Son sitios especiales con propuestas que despliegan todos los mimos para el huésped. Nuestros elegidos están en la ciudad de Córdoba, en Villa La Angostura, Sarah, Purmamarca y Ushuaia. Ideales para una escapada en cualquier momento del año.
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Mesas que deparan una fiesta para los sentidos, vistas maravillosas, baños al estilo romano, servicios personalísimos, un spa junto al bosque, cuartos acondicionados para el relax total, son algunas de las alternativas que proponen nuestros cinco hoteles elegidos en destinos tan diversos como la ciudad de Córdoba, Sarah (La Pampa), Purmamarca, Villa La Angostura y Ushuaia. Solo es preciso decidirse y armar las maletas.
Azur Real Hotel Boutique
El encanto de los baños romanos
A sólo cuatro cuadras de la manzana jesuítica, en el corazón de la capital cordobesa, Azur Real sorprende con su singular propuesta. El sitio ocupa un antiguo edificio de 1915 que se revela en la fachada señorial, las molduras, la carpintería y las paredes de ladrillo visto. Por dentro, la arquitectura clásica se conjuga con una ambientación de vanguardia que nos trae a estos días con todas las comodidades para satisfacer la exigencia de la vida moderna, y un poco más.
Sin embargo, el gran atractivo del lugar son los baños que se armaron sobre las ruinas de una antigua construcción jesuita, hallada en el subsuelo del edificio. El circuito de aguas se diseñó siguiendo las costumbres de los antiguos baños romanos, griegos y otomanos. Además del clásico recorrido por el Templarium & Frigidarium, Tepidarum, Caldarium, se sumó el Balneum un área con cuatro bañeras para inmersión con fragancias y diferentes temperaturas. También hay salas de relax y masajes para sumar mimos a la estadía. Iluminado con luz sutil y velas aromáticas, inundado de perfumes suaves y con la temperatura exacta, este espacio es un sitio mágico.
Las 14 habitaciones son amplias y luminosas, cuentan con sábanas de percal americano de 180 hilos, toallas y batas de algodón egipcio y bacha doble en los baños.
Bruma, el restó propio, ocupa la terraza y fue remodelado recientemente. Aquí la cocina está a cargo de Bruno Martín y Gonzalo Oliverio y tiene como premisa la elaboración in house de todos los productos con insumos frescos, locales, orgánico y de temporada. Los almuerzos y cenas se arman a partir de un menú de pasos que va cambiando con el tiempo. Los desayunos y las meriendas se sirven con deliciosa panificación y pastelería propia. La Apericena es la opción del atardecer, un tapeo informal que se acompaña de aperitivos, variedad de cervezas o espumantes y se disfruta con la caída del sol.
La Pampeana
Una mesa inolvidable
La propiedad está ubicada a 2 km del pueblo de Sarah en el norte de la provincia de La Pampa. Una avenida de eucaliptos conduce hasta la escalinata de mármol que precede la entrada a la antigua residencia de estilo normado. Al final, la maciza puerta de cedro devela el interior ambientado con extremo gusto.
Las cinco exclusiva habitaciones –girasol, trébol, alfalfa, soja y cardo– tiene todas las comodidades para el disfrute de los huéspedes. Después está la piscina, la cancha de polo y hectáreas de llanura para caminar, dedicarse al avistaje de aves o salir en plan cabalgata.
La Pampeana tiene una historia de larga data, pero fue Betina Lago, una de las herederas, quien decidió convertirla en hotel. Hace unos pocos años emprendió el proyecto junto a su marido el chef español Javier Araujo Montes.
La cocina equipada con la última tecnología sorprende al recién llegado. Allí Javier elabora el menú de 9 pasos que cambia todos los días. Los productos son de extrema calidad y todo, pero todo, se elabora allí mismo, incluso los croissants y los brioches que se hornean minutos antes de llegar a la mesa. “Prometemos la mejor experiencia gastronómica de la vida”, asegura Araujo y cuenta con orgullo que muchos huéspedes han partido de La Pampeana con lágrimas en los ojos.
La propuesta sintetiza el recorrido de este chef por el mundo: aperitivos de coco y cebolla, ensalada de bacalao y gazpacho, revuelto de morcilla con croqueta de arroz, merluza negra confitada, lomo con chipá de palta, entre otros. Algunos pasos invitan al juego con los sentidos, es el caso del helado de tabaco que se sirve previo lavado de manos con whiskey, una práctica que permite emulsionar la bebida sobre la piel para que desprenda los aromas necesarios que llevan a degustar este particular helado y construir la experiencia perfecta.
El Manantial del Silencio
El universo andino ahí nomás
Ubicado al pie de los Andes, en el encantador pueblo de Purmamarca, este establecimiento fue pionero en la hotelería boutique de la Quebrada de Humahuaca. El Manantial del Silencio abrió sus puertas en 2001. El edificio recrea el estilo colonial y también las técnicas constructivas de antaño: adobe para las paredes y cañas huecas para los techos. Por dentro, la ambientación fue cuidadosamente diseñada en sus 18 suites con muebles, tapices y objetos que alguna vez pertenecieron a las familias históricas de la región.
La cocina andina del restaurante es el otro eje de la propuesta. Al frente está el chef Sergio Latorre, un estudioso de la gastronomía local y un investigador incasable, cuyos saberes se vuelcan en la carta que se ofrece a los huéspedes. Latorre es además un pionero de la cocina gourmet andina y un amante de los productos nativos: papas oca, habas, quinoa, amaranto, llama y queso de cabra son ingredientes habituales en sus platos. Entre sus clásicos más celebrados vale mencionar el bife de llama con timbal de quinoa, el cordero prensado con humus de habas y a la hora del postre, la crème brûlée de coca.
El spa es otro precioso reducto del hotel que propone una serie de alternativas que apuntan al relax y la armonía.
Calfuco Wine Hotel & Spa
Relax y placeres
Son solo 14 habitaciones rodeadas del bosque patagónico, cuyas vistas se abren hacia el Lago Nahuel Huapi. El sitio es un reducto para hedonistas, diseñado para el disfrute de los sentidos. Los cuartos fueron pensados con dimensiones generosas y un mix de colores y materiales cálidos que invitan al relax.
La cava de Calfuco que hoy cuenta con 800 vinos (720 tintos y 80 blancos) está en proceso de crecimiento se, se cree que este año llegarán a las 1000 etiquetas. El sitio tiene mística propia y es el espacio elegido para las degustaciones con los popes de las bodegas más importantes del país. Estos eventos que se organizan cada tanto con fechas puntuales se acompañan de una cena de pasos diseñada en el restó propio, abierto a huéspedes y no huéspedes.
La cocina a cargo de María Inés Reybaud (chef y una de las propietarias) y Maximiliano Raimil, tiene una carta audaz y sofisticada que se renueva cada temporada. Entre las novedades que prometen para la temporada que inicia en unos días está un plato a base de conejo, una propuesta poco habitual en la mesa de la zona.
El spa ubicado en el subsuelo cuenta con piscina climatizada y sala de masaje con vistas a la cascada. El área se continua en el exterior con un deck y una gran tina donde uno puede dejarse llevar sumergido en el agua y rodeado por la avasallante visión de bosque.
Para el próximo verano el hotel contará con aire acondicionado en todos sus cuartos, un detalle extra pensado para los verano más cálidos que, de tanto en tanto, acontecen en el suelo austral como parte del cambio climático de los últimos tiempos.
Tierra de Leyendas
Con impronta austral
Hace unos años cuando Sebastián García Cosoleto y María Paz Muriel – Maia – decidieron abrir un hotel en Ushuaia pensaron en una suerte de casa de huéspedes, un sitio de ambiente cálido –incluso familiar– con servicios de excelencia. Ese fue el corazón del proyecto y hoy la pareja exhibe orgullosa el logro.
Maia es licenciada en turismo, oriunda de esta ciudad y descendiente de los primeros pobladores. Sebastián, su marido, un reconocido chef que le imprimió al hotel su impronta en la cocina.
Tierra de Leyendas abrió en 2005 con siete habitaciones. Los cuartos tienen el encanto adicional de las vistas, ya que todas poseen maravillosas panorámicas al Canal Beagle o a los Andes. Cado una lleva el nombre de una leyenda local: La Coqueta, Los Yámanas, El Páramo, Inmigrantes… que se explica con un entretenido relato, ideal para leer mientras el viajero desarma las maletas y se acomoda en el lugar. La ambientación exhibe señales de los usos y costumbres locales. Además, cuenta con una frondosa biblioteca donde se puede descansar al regreso de las excursiones mientras aprende algo nuevo de la historia y geografía patagónica.
La cocina de Sebastián se abastece de la huerta propia cultivada pacientemente en el invernadero. De ahí allí proviene todas las hojas verdes, las aromáticas y las frutillas. La carta que privilegia los productos locales por eso las estrellas del menú son la centolla, la merluza negra y el cordero. En los platos en conjuga la intención de trabajar con la cocina regional y la filosofía del movimiento slowfood. El restó, solo abierto a los huéspedes durante la cena, requiere reserva previa.
En cuanto a los desayunos, aquí son un verdadero hit. Sebastián hornea a diario panes, muffins y bizcochuelos que se sirven cada mañana con mermeladas caseras. Por la tarde, amasa medialunas que llegan a la mesa con un chocolate humeante, justo para el regreso de los esquiadores.
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