Con estilos muy personales e historias de vida increíbles, seis creadores abren sus espacios de trabajo y muestran los resultados de su inspiración.
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Así como hay 46 comunidades originarias en Humahuaca, los artesanos de esa y otras ciudades de la Quebrada despliegan allí sus talentos en formatos múltiples. Hay quienes dominan la cerámica pero en soportes inusuales, como por ejemplo los murales; están también los que alternan la alfarería con el encanto de las coplas, los que trabajan la madera como si fueran rompecabezas en 3D, los que le ponen su impronta manual a la producción en escala y los que tienen una historia de vida sorprendente. A continuación, seis de ellos presentan sus espacios de trabajo y comparten algunos de sus secretos.
Leocadio Toconas: la cerámica y el canto
En pleno centro de Humahuaca, unas antiguas y coloridas puertas de madera se abren hacia unas estanterías atiborradas de piezas. Animales del norte, vasijas, figuras humanas, cardones y pastores comparten los laterales del taller y local de Leocadio Toconas.
El artista revela algo sorprendente: hay que madurar la arcilla, como si fuera materia viva. “Es importante dejarla durante un año en un pozo. Se la tapa con cueros hasta que las raíces y demás impurezas orgánicas se deshacen y se forma una pasta lisa”, alecciona.
Leocadio trabaja cada una de sus piezas únicas sin torno, sin moldes. En algunos casos, le insumen una semana entera de labor a este hombre que se presenta como artesano desde sus 8 años.
“Nací en Pueblo Viejo, una comunidad de unos 200 habitantes que está 40 km al norte de Humahuaca. Mi abuela, mis tías, mi mamá eran alfareras. Ellas me enseñaron. Las piezas que son ornamentales pueden hacerse con arcilla pura. Pero en el caso de las ollas, los cántaros (para almacenamiento), los virques (se usan para la chicha) y los yuros (son para hervir agua) deben prepararse con una mezcla en la que se incluye pirca y laja volcánica para que no filtren”, explica.
El alfarero tiene otra pasión: tocar la caja. “Soy coplero y le canto a los amautas, que son los abuelos sabios de mi comunidad, a los animales y las plantas, que son nuestros hermanos. Creo que uno puede crecer a través del arte”, asegura.
Los Esquibel: la nobleza de la madera
Sumaj (nombre de raíces quechuas) y Marcos Esquibel son hermanos e hijos de un artesano de la madera, que los llevaba a su taller de Palpalá desde que eran muy pequeños. “Heredamos la sensibilidad”, dicen. Y la vuelcan en el tallado de piezas de cedro, especialmente, porque es “muy maleable”.
Aseguran que la definición de artista y la de artesano “es un gran debate”, aunque conceden que una lleva a la otra. “Son cosas distintas. Un artesano es quien trabaja con productos en serie. Un artista, en cambio, hace piezas únicas”, diferencian.
Pero Sumaj y Marcos desarrollan ambos saberes. Tallan desde delicadísimas tablas para picadas que venden en San Salvador, hasta muy complejas esculturas gigantes, por encargo. “Componemos figuras ensamblando maderas, como si armáramos un rompecabezas en 3D”, explican mientras muestran un cóndor de enormes dimensiones que ocupa gran parte del galpón-taller.
También restauran altorrelieves históricos, algunos de organismos públicos y otros particulares, y hacen pequeñas piezas para ofrecer en el circuito turístico, como unas muy simpáticas llamas pintadas con los colores de los paisajes andinos.
Ganadores del primer premio en el Concurso Nacional de Tallado de Madera que se hizo en Chaco en su debut como participantes, cuentan con el aporte creativo del tercer hermano de la familia, Matías, quien también fue distinguido con el galardón máximo en el Salón Provincial.
Mates en serie, pero con arte
En Uquía, una llama hecha en piedra, sobre la Ruta Nacional 9, es punto de referencia porque es imposible ignorarla: tiene 6 veces la medida de un animal real. Es el imán para los que visitan Arte Guanuco, un mega tinglado repleto de artesanías de todo tipo.
Pero lo más interesante está donde ese galpón termina. Tras cruzar un patio, funciona el taller. Y ahí se puede ver en acción a los artesanos, que le ponen corazón a las piezas hechas en serie.
José, por ejemplo, es capaz de modelar un mate en 45 segundos. Mirarlo trabajar la arcilla en el torno, como bien supo el director de Ghost, es hipnótico. Sus manos, apenas asistidas por alguna que otra herramienta, hacen magia solo con esa materia prima moldeable y agua. Luego del secado, se completa el mate con una serpiente que da forma a la asa, se lo decora con dibujos de llamas, se lo pinta.
Al lado del artesano se exhiben cuencos, jarrones, vasijas y toda clase de objetos decorativos en dos mesas. Una tiene elementos de base marrón, decorados con tonos verdes, rojos, beige. “La pintura se crea a partir de engobe, que es tierra de los cerros que se muele y se mezcla con agua”, explica.
Sobre la otra reposan piezas únicas, hechas una a una y pintadas íntegramente de color negro. “En el torno se pueden hacer unas 500 piezas por día. Las que son íntegramente a mano, en cambio, llevan tal vez una quincena de trabajo cada una”, diferencia José.
Ricardo Ríos: la libertad de crear
“Nunca estudié ni nadie me enseñó. Aprendí las expresiones de observar a la gente del norte. Y las dimensiones, escalas y movimientos de las figuras humanas, de mi propio cuerpo”, asegura Ricardo Ríos, alfarero de Palpalá.
Ya perdió la cuenta de los premios recibidos. Apenas sabe que una obra suya está en manos de la reina Máxima de Holanda, que Mirtha Legrand tiene otra, que muchas engalanan embajadas argentinas en distintos países del mundo. De hecho, el 80% de los que compran sus trabajos son extranjeros.
Desde la década del 90 está al frente de Artesanía Munay, palabra que en quechua significa Amada, y es además el nombre de su hija. En el taller montado en el gran living de su casa, trabaja la arcilla sobre una mesa grande de madera, rodeado de algunas de sus obras.
Hay pocas, porque prácticamente vende todo lo que hace. Algunas piezas son medianas, y otros trabajos llegan a medir casi medio metro de altura. “En una exposición llegué a hacer una obra con 60 kilos de arcilla”, recuerda. Todas sus piezas son de estilo expresionista, y muestran a hombres y mujeres sonrientes, cargando leña, pastoreando, tocando la quena, llevando vasijas.
Protagonista del corto documental Ricardo Ríos… Sueños de arcilla, dirigido por el consagrado cineasta Miguel Pereira, recuerda que sus bisabuelos “hacían ollas” en el sur de Bolivia.
“Mis primeras obras no las pintaba. Desconocía que podía hacerlo con tierra de los cerros. Me lo reveló un colega generoso de Humahuaca. Y tampoco las horneaba. Luego aprendí que la temperatura es importante porque les da solidez”, confiesa.
Si se le pregunta cómo empezó con la alfarería, la que responde es Paulina, su mujer. Contesta sin palabras: acerca un recorte de un diario local, donde se cuenta que Ríos estuvo detenido y, como pasatiempo, hacía figuras con miga de pan. Tras una huelga de hambre fue trasladado a Capital Federal, donde con crealina empezó a hacer réplicas de obras de Miguel Angel. Posteriormente, el Patronato de Liberados lo ayudó a participar de una muestra y le consiguió un horno que fue un disparador para su creatividad.
Vitaliano Sala: cerámica en formato no tradicional
Un elemento tan tradicional como la cerámica, combinado con materias primas locales y motivos de la zona, puede dar origen a piezas artísticas de formato innovador. Eso es lo que pensó Vitaliano Sala, reconocido profesor de alfarería de Humahuaca, por lo que puso manos a la obra con su hijo y otras dos artesanas para crear los primeros murales de cerámica en la localidad.
“Nuestra idea es instalar pronto en plazas de Humahuaca murales, de 1 m de alto por 1,40 m de ancho, con composiciones que reproducen motivos de petroglifos (grabados en piedra) y pinturas rupestres”, explica el artista.
Como punto de partida tomó los elementos que pueblan el Cerro Negro, y piensa luego reproducir los dibujos que pueden observarse en la zona de Inca Cueva.
“Queremos que las obras tengan el valor agregado del patrimonio cultural local, y que sirvan como aporte -dice- para sostener el turismo. Más allá de estos grandes murales, también pensamos hacer piezas más chicas, a modo de artesanías para los visitantes, siempre trabajando con engobe (tierra de los cerros), pirca y arcilla, la materia prima de la alfarería tradicional”.
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