Es una pieza fundamental de las que se exhiben en al Museo de la Gesta Güemesiana, junto a maquetas que recrean su vida y batallas.
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“No tenemos certeza de quién lo hizo, cuándo, ni dónde. No tiene firma, ni iniciales… Pero se está investigando”, anticipa María Campero de Larrán, encargada de conservación y restauración del bicornio del General Martín Miguel de Güemes que se expone en el Museo Histórico del Norte, en Salta. “Es el sombrero de gala que el prócer usaba para las ocasiones especiales”, agrega la encargada de la museografía de la institución, en el marco del bicentenario de la muerte del máximo héroe de los salteños.
Antiguo cabildo y también cárcel, el museo es cita obligada en la capital de la provincia. Ubicado sobre la calle Caseros, frente a la plaza 9 de julio, data de 1626 y la solidez de su construcción se percibe en las distintas áreas y patios.
El bicornio que fue restaurado por los 200 años de la muerte del General –ocurrida el 17 junio de 1821–se expone en un rincón, cubierto por una vitrina, a resguardo de las multitudes, de la luz y de la humedad.
“Le devolvimos estabilidad para que perdure en el tiempo. Nuestro objetivo es alargarle la vida”, apunta Mirta Paz, que es bibliotecaria y especialista en conservación, quien junto a María trabajó sobre esta pieza fundamental del Museo Histórico del Norte. “Buscamos que el observador pueda hacer una lectura cabal de cómo era”, agrega Mirta que lo logró con un equipo de quince personas que trabajaron durante 26 días en jornadas de cinco horas. Todo con el nivel de concentración y detalle que requiere una pieza histórica de semejante envergadura.
María cuenta que el sombrero llegó al museo a mediados del siglo pasado gracias a una donación de la familia Lima Graña, que son descendientes de Güemes. Misterioso porque no se sabe quién lo hizo, y además atractivo por el nivel de detalle de su confección, fue un accesorio excepcional en la vida del joven general. “Lo restauramos porque tenía fatiga de materiales. Las mostacillas se empezaron a caer porque el soporte que las sostenía se descompuso. Hay que tener una gran paciencia para trabajarlas. Tienen agujeritos minúsculos que solo se ven con lupa, por donde se enhebran los hilos”, cuenta María una vez dentro de la oficina donde lideró el equipo de especialistas a cargo de la reconstrucción.
“Logramos usar materiales originales para que el visitante se encuentre con una pieza lo más similar posible a la original. De eso se trata restaurar: de respetar el objeto completo”, apunta. Y explica cómo lograron la restauración de las flores blancas que lo decoran, así como de los canelones que integran la guarda. “Es una pieza del siglo XVIII. Por eso al soporte, que es de raso de seda, no podíamos sobrecargarlo cuando reparábamos la guirnalda”, agrega María.
Mirta, en tanto, acota que la vitrina que lo recubre tiene que estar en un lugar de luz suave, con temperatura ideal a 18 a 22 grados (siempre medida con un termómetro) y libre de toda humedad, para lo que usan gel de silice en el interior del sombrero. Sobre ese punto, las especialistas detallan que parte del deterioro del sombrero tuvo que ver con una columna del museo que escondía un sector con humedades.
María cuenta que hoy el bicornio solo tiene una rotura de un centímetro en el cuero, que ante el ojo desprevenido del visitante común resulta imperceptible. “Una parte se había puesto amaderada. Es decir, dura. Entonces lo sobamos con el dedo y guantes. Sin nada de agua. Simplemente lo tocamos, para que se vaya ablandando”, agrega Mirta. Explica que las plumas que se ven son originales de avestruz, que lo dorado es estambre y que tiene galones bordados de hilos de oro en punto espiga. Y que, según estudios realizados especialmente por una geóloga, las mostacillas son de crisocola, una piedra mineral.
“Cuidar el patrimonio salteño y nacional es una gran responsabilidad, además de un motivo de emoción. Cada vez valoro más el sacrificio que hizo la gente del norte por la Independencia. Tanto Güemes, como sus soldados y las familias salteñas que donaron plata”, reflexiona María, que es porteña pero ama su provincia adoptiva. Entonces Mirta, que sí nació en Salta, concluye: “Los salteños somos muy güemesianos. Y los turistas que llegan a Salta y descubren la historia de Güemes, se hacen güemesianos”.
Güemes en maquetas
En el marco del bicentenario, no sólo el Museo Histórico del Norte es de visita indispensable. También el Museo de la Gesta Güemesiana, en San Lorenzo, a 10 km del centro de la capital. Allí nos recibe Fernando Gutiérrez, director del museo que desde 2015 funciona dentro del fortín Juan Carlos Dávalos, que tiene 54 años y es uno de los 200 fortines salteños dedicados a trasmitir las tradiciones de los gauchos del Norte.
El valor agregado de este lugar es el recorrido por las salas con 18 maquetas que reconstruyen la infancia, las batallas, los grandes encuentros y la muerte del General Martín Miguel de Güemes. Obra de los artesanos jujeños Luis Alberto y Mariela Morales, es una sucesión de figuras y escenarios montados con un nivel de detalle sorprendente. Ofrece además la posibilidad de darle play a una voz en off que hace el relato de lo que expone cada vitrina, entre efectos de luces y sonidos acordes a las circunstancias de lo que se está contando.
“Güemes hizo su bautismo de fuego en la Primera Invasión Inglesa. Fue sobre el río de la Plata, en Retiro. Los cañones estaban a veinte metros de lo que hoy es el Hotel Sheraton. Tuvimos la suerte de que ese día hubiera bajante y un barco inglés encalló”, recrea Gutiérrez frente a la impactante maqueta que representa la primera gran batalla que peleó Güemes, nacido el 8 de febrero de 1785 en Salta e hijo de un español, Gabriel de Güemes Montero, que era tesorero de la corona en la Real Hacienda de la Gobernación del Tucumán.
Entonces también nos encontramos con la escena del pacto que Güemes hace con José Rondeau, donde un espejo permite que se vea el rostro de ambos protagonistas. “Pacto fundamental para la ejecución del Congreso de Tucumán”, destaca Gutiérrez. Y se detiene a analizar el vínculo del salteño con otros grandes personajes de su tiempo. “Muchos lo trataban como a ‘un negrito del Norte’ y no lo respetaban, ni reconocían. Eran encumbrados militares de Buenos Aires que habían estudiado en Europa. Claro que no es el caso de Juan Martín de Pueyrredon, que era su amigo y lo valoraba. Ni de José de San Martín, que lo admiraba tras sus batallas ganadas, le escribió una carta encabezada como ‘amado Güemes’. Manuel Belgrano, en tanto, en un principio lo retó por las macanas personales que se había mandado –había estado con la esposa de un camarada–, pero luego lo apreció mucho”, reflexiona Gutiérrez.
Frente a una maqueta que lo muestra con sus soldados, el director del museo marca el guardamontes que usan los salteños a caballo para protegerse de las espinas de la vegetación del monte. Entonces comenta que Güemes creó Los Infernales cuando era gobernador. “Era una milicia gaucha de uniforme rojo. Gente de campo que descendía de nativos, de españoles, de italianos... Peones rurales que conocían el terreno como la palma de su mano. Hombres nobles y leales que murieron por la Patria, pero que podían ser retobados y había que saber liderar”, reflexiona. Agrega que por esta milicia es rojo el poncho salteño, creado en 1931, para homenajearlo. Y cuenta que Güemes usaba la sorpresa para el ataque –eso que se llamó guerra de guerrillas–, y no las estrategias napoleónicas, que le daban malos resultados. Destaca a Macacha, su hermana, como autora de las tareas de inteligencia de sus ejércitos, con una eficiencia tal que “parecía la CIA”.
Ante las escenas de la muerte de Güemes, Gutiérrez repasa: “Fue herido en lo que hoy es Belgrano y Balcarce, en Salta capital. Lo trasladaron a la Quebrada de la Horqueta, donde sobrevivió un tiempo. Finalmente murió en 17 junio de 1821, a los 35 años, pero para proteger su cuerpo lo escondieron, y pudieron llevarlo a Salta para enterrarlo con honores el 14 de noviembre de 1822, en una iglesia que ya no existe más. Ahí desfilaron sus dos hijos huérfanos. Porque Carmen Puch, la madre de ellos, también había muerto”.
Apunta que hoy Güemes descansa en el Panteón de las Glorias del Norte, en el ala izquierda de la Catedral de Salta. “Siempre sentí que está bueno que haya partido joven. Aunque muchos festejaron su muerte… Mirá si no lo que le pasó a San Martín, que murió pobre y exiliado”, piensa en voz alta Gutiérrez mientras destaca los valores y la mirada social de Güemes, que creó un foro gaucho para beneficiarlos. “Recién se lo empezó a reconocer en 2016, cuando se lo declaró héroe nacional, como a San Martín y Belgrano. Sin embargo, todavía falta que mucha gente valore a este prócer que los salteños adoran y que representa todos los principios de nuestro Himno Nacional”, asegura Gutiérrez.
Datos Útiles:
Museo Histórico del Norte. Caseros 549, Salta. T: (387) 421-5340. www.museodelnorte.cultura.gob.ar Sobre un edificio de estilo barroco con elementos neoclásicos, conserva, además del bicornio de Güemes, piezas de las primeras aldeas agrícolas de la región, obras de arte sacro y mobiliario litúrgico. La exhibición permanente Los orígenes de nuestra historia repasa el devenir de la provincia. Y la muestra Gauchos salteños, historia viva, homenajea al General y a su gente. Abre de martes a viernes de 9 a 17 horas. Sábados y domingos de 14 a 18. Entrada gratis.
Museo de la Gesta Güemesiana. Mariano Moreno s/n, San Lorenzo, Salta. T: (387) 408-9292. Dentro del fortín, este fascinante museo con maquetas artesanales y una puesta sorprendente abre de 10.30 a 13 horas y de 15.30 a 18 de lunes a sábados. Domingos, sólo de mañana. Entrada, $400.
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