El pueblo riojano que vio nacer al dos veces presidente Carlos Menem es un museo a cielo abierto sobre su vida. En sus pagos, nadie lo critica y todos tienen algo para contar.
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De traje claro, corbata roja y pañuelo a juego, y una sonrisa de patilla a patilla, un joven Carlos Menem moldeado en resina en tamaño natural firma los papeles en su escritorio, flanqueado por la Bandera Argentina y la riojana. La recreación del despacho presidencial tiene el aspecto de una pequeña cabaña de madera y es el atractivo principal del Paseo Cultural Presidente Menem, inaugurado en marzo de 2018 en el ingreso de Anillaco.
El verdadero Menem no alcanzó a conocer a su alter ego. Sí saludó la iniciativa vía Twitter y agradeció al entonces gobernador Sergio Casas (hoy diputado nacional), a la intendenta y otros dirigentes “por esta escultura con mi imagen que estará en mi querido y amado Anillaco”. Obra de Fernando Pugliese, la figura mira al frente con gesto confiado posando para la posteridad, de modo que solamente hay que pararse al lado para llevarse un recuerdo. Es gratis, y todos los que entran al Paseo invariablemente se meten en el despacho y se sientan al lado, lo abrazan, se apoyan en su hombro, y se van con la instantánea en el celular.
El espacio guarda también una colección de fotografías sobre su vida pública (impactante la estampa de 1973, al asumir por primera vez en la Provincia) y vitrinas con encendedores, llaveros, prendedores, monedas, gorras y remeras con su nombre, de cuando todavía la dirigencia argentina no había incorporado el merchandising a las campañas políticas.
El paseo cultural se construyó como un homenaje en vida del pueblo agrícola que tenía apenas 500 habitantes cuando lo vio nacer, el 8 de julio de 1930. Y, también, se hizo con la expresa intención de tener un hito adonde dirigir al turista que llega buscando rastros del multifacético abogado que fue dos veces presidente y tres veces gobernador riojano.
El 14 de febrero de 2021, cuando murió siendo senador nacional, el sitio se convirtió espontáneamente en un memorial al que concurrieron cientos de personas a llevarle flores y cartas. Ahora, para el primer aniversario, muy posiblemente se repita la postal.
Visita no guiada
En Anillaco no existe formalmente un circuito temático sobre la vida de Carlos Menem. Recién ahora, con el Paseo Cultural y con la apertura al público de la residencia La Rosadita, el pueblo parece dispuesto a explotar turísticamente las coordenadas del caudillo contemporáneo que lo sacó para siempre del anonimato. De todas maneras, preguntando, es muy fácil diagramar algo parecido a un itinerario porque todos los vecinos tienen algo para contar.
Una parada obligada es la Hostería Anillaco del Automóvil Club Argentino, que adoptó como casa propia mientras construía la suya. La habitación 30 y la 28 lo tenían como huésped fijo. Mucho más que un hotel desde que abrió en 1981, el edificio de líneas racionalistas sigue siendo el lugar de encuentro del pueblo, especialmente por su restaurante, siempre listo para despachar desayunos, almuerzos y cenas. Yolanda Nieto, 37 años de servicio allí, cuenta que en ese tiempo el salón de reuniones se acondicionó como sala de prensa para poder recibir a tantos reporteros. Y a Alain Delon, Evo Morales, Juan José Camero o Gerardo Sofovich, entre otras visitas famosas que recuerda. Destaca que Menem siempre saludaba a todos al llegar, uno por uno, y que ni una sola vez dejó de preguntarle a ella por Ernesto, su padre, con el que había jugado al fútbol en el Club Anillaco. “Para comer, pedía panaché de verduras, un plato enorme. Y le gustaba mucho también comer truchas”, apunta.
En los ‘90, trabajaba a pleno la planta local de piscicultura que posteriormente se privatizó, cerró y desde 2020 es administrada por la Municipalidad de Castro Barros y produce nuevamente alevines para reforzar la población de los ríos de la región. El dato color –y extravagante- es que también sigue criando esturiones aunque todavía está lejos de producir caviar.
La Rosadita, su famosa residencia de descanso, es claramente otro objetivo del circuito. En un parque de casi dos hectáreas, al estilo de una estancia campestre, la propiedad de mil metros cuadrados (400 de esos, galerías circundantes) se abrió al público tras el acuerdo que firmaron Zulemita Menem y el jefe comunal. Lo anunció el expresidente en otro twit, esta vez del 7 de noviembre de 2020: “Nuestra casa quedará abierta para que la visiten y conozcan el pueblo donde nací”. Se venía usando poco y estaba cerrada desde 2016.
De paso por La Rosadita
Doce años le llevó a Menem terminar a su gusto la estancia y cuando la inauguró en 1997 construyó también un mito a su alrededor, por las reuniones sociales y de amigos políticos y por el nombre y el color que eligió para pintarla que, dicen, en broma y en serio, fue para no perder la costumbre después de haber estado 10 años en la que mira a Plaza de Mayo. En 2001, en esa casa lo entrevistó la ex Miss Universo Cecilia Bolocco, con todo lo que vino después: boda con locro popular en la capital riojana, un hijo, separación y litigios que todavía perduran.
Con las sierras de fondo, el parque de casi dos hectáreas está en etapa de recuperación y se ven algunos olivos centenarios, la cancha de tenis y la pileta. No hay helipuerto, piscina techada ni pista privada para aviones a la vista. No remite a lujo y se le notan los años de falta de uso y de mantenimiento. Por ahora, es más lo que hay que imaginar y preguntar que lo que está disponible para ver, ya que el convenio no permite el acceso a la casona.
A cargo de las visitas, atento y dispuesto a amenizar la recorrida con datos y relatos, está Hermógenes Herrera, criador de caballos peruanos y vecino de Anjullón (pueblito aledaño con un entorno natural soñado y una iglesia que vale la pena visitar). “El ala norte cuenta con cuatro dormitorios con vestidor y sanitarios, uno de los cuales era el de Carlos Menem, el cual tiene además jacuzzi, un living y un hogar. En el ala sur está el living, el comedor, el desayunador, la cocina y el segundo comedor”, describe. Nos quedamos con las ganas de ver la mesa vidriada del living con la colección de cuchillos artesanales, facones de plata, dagas y verijeros que le traían de regalo los que venían a visitarlo.
“No es un museo, es una residencia privada de un expresidente que abre sus puertas al público”, aclara Hermógenes. Lo cierto es que la gente dejó de espiar por arriba de la pirca de piedra y paga $200 para tener su propia impresión de lo que leyó en las revistas. Susana, una de las visitantes, lo conoció cuando era chica y suelta el primer recuerdo que se le viene a la mente: una fiesta chayera en el patio de Juan Nieto (luego sería intendente del pueblo) donde un joven Carlos Menem, que ya estudiaba Derecho en Córdoba, volvía para el carnaval y se divertía bailando y rociando a las chicas con los sifones de soda. “Era un hombre divertido”, dice.
Sí se puede ingresar al quincho de La Rosadita, donde se destaca una foto a escala gigante que lo muestra llevando en andas al Niño Alcalde en la celebración del Tinkunaco y una montura hecha a medida para andar el caballo peruano que le había enviado el expresidente Alberto Fujimori. Se la regalaron el dirigente Raúl Chacón y Ricardo Quintela, el actual gobernador riojano que por esos años presidía la Juventud Peronista.
“Carlos Menem no tenía custodia cuando venía acá. Caminaba tranquilo por todos lados”, asevera Herrera, que comenta que para el 14 de febrero se está preparando una velada de gala al aire libre, con música clásica, a cargo del cuarteto de cuerdas riojano Amalgama.
Con calle propia
Justo enfrente de La Rosadita está el chalet de Humberto Spadone, que era socio en la bodega San Huberto, ubicada a la vuelta, donde ahora se realiza el proceso de molienda con vides del valle de Aminga. La nueva planta, que exporta vinos de alta gama, hace esquina con la calle Carlos Menem.
Es la misma calle que, dos cuadras después, lleva a la plaza principal, la iglesia y, más adelante, llegando a Coronel Barros, a su casa natal, una construcción de piedra cortada a mano y juntas tomadas en cemento donde vivió con sus tres hermanos y sus padres, Saúl y Mohibe Akil (el hospital local lleva el nombre de la madre y hay un jardín de infantes Carlos Menem Jr). En la esquina de puertas verdes, ningún cartelito indica que allí nació un expresidente, tal vez porque es un dato que está en boca de todos. Un par de cuadras más, también sobre la calle Carlos Menem esquina Raúl Alfonsín, está el Club Atlético Anillaco donde jugaba con más garra que habilidad, según se comenta. Cada tanto, se ve por el pueblo un viejo camión con la inscripción de la antigua bodega de la familia, que en los años ´40 tenía una importante distribuidora en la capital riojana, al que, más de una vez, se subía el joven Carlos Saúl para ir y volver a la ciudad donde cursó el secundario.
Un pueblo para vivir
A pocos metros de la terminal de ómnibus se destaca el completísimo negocio de regionales El Caudillo. Detrás del mostrador está Patricia Olivera, que vino a vivir a Anillaco porque se enamoró de la Costa Riojana, como le llaman al valle fértil que crece al pie de las sierras del Velasco.
Ella trabajaba como transportista en Córdoba y, en octubre de 2002, le tocó trasladar a Anillaco a un grupo de músicos que daría un concierto sinfónico para Cecilia Bolocco en el Crilar (Centro Regional de Investigaciones y Transferencia Tecnológica de La Rioja, del Conicet, que se abrió durante la presidencia de Menem). Y tanto le gustó el pueblo que, en abril de 2003, ya se había radicado con su marido y sus tres hijos. En ese mes de julio, para el cumpleaños del expresidente, le pidió a una amiga unos artículos regionales y unos mates con la cara del caudillo. “Los vendí todos, y ya no paré más”, dice.
Le llevó medio segundo pensar el nombre del local. Hoy, su negocio se nutre de artesanos y productores locales y también vende allí olivas y aceite de cosecha propia, de las 19 plantas que tiene en el patio. Cada temporada, le dan 380 litros de primera prensada que envía a todo el país. “Era un hombre simple, auténtico y tenía un gran magnetismo. Por eso lo quería todo el mundo. Yo le debo todo. Acá armé una vida nueva”, resume.
En Anillaco, nadie habla mal de Carlos Menem, el hombre que no olvidó sus raíces en lo más alto del poder. Al menos en público, no se cuestionan sus escándalos personales o los efectos de su política económica en la caída del PBI y el empleo, ni el envío de armas a Croacia o la explosión de la fábrica de Río Tercero. A lo sumo, como Alberto, un señor canoso que ya pasó los 70 y se jubiló como autónomo, dejan traslucir el desencanto que les provocó su decisión de no casarse en el pueblo que lo vio nacer. “Nos ilusionamos con recibirlo”, dice, con la pena intacta como si hubiera sido ayer.
+ INFO
Coronel B. Reyes s/n, RP7. T: (0382) 749-4064.
Ofrece 21 habitaciones singles, dobles y triples. Con desayuno para dos, $3.750. La triple, $4.820. Descuentos para socios. El restaurante es el lugar de encuentro del pueblo.
LA ROSADITA
Tucumán esquina Virgilio Ferreyra. T: (0380) 436-6743.
La residencia de Carlos Menem ofrece visitas guiadas todos los días, de 9.30 a 17.30. $200.
PASEO CULTURAL PRESIDENTE MENEM
RN 75, en el ingreso de Anillaco.
Abre de jueves a domingos, de 9 a 20. Entrada libre.
REGIONALES EL CAUDILLO
Salta s/n, barrio Terminal. T: (0380) 455-5601.
CABAÑAS CONDORCUNA
Ex RN 75, Km 100. T: (0380) 436-6743, Anjullón.
Camping arbolado con amplio comedor y pileta: $700 la noche; $400 por el día. Cabaña doble, $2.500. Hermógenes Herrera, el dueño, cría caballos peruanos. La hora, $1.000.
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