Más allá de Brasil, Sudamérica tiene accesos increíbles a esta zona mítica del continente.
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Parece una visita lejana, sin embargo, es cercana y accesible. Con un puente aéreo de menos de 2 horas desde Lima, ofrece una serie de experiencias de inmersión completa en la selva, con alternativas, incluso, de lujo. Cuando popularmente se menciona el Amazonas, la imaginación se ubica rápidamente en Brasil. Sin embargo, la grandeza del bioma que alberga la región es tan profusa que probablemente se trata de los mayores del mundo. La riqueza que esconde el rincón peruano del bosque tropical es un hito a descubrir.
El enlace aéreo que permite hacer Lima, Cusco, Puerto Maldonado en cualquiera de las direcciones, promete unir la cultura inca, una de las más ricas capitales de la hispanidad y su sincretismo aborigen, con la perla más olvidada: la selva amazónica del lado opuesto a Brasil.
El Departamento de Madre de Dios, célebre por la explotación de oro, tomó su nombre de una leyenda que relata el hallazgo en una de las riveras del río de una imagen de la Virgen. La capital (Puerto Maldonado) debe su nombre al coronel Faustino Maldonado, primer peruano que logró surcar la totalidad del río en 1861. Esta es la puerta perfecta para adentrarse en el Amazonas peruano y vivir una experiencia tierra adentro no demasiado lejos de la civilización. A la vera del río Madre de Dios y rozando la reserva Tambopata se alinean una serie de albergues de diferente categoría que incluyen desde campings a hoteles cinco estrellas. En medio, una ex hacienda cafetera o una serie de cabañas de madera inspiradas en la cultura Ese’Eja, dos de las alternativas más genuinas para sentirse en clima. Se recomienda contar en el equipaje con pantalón largo y camisetas de manga larga ligeras de secado rápido, bloqueador solar, equipo de lluvia, repelente de insectos y gorro. Es común mojarse por la humedad, la lluvia o los cursos de agua.
Un vuelo de una hora y media de duración desde Lima o de Cusco deja en Puerto Maldonado, conocida como la “Capital de la Biodiversidad”, la ciudad más grande de la Región de Tambopata. Allí, los operadores cuentan con traslado hasta el puerto para subirse a canoas que remontan el río Madre de Dios para llevar al visitante al destino, justo en el corazón del bosque tropical.
El inicio de la aventura
La selva tropical es un territorio extenso con altas precipitaciones anuales, un crecimiento vegetal muy denso y una temperatura relativamente cálida. Es el hábitat natural de dos tercios de la diversidad animal y vegetal del mundo, y se cree que aún quedan cientos de especies por descubrir en él. La Reserva Nacional Tambopata es uno de los pocos bosques tropicales vírgenes de fácil acceso en el mundo. Con un área de 274.690 hectáreas, es conocida por su mega biodiversidad así como por sus magníficos paisajes naturales.
Los lagos y humedales invitan a la exploración, y los variados ecosistemas de la selva tropical prometen nuevos conocimientos y comprensión. La riqueza de la cuenca del Amazonas crea un escenario espectacular para la observación de aves y otras actividades ecológicas. Se han avistado unas 590 especies diferentes de aves, incluidos tucanes, tangaras, papamoscas y coloridas guacamayas. Es común observar insectos exóticos (es posible hacer una expedición hacia los nidos de arañas gigantes). Integrado el paseo a una reserva natural, todos los recorridos se realizan con guía. Se organizan en el alojamiento y responden a los gustos y posibilidades del viajero, y se acuerdan en función del clima, porque las lluvias pueden anegar los humedales o hacer peligrosa la circulación.
La experiencia más sencilla, pero profundamente enriquecedora es la navegación. En las lanchas techadas parecidas a las del Delta argentino, pero más esbeltas y pequeñas; o en un bote de madera con remos, casi al ras de la marea. Remar, flotar, dejarse llevar por la corriente permite toparse con la fauna que va desde la anguila eléctrica (cuyo roce puede inmovilizar y varias descargas pueden hacer que una persona deje de respirar), al delfín rosado, una especie en vías de extinción, cuyo color intenso está reservado para que los machos sean atractivos a las hembras en temporada de apareamiento.
Saliendo del río Madre de Dios, y refugiándose en los pequeños lagos, aparecen los sonidos de las aves y otro tipo de fauna acuática que se refugia en aguas quietas, como la tortuga de cuello lateral o el caimán negro, el depredador más grande de la cuenca (puede llegar a medir hasta 5 metros), que prefiere refugiarse al sol en los pantanos menos concurridos.
Es allí, además, donde se vislumbra la flora en su conjunto, con una biodiversidad que supera las 40 mil especies. El árbol kapok o de ceiba alcanza los 70 metros de altura y se distingue por sus flores rosadas. Su fruto no se hunde en el agua y la existencia de especies en África sugiere que algunas cruzaron el océano flotando. Victoria Amazónica es un nenúfar gigante que puede alcanzar los 3 metros de diámetro y sólo florece de noche. El humedal perfecto se encuentra en el recorrido Canopy Walkway, un sistema de puentes a 30 metros sobre el suelo, que permite a los aventureros disfrutar de una vista privilegiada del Amazonas, caminado como entre lianas suspendidos sobre el terreno.
El árbol del cacao se encuentra diseminado por toda la región. Produce varios racimos de frutos ovalados que penden directamente del tronco y las ramas. Al madurar, toman color anaranjado. Dentro se encuentran las semillas que se utilizan para la producción. Un guía experto puede ayudar a probarlas in situ. Lo mismo ocurre con el cafeto, del que se toman las bayas para producir café.
Tras los pasos de Fizcarraldo
La riqueza cultural y de creencias de las 51 tribus que pueblan la región amazónica de Perú, explota en anécdotas y conocimiento. La gastronomía es una expresión perfecta para reflejar esa diversidad. Carne de vaca (de res), de aves, de pescado, de cordero, de cerdo o de majaz (un tipo de roedor de la región) se combinan con plátano e inumerables jugos de frutas que sazonan cada pieza de manera personal. Entre el menú que no se puede obviar se encuentran los juanes, una especie de niños envueltos a partir de carne de gallina rodeada de arroz y cubiertos con hojas de plátano; o el asado de picuro, una especie similar al cuy. El apichado es un tipo de guiso de cerdo con maní y maíz; y la patarashca de pescado, es una pieza de río rellena cocida a la parrilla.
Otro patrimonio imperdible es el de las historias y leyendas. El fundador de Puerto Maldonado es uno de los actores de un relato que, además, fue llevado al cine en una experiencia épica que reunió al actor Klaus Kinski, el director Werner Herzog (quien más tarde volcaría las vivencias en su libro “Conquista de lo inútil”) y el naturalista y el pionero americano en ecoturismo José Koechlin. Los tres ya habían coincidido en “Aguirre, la ira De Dios”, un film pensado para difundir por primera vez la riqueza local.
Carlos Fermín Fitzcarrald López, hijo de un norteamericano y una descendiente de una hacienda tradicional local, fue uno de los empresarios del caucho más relevantes de la región. Con la economía saneada, se dedicó a explorar la Amazonía, descubrió el istmo que lleva su nombre y fundó la cabecera de Madre de Dios. Pero eso no fue todo: también intentó construir un teatro de ópera al estilo de La Scala de Milán con la intención de invitar a Enico Caruso, para lo que pretendió atravesar 11 km de selva en barco sorteando alturas de hasta 500 metros. Fizacarraldo, encarnado por Kinski, fue una epopeya rodeada de peligros (dos accidentes de avión, el ataque al campamento de la filmación, un incendio, la muerte de un actor y el inicio de una guerra con el vecino Ecuador, entre otras). Las dos películas de este trío son una proyección clásica de las noches en medio del bosque tropical en sitios como Reserva Amazónica, uno de los lodges de lujo. Fizcarrald murió en uno de los recovecos de esos lagos que recorrió en su infructuoso sueño. Hoy se conserva un barco hundido en medio de los restos del primer centro de interpretación naturalista de la zona. Aunque los locales indican que la nave no es una de las originales que lo llevó hasta allí.
Una visita insoslayable es Lago Sandoval, escenario impactante por su tamaño (3000 km. cuadrados) y por la belleza del paraje enmarcado por palmeras de aguaje que se regalan como la bebida típica de la zona. La estrella es la nutria gigante, una especie en peligro de extinción, y los hoatzines, un ave mezcla de pavo con cresta y que, biológicamente, es un eslabón entre los dinosaurios voladores y las especies de hoy. Garzas atigradas y blancas, tuqui tuqui, shanshos, angú y el Procnias albus, o pájaro ruidoso, que emite el sonido de ave más fuerte del mundo (hasta 125 decibeles). Pero si de ruidos se trata, el despertador natural del Amazonas es el mono aullador. Suele emitir su primer sonido al amanecer para marcar territorio. A pesar de pesar apenas 7 kilos, se lo puede oír a 5 km a la redonda.
A la vera del lago se ofrecen excursiones con almuerzo incluido, donde la estrella es el pirarucú, considerado el pez de río más grande del mundo (hasta 3 m de longitud y 250 kg de peso). El lado oeste del Sandoval es el sitio para circular en canoa al atardecer, cuando los guacamayos llegan para pasar la noche. Sobre la costa existe un centro nativo de recolección y comercialización de las Nueces de Brasil, una de las bases de la economía local. En las antiguas instalaciones de una plantación típica que a mediados del siglo pasado se llamó “Fundo Concepción” de algo más de 800 hectáreas, se esconde otra experiencia posible para acercarse aún más a la idea de safari: la de dormir en una cabaña cuya separación con la selva está hecha sólo de mosquiteros.
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