Fue pionero en las actividades de turismo de aventura en la joven localidad santacruceña: primero el trekking en el Torre, luego sobre el glaciar Viedma, y ahora, en el Cagliero. Entrevista a un hombre crítico y audaz que considera que el pueblo es privilegiado en su infraestructura, pero que faltan políticas que acompañen su crecimiento.
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“Estamos mejor que cualquier otro pueblo de Argentina: hay tres médicos, ocho enfermeros, dos ambulancias, 350 empleados públicos para un pueblo de 1600 habitantes. Nos quejamos porque somos argentinos… pero si nos comparamos con Purmamarca, Tilcara o Gobernador Gregores, no tendríamos por qué”, dispara Alberto del Castillo. Llegó a instalarse a El Chaltén a principios de los 90. Ya había escalado el Fitz Roy y el Torre, las dos grandes cumbres del destino, pero vivir con esos cerros como “patio trasero”, era entonces su meta.
Sus tres hijas eran chicas, aún no había que preocuparse por la escuela. Abrió la hostería El Puma y creó Fitz Roy Expediciones, una de las primeras agencias de turismo de aventura del lugar. Pero, al poco tiempo, Paula, su esposa, enfermó y Del Castillo quedó viudo. Como sus abuelos eran de Tandil, Alberto decidió radicar a su familia allí. Volvió a casarse y pasó varias temporadas yendo y viniendo desde El Chaltén y El Calafate a Tandil. Hasta que también las hijas crecieron, y pudo regresar y establecerse full time. Desde hace 14 años es director general de Estancia Cristina, en el PN Los Glaciares, una propiedad fundada en 1914 por la familia Master a orillas del Lago Argentino. “Ahí aplicamos un modelo que mezcla el alojamiento y las actividades apuntando a un público de alta gama; la calidad de las excursiones, la cordialidad del personal y el cuidado del medio ambiente son las premisas básicas del proyecto”, resume del Castillo. Comprometido en ese sentido con el crecimiento de El Chaltén, recientemente encaró la ampliación de la hostería El Puma con un estilo muy distinto al que eligió cuando arrancó: chapa negra exterior y tonos claros por dentro. En el jardín, los rosales fueron reemplazados por ñires y lengas.
¿Cómo ves que evoluciona El Chaltén?
No muy bien. El otro día encontré un texto de hace 15 años en el que decía que si no hacíamos algo, el tema nos iba a pasar por encima…. Y nos pasó por encima. Porque, lamentablemente, en la Argentina se crece a lo Mar del Plata, a lo Bariloche. Cuando yo me vine a vivir acá, que éramos 35 personas, pensé que por ahí Chaltén podía llegar a ser un pueblo diferente de la Argentina, un pueblo como los de los Alpes suizos o el Pirineo español, pero veo que cada vez vamos más hacia un Bariloche, un Miramar, un Pinamar, lugares donde la presión demográfica supera todo. Yo por ahora puedo dejar la puerta de mi casa sin llave, pero eso tiene una vida muy corta.
¿Qué modelo de pueblo podría haber sido Chaltén? Modelos europeos, de pueblos que tienen 2000 años. Pero allá, hace 50 años, Europa tomó decisiones muy duras, pero que funcionan. El turismo no es física cuántica, se lo digo a los nuevos guías, a la gente en la hostería. El turismo es empatía, limpieza, prolijidad, ser puntual, entender lo que la gente quiere, y después, cuidar el medio ambiente. Hoy, más que nunca, eso es algo que está instalado, por suerte. Luego está el tema de la conservación patrimonial. Allá, una casa vieja, por más que tengas dinero, no podés modificarla. Una calle adoquinada no puede venir el municipio, como hacen en Tandil, y echarle asfalto arriba. Ese adoquín lo hizo un tipo en el siglo pasado, es una obra de arte, tardaron diez años en adoquinar cien metros.
¿Y se podría salvar El Chaltén aún?
Lo importante es actuar a tiempo. Este pueblo se podría manejar como una pyme. Es un pueblo muy chiquito. Cualquier barrio cerrado de Buenos Aires, Nordelta, Santa Bárbara, tiene 10 veces más gente que acá. Es un lugar muy fácil de organizar, con un buen equipo de 50 personas y un poco de maquinaria. Nosotros tenemos casi 350 empleados públicos, y no anda nada. O anda más o menos. Pero el pueblo debería brillar, no deberíamos tener los cables a la vista.
Deberíamos tener códigos urbanos… Que no es que no haya, hay tres códigos, pero no hay control del cumplimiento del código. Vos acá te hacés la casa del color que quieras, de la manera que quieras, a tu gusto. Yo empecé a construir casa con onda chapa negra, hace un tiempo, y ahora por suerte, un montón de gente las está copiando. Que no es algo mío. Ponés en Pinterest, “Finlandia, Noruega” y salen las casas así. Me alegro de que esté gustando esta línea, pero es mi idea, no hay planificación.
El de la vivienda es un déficit grande, ¿verdad?
EL tema de la vivienda, es como el huevo y la gallina. En su momento, a mediados de los 90, se trató de hacer un acuerdo, un plan de lo que iba a ser El Chaltén 2010. Había una ONG que se llama Avina, y nos habíamos juntado muchos de los que estábamos preguntándonos qué pueblo queríamos a futuro.
El problema de la vivienda está basado en eso, en que nunca nos paramos a decir qué pueblo queremos. Porque si nosotros hubiéramos dicho queremos un pueblo con equis cantidad de gente, con tal capacidad de carga (que tiene que ver con la capacidad de carga del Parque y la calidad de la visita), si pensamos en eso a futuro, solucionás el tema. Supongamos que queremos resolver el problema de los que están ahora sin vivienda, dejamos que edifiquen… pero tiene que ser para terminar con el problema actual, no para alquilar a turistas. Que es lo que pasó: se pidieron terrenos al Consejo Agrario, se dieron pensando que iban a ser viviendas, y acabaron siendo para turismo. De manera que nunca se resuelve el problema de fondo, sino que se agranda.
Ahora hay una ley, con la que yo estoy de acuerdo. Hay que ver si la cumple el municipio. Dice que si vos ampliás tu capacidad tenés que demostrar dónde va a vivir el personal que va a atender esas habitaciones o mesas de más. Muchos empresarios pusieron el grito en el cielo… Salieron con que era inconstitucional, que cada uno viva donde pueda. Pero eso genera que te cobren 10 mil pesos una cama en un hostel, o 20 mil por poner una casilla rodante en un terreno.
¿Y cuál es la solución?
La única solución que yo veo es que hagan otro pueblo alternativo en otro lado, pero totalmente separado, en La Florida, o a 30 km para otro lado. Ese pueblo va a tener su idiosincrasia. El que venga a El Chaltén y no encuentre lugar, va a poder ir a ese otro lado.
Porque si no hacemos eso, al único que le va a ir bien es al que quede bien ubicado en el centro del pueblo. Va a ser como en el alto Bariloche, o en El Calafate. Un alquiler en el centro de Calafate debe estar en 200 mil pesos para un negocio chico. Pero caminás ocho cuadras para arriba y lo conseguís por 30.000. Porque a los sitios que están lejos, los usan sólo los locales. Y eso es un error conceptual… porque a la larga, si el ejido se sigue agrandando, no hay redistribución de la riqueza. La riqueza circula entre los que están en la calle principal. La gente viene y te dice “qué suerte que vivís en El Chaltén”. Y sí, tenés suerte si estás en la calle principal, pero si el pueblo crece para todos lados, empiezan a crearse bolsones de pobreza.
¿Cómo fue que se te ocurrió hacer trekking sobre el glaciar Cagliero?
Durante mucho tiempo yo hice la excursión del Torre. Cuando retrocedió el Torre, nos fuimos al Viedma. Retrocedió el Viedma, y pensé en el Cagliero porque yo soy parte de la sociedad que es dueña de ese campo. Como el acceso no era fácil, decidimos hacer una vía ferrata que es algo que en la Argentina no había aún… y al final, terminó siendo una atracción en sí, que a la gente le gusta tanto como el glaciar.
¿Qué es una vía ferrata?
Las vías ferratas en Europa son una especialidad: son tan populares que hasta hay guías de vía ferrata. Nacieron en la época de las Guerras Mundiales, cuando los italianos, los franceses, los alemanes, empezaron a subir a los Alpes a ocultar sus armas. Para poder portear todo eso, llenaron las montañas de cables de acero. Y cuando la guerra terminó, quedaron todas esas vías, y empezaron a ser utilizadas como vías de escalada.
¿Hay “puristas” de la montaña que están en contra de su instalación?
Sí, siempre hay. Pero nosotros estamos fuera del Parque. Y lo que sería una aberración es armar una vía ferrata donde hay una vía de escalada. Las vías ferratas se arman como para dar acceso a otros lugares. Y de hecho está cambiando tanto el clima, los glaciares están retrocediendo tanto, que a futuro es probable que se armen vías ferratas en algunos lugares que hoy dan acceso al Torre o al Fitz Roy, para asegurarte cuando vas a escalar, y que no te mates en el lugar más tonto. Porque ahora se accede por algunos lugares en los que hay hielo, pero es probable que no haya más hielo en los próximos años.
¿Seguís escalando?
Sigo escalando, pero más que nada escalada deportiva, en el muro del Club Andino, o las paredes de acá o de otro lugar, Piedra Parada, Bariloche, en algún viaje. Ya no hago alpinismo. Prefiero la escalada deportiva, el esquí de travesía, el trekking. O el parapente, que me encanta.
¿Cómo lo descubriste?
Hace casi 25 años hice un vuelo con un amigo amigo suizo en Interlaken. Me había gustado, pero me quedó como pendiente. Aprendí a volar hace 13 o 14 años en Tandil, y volé en varios lados. En estos dos últimos años con la pandemia, como no tenía compañeros pilotos de acá, decidí empezar a formar gente porque soy instructor de la Federación Argentina de vuelo libre. Me puse a enseñar ad honorem a amigos, y se armó un grupo como de diez parapentistas, que están viniendo a volar acá porque el clima ha cambiado un montón. No es bueno para los glaciares, pero sí tenemos veranos más moderados, con mejor clima, pocos vientos, y le está dejando una ventanita abierta al parapente.
¿El parapente y la escalada tienen relación?
Sí, hay una relación entre todos los deportes de aventura: parapente, kayak, escalada, paracaidismo, ciclismo de montaña, esquí, todo lo que tiene que ver con esa pequeña dosis de adrenalina, que está buena, que me gusta, siempre en el marco de las actividades, a esta altura del partido, controladas. Todo esto puede sonarle extremo a una persona que no hace estos deportes, pero son actividades que pueden hacerse de manera recreativa. Respecto del parapente, lo que me gusta ahora es explorar nuevos lugares, hacer hike and fly, es decir caminar y volar, subir montañas, lomas, cerros, lugares equis que te proponen una caminata como disfrute en sí, y bajar volando.
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