desarrollar un turismo más salvaje”, apunta Matías. Agrega que aquella zona hoy es reserva nacional, pero en una categoría “más flexible”. Allí la gente es dueña de sus tierras, habita y produce, pero –por ejemplo– no pue - de cazar ni pescar. Se aplica la Ley de Parques, pero el organismo no tiene dominio. En cambio, en la zona que es netamente Parque Nacional, sí hay jurisdicción y dominio.
Mucho más que un área
Para seguir descubriendo la zona, nos aventuramos a la desembocadura del Xanaes –que anduvimos en lancha–, pero por tierra. Entramos por el sendero del Mirador de los Indios, guiadas por Laura Josens, bióloga de Aves Argentinas y nuestra anfitriona en Miramar. Laura vive acá desde junio de 2020. Es marplatense, integró el Conicet y tiene seis años como parte de Aves Argentinas, organización centenaria que es pionera en conservación y gran impulsora de este nuevo parque. Me aclara que, técnicamente, Miramar no está dentro del Parque Nacional, sino que es Reserva Provincial. “De todas maneras, trabajamos todos en conjunto”, asegura. “Protegemos casi un millón de hectáreas, entre la laguna y los humedales del río Dulce, que están al norte”, agrega esta apasionada por los falaropos, un ave playera que llegará en marzo, después de hacer alrededor de 14.000 kilómetros desde el Gran Lago Salado de Utah y desde el Lago Mono de California.
Rebosante de aves migratorias y playeras, este rincón de la laguna resulta ideal para verlas con telescopio. Más allá de los flamencos, cultores de una elegancia inusitada, hay un cuervillo de cañada que imprime misterio. Hay también una bandada de teros reales, que son más chiquitos que el tero clásico y mucho más simpáticos. Y patos de todo tipo, como el sirirí y el cuchara. Hay también otro que me fascina, el chorlito de doble collar. Parece que cada tanto, cuando se siente amenazado, finge estar herido y camina cojo. Lo hace para captar la atención del depredador y que el nido quede fuera de peligro.
Con el plan de entender un poco mejor cómo se vive la Ansenuza del campo y el monte, vamos hasta Rancho Viejo, en Altos de Chipión, a media hora de Miramar. Es el establecimiento de Gustavo Cerri, que aquí se crio y recibe turistas junto a Ezequiel Vivas y David Moriondo, que guían y fotografían aves. El programa arranca en el hide –puesto de observación– para que experimentemos un avistaje de aves del monte. “La paciencia es fundamental para dedicarse a la ornitología”, esgrime Ezequiel después de 15 minutos sentados en una silla y hablando bajito, con la cámara lista. El hide es una pequeña estructura rectangular de madera y muy sencilla, con la puerta de un lado, y una abertura longitudinal del otro, que nos permite ver y registrar lo que ocurre a unos metros, en un comedero con agua, alpiste y mijo. Pero, como nos repite Ezequiel, las aves se toman su tiempo. Recién después de 20 minutos, un chingolo se anima a bajar de los espinales y, como dice Ezequiel, “cuando viene uno, vienen todos”. Lo sigue un pepitero de collar, después un tordo músico y un zorzal chalchalero. Se bañan, se picotean, beben y se alimentan, para deleite de Jade, mi compañera fotógrafa.
Autor de la guía de Aves del Mar de Ansenuza, Ezequiel cuenta que durante años buscó fotografiar el gallito de collar y que un día lo encontró de casualidad. Para el mediodía tenemos un muy buen almuerzo comandado por Lorena Ferreyra, chef de Altos de Chipión. Fríe empanadas de cordero, de matambre desmechado y de bondiola, que combina con bruschettas de tomate y palta. Después nos adentramos en uno de los tantos senderos de este campo que condensa humedal, río, monte y laguna –ecosistema clásico de Ansenuza–, ideal para colocar cámaras trampa y estudiar al aguará guazú, el gato montés, los zorros y los chanchos de la zona. Las colocan donde ven huellas, ayudados por el terreno, que es arenoso. Y así nos ofrecen información clave sobre la fauna de este flamante Parque Nacional que sorprende.
Datos útiles
Parque Nacional Ansenuza. Por el momento no cuenta con infraestructura para acceder desde la administración, pero están en pleno proceso de armado de las instalaciones y responden consultas por mail y redes sociales. Mail: ansenuza@apn.gob.ar. IG: @parquenacionalansenuza
Excursiones Michelutti. Pioneros en avistaje de aves, tienen experiencia en cuidado medio medioambiental y cuentan con embarcaciones de todos los tamaños para adecuarse a los pedidos del público. Salen desde la costanera. La tarifa depende del tipo de salida. T: (3513) 47-1679. IG: @excursionesmichelutti
Estancia Rancho Viejo. Es un establecimiento que reúne el ecosistema clásico de Ansenuza: monte, humedal y laguna. Tienen programas para hacer avistaje de aves, senderismo e interpretación ambiental. Oportunidad única, guiados por Ezequiel Vivas –fotógrafo de naturaleza– y sus socios. Consultar programas de un día. Camino Rural s/n, Altos de Chipión. T: +54 9 3525 53-1885. IG: @estancia.ranchoviejo.
Hotel Miramar. En el centro de la ciudad, es familiar y está muy bien atendido por Daniel Fontana y sus hijos. Tiene pileta y sauna que funcionan a la perfección. Llevan 25 años recibiendo en 27 habitaciones muy confortables. El desayuno es súper completo y con café de máquina expreso. Desde $28.000 la doble con desayuno. Buenos Aires 200. T: (3563) 49-3000.
Punta Encanto. Ex Hotel Alemán, es propiedad de Susana Bulacio desde 2010. Son 11 habitaciones que sólo reciben mayores de 18 años. Con vista a la laguna de Mar Chiquita. Desde $27.000 la doble con desayuno. Belgrano 825. T: +54 9 3563 49-1045.
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