Funciona en la ciudad de Reconquista, venden a las grandes marcas de indumentaria y hacen visitas guiadas.
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Las luces no se apagan, los motores siguen encendidos y el movimiento es constante. En la planta de la Cooperativa de Trabajo Algodonera Santa Fe, en Reconquista, se trabaja las 24 horas, todos los días del año. “Las máquinas necesitan estar siempre en funcionamiento”, me explica Francisco Hilguero, secretario de la cooperativa y quien nos recibe en la fábrica que se levanta sobre un predio de 14 hectáreas en el Parque Industrial de la ciudad santafesina. Allí donde también está la gigante y renombrada Vicentin.
El paseo por la planta empieza de atrás para adelante, como lo hace el algodón, materia prima y protagonista excluyente de la jornada. “El desperdicio se usa para alimentar animales”, señala Hilguero sobre los restos que vemos a un costado de las máquinas, en el sector por dónde entra el algodón. Aquí hay máquinas que transportan por aspiración y otras que limpian. Hay tubos amarillos que llevan desperdicios y tubos blancos que llevan algodón. “Recibimos fardos de 200 kilos. El algodón se cosecha entre noviembre y enero, pero no dependemos de la cosecha, porque hay acopiadores”, apunta el secretario de la cooperativa que está en una zona del país que se caracteriza por la siembra de esta materia prima.
“Lo ves blanco, pero hay tres o cuatro colores en el algodón. Por eso contamos con un clasificador, que es un profesional experto en el tema, que se encarga de armar una mezcla con el producto para unificar colores y hacer un hilo de un solo color”, explica Hilgero. Cuenta que el proceso sigue por el sector de limpieza y de acomodamiento de la fibra de algodón. “Porque la fibra es básicamente un pelo que puede ser de distintos tamaños, en función de si llovió mucho, de si hubo seca, de cómo es la tierra. Las máquinas de este sector acomodan las fibras más largas con las más largas y las más cortas con las más cortas para formar la cinta”, detalla Hilguero mientras el ruido se incrementa en la fábrica.
Cuenta que el proceso sigue con el estiramiento y torción, siempre con máquinas alemanas e italianas, hasta lograr el hilo. Aquí hay grandes tachos numerados y cintas que se unen. Más tarde, en el laboratorio se controla la calidad, que le va dando características al hilado. Porque los clientes piden torciones de diferentes cualidades. “Con un 20 se hace la gabardina, con un 18 se hace la ropa de grafa (de trabajo)”, ejemplifica Hilguero y aclara que lo que se conoce como algodón peruano es una materia prima que gracias al clima es tan suave.
Entre tubos con hilos que corren a toda velocidad, cuenta que el proceso de hilado puede ser por sistema open end o por el sistema convencional, que asegura mayor calidad. Y resume: “Convertimos el algodón en hijo para tejer jersey, buzo, friza. Pero además, cuando empezó la pandemia y estábamos parados, nos dimos cuenta que podíamos hacer gasa sanatorial. Así nos volvimos esenciales y pudimos seguir trabajando. Vendemos para farmacias y hospitales”. Entonces resulta fascinante ver cómo confeccionan la gasa con una máquina chica –comparada con el resto– en el galpón de embalaje y expedición.
Sin embargo, nada fue fácil para este grupo de trabajadores que representa Francisco Hilguero. “Somos una cooperativa. Esta planta, que data de 1981, entró en crisis en 2014. Los dueños, que tenían empresas muy importantes, quebraron en 2015. No nos pagaron nada y nos dejaron abandonados un año y ocho meses. Quedamos a la deriva, pero siempre custodiamos la empresa para que nadie la desguace”, recuerda Hilguero que por entonces tenía 33 años trabajando para la companía, como la mayoría de los empleados de aquel entonces. Agrega que cuando ocurrió aquello, nadie en la fábrica sabía lo que era una cooperativa, ni cómo armarla, pero se informaron y se organizaron. En 2017 un juez les dio el ok para que pusieran la planta en marcha nuevamente y vuelvan a trabajar. Dice que desde entonces las máquinas son de ellos, pero no el edificio que todavía es parte del proceso judicial.
“Nosotros sólo queremos trabajar de esto que sabemos hacer muy bien. Ese es nuestro fuerte. Nos capacitamos en los años 90 con un ingeniero textil muy importante, de la UTN. Los trabajadores fundadores de la cooperativa somos gente responsable, de la ciudad de Reconquista, que empezó de joven a trabajar aquí. Tan comprometidos estuvimos siempre con nuestro trabajo que llegamos a poner dinero de nuestro bolsillo para que funcione la empresa”, asegura Hilguero y cuenta que de aquellos 123 empleados que la fábrica dejó a la deriva cuando quebró, 77 resistieron hasta poder organizarse y ser ahora trabajadores fundadores. Desde 2017 hasta ahora incorporaron 59 nuevos jóvenes y ahora además 8 mujeres.
“Hace cinco años que estamos en la lucha para sacar adelante la fábrica. Todo es esfuerzo y gestión. Nuestro mayor desafió fue ir a Buenos Aires para reunirnos con aquellos empresarios que nos compraban cuando estaban los otros dueños, que de pronto padecieron el cierre y que teníamos que convencer de volver a confiar. No es sencillo recuperar clientes. Pero lo logramos, porque nuestro producto es muy bueno”, apunta el secretario de esta cooperativa que en Reconquista siempre tuvo el apoyo de los vecinos porque, según explica Hilguero, “custodiamos nuestros puestos de trabajo desde la fábrica y sin cortar calles”.
Datos Útiles
Cooperativa Algodonera Santa Fe. La planta se visita con reserva previa entre las 7 a 14 horas. Francisco Hilguero coordina los paseos. Parque Industrial de Reconquista. T: +54 9 (3482) 39-3505.
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