En Comandante Luis Piedra Buena, provincia de Santa Cruz, la jovencísima Ámbar Benítez quiere hacer realidad un sueño: viajar a Perú con su mamá para festejar su cumpleaños número quince. Para lograrlo, cocina en su casa deliciosos alfajores artesanales según receta “guardada bajo siete llaves”.
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Ámbar se interesó por las artes culinarias desde que era muy chiquita. Su mamá Mirna Larrosa cuenta que la miraba preparar sus postres –su especialidad es la torta húmeda de chocolate, aunque también se le anima al pan dulce– e insistía en ayudarla. “Como todos los chicos, al principio ella imitaba lo que veía. Pero a los tres años ya sabía hacer tortas, medía las cantidades con una taza que agarraba con las dos manitas, de tan pequeña que era. Siempre sin acercarse al fuego, claro”. Pero lo que comenzó casi como un juego tendría un giro extraordinario.
“Con Machu Picchu fue amor a primera vista”, dice Ámbar, que acaba de cumplir los doce. “Cuando tenía siete, una vez nos mandaron hacer unos trabajos prácticos en la escuela y a mí me tocó Perú. Me encantó la historia del valle sagrado de los incas”. Al poco tiempo les dijo a sus padres que, para sus quince años, no quería fiesta con vestido rosa ni tampoco un viaje a Disney. Quería conocer la “madre de piedra, espuma de los cóndores” que Pablo Neruda retrató en sus versos. Y cuando se desató la pandemia en 2020 abandonó las redes sociales y, casi sin proponérselo, encontró una vía para solventar los gastos del futuro viaje: comenzó a preparar alfajores artesanales y bautizó a su emprendimiento “Destino Perú”.
Al principio, con tantas horas libres, cocinaba sus pequeños manjares para familiares y amigos. Y como no podía ser de otro modo, sus hermanos le robaban algunos alfajores. Hasta que poco a poco los vecinos empezaron a comprarle y el boca a boca se corrió en el pueblo.
Ámbar sonríe detrás de sus anteojos cuando le preguntamos por su método. Dice que le gusta cocinar sola y que no quiere que nadie la esté mirando, porque mezclar los ingredientes es toda una alquimia: ninguna persona lo hace igual a otra. Mirna también sonríe y agrega que “se ha apropiado de mis cuadernos, y en algunos casos la alumna supera a la maestra”.
Su sistema de trabajo es simple y organizado. Por las mañanas va a la escuela y por las tardes (dependiendo de la cantidad de pedidos y de las salidas a jugar) trabaja “en serie” sobre la gran mesa de la cocina: por ejemplo, una tarde prepara todas las tapitas, a la tarde siguiente rellena, después arma la bandeja para el horno y así sucesivamente. Su “alfajor estrella” es el marplatense relleno con dulce de leche con baño de chocolate y glaseado. “Pero además hago tortas y budines y marplatense blanco, de nueces, cordobés, santafesino y con frutos de estación: damasco, guinda, corinto. Siempre con frutas de la zona, ¿no?” se apresura a aclarar.
Destino Perú es un emprendimiento exitoso: Ámbar elabora y vende unas diez docenas de alfajores por quincena, pero a comienzos de mes, cuando los piedrabuenenses cobran el sueldo, la demanda suele aumentar. A veces tiene que hacer pausas en la producción, sobre todo después de fechas claves como el día de la madre o el de los enamorados. Para esas ocasiones ha diseñado unas hermosas cajitas con leyendas que dicen mucho de su personalidad y su empuje: “Nadie es como tú, y ese es tu poder”, “Sé feliz, no aceptes menos”, “Cada día haz algo que haga cantar a tu corazón”, “Piensa, sueña, crea, atrévete” y la favorita por lejos: “Por esos abrazos que te hacen cerrar los ojos”.
Antes de que empezara con Destino Perú, los padres de Ámbar pusieron dos condiciones: una fue que no descuidara los estudios (misión cumplida) y la otra que aprendiera a administrar el dinero. “Nosotros le hicimos la compra inicial y ahora ella, de lo que va ganando, destina una parte a reponer los elementos que necesita y ahorra el resto para el viaje. Es una filosofía familiar: cuando queremos algo, nos ponemos un objetivo y trabajamos duro para lograrlo. Y por supuesto que mi esposo y yo siempre estamos aquí a su lado, para acompañarla en lo que necesite”.
Ámbar cumple el 12 de enero y viajará a Machu Picchu a festejar sus quince en 2025. Aunque todavía faltan tres años para eso, no ceja en sus esfuerzos. “En unos años más, la plata va a estar más cara, así que tengo que tener más”, resume. “Y además me gusta llevarles de regalo a mis compañeros para tomar la leche y compartir”.
Cuando le preguntamos qué otras cosas la apasionan, responde sin dudar: “Leer novelas de misterio y romance”. Y tiene otros dos viajes en la mira: la Torre Eiffel y el Obelisco de Buenos Aires. Pero cuando sea grande, dejará los alfajores para estudiar arquitectura. “Me gustan las alturas”, dice. Y con su garra, ya podemos imaginarla construyendo maravillas como Zaha Hadid o Kazuyo Sejima.
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