En 140 metros cuadrados que conservan sus rasgos originales, una vivienda ecléctica y colorida es el hogar de Mariela Ivanier, donde lleva un estilo de vida atípico, y le da refugio a sus más de 300 obras.
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A unos pasos del Palacio Barolo, entre Bartolomé Mitre y Teniente General Juan Domingo Perón, se extiende una acotada callecita con ocho edificios construidos en espejo. La simetría en su arquitectura la diferencia de cualquier otra arteria de la Ciudad de Buenos Aires. Y es que el pasaje Dr. Rodolfo Rivarola es un ícono escondido que combina el espíritu Beaux Arts con una calma poco común en el microcentro porteño.
En sus casi 100 años de historia, ha albergado oficinas, residencias, consultorios y emblemáticos locales comerciales. Hoy, su perfil se inclina más hacia lo cultural. No es casualidad, entonces, que Mariela Ivanier eligiera trasladar su vasta colección de arte a este pintoresco rincón de estilo parisino y asentar allí su vida cotidiana.
Al igual que los cinco edificios de la cuadra, la entrada al 139 rememora las características puertas europeas del siglo XIX: imponente, de herrería artística color negro y con un picaporte que solía ser de bronce, pero que fue reemplazado -al igual que el panel del timbre- para evitar más saqueos. Pisos de mármol y una extensa alfombra roja conducen a un ascensor “jaula” de notable apariencia.
A diferencia de las fachadas y los halls originales, que permanecen intactos en su clasicismo, el interior de los departamentos es ecléctico ya que se adapta al gusto de cada propietario. El de Mariela mantiene su esencia original, con pisos, ventanas y puertas de un noble y macizo roble. En las paredes blancas está el sello distintivo: están intervenidas con más de 300 obras de arte.
La mayoría de las lámparas bajas elegidas son vintage e histriónicas, mientras que las de techo, son luces de oficina que quedaron de la “vida anterior” del departamento.
En 2021, en plena pandemia, Mariela Ivanier se mudó del barrio de San Cristóbal al de San Nicolás donde vivía junto a su hija Mora, ambas “se independizaron”.
Junto a un vitral, el banco empotrado en la boiserie de roble es también un baúl secreto en donde hoy se guardan vinos.
Tras haber sido primero una vivienda y luego un estudio de abogados, al departamento lo único que le faltaba era luz -fue resuelto con un diseño estratégico de iluminación artificial- y color -que vino de la mano de las obras de arte y la decoración-.
A falta de balcón, un patio rectangular de paredes blancas se visualiza desde el interior y conforma una escena aparte.
Destinada al arte
De familia sanjuanina, Mariela Ivanier nació rodeada de arte. Sus padres, pertenecientes a la comunidad judía, tenían todo lo que necesitaban para armar su casa en Buenos Aires luego de contraer matrimonio así que los regalos de boda que recibieron fueron sobrecitos con dinero. La suma se iba a destinar a la que convertirían en la insignia familiar que los acompañó durante toda su vida: una obra de arte. Perteneciente al artista Luis Suárez Jofré, la pintura formó parte de mudanzas, cumpleaños, alegrías y tristezas. “Eso implicó que mi familia se fundó con una obra de arte y quedé signada”, reflexiona Mariela.
Desde que tuvo su primer departamento, Mariela se hizo una promesa: “no más reproducciones”. Aunque tardó un buen rato en armar su propia colección, rápidamente se tornó una linda adicción que incluso transmitió a su hija.
"Elijo lo que me emociona. En mi colección tiene una enorme representatividad la mujer porque me interesa bastante cómo nos vemos o cómo nos ven. Me gusta convivir con la imagen femenina."
Mariela Ivanier
A la hora de elegir las obras lo que la guía es la emoción. No tiene peros en cuanto a edad o trayectoria del artista, en efecto, sus obras combinan carreras jóvenes con consagradas y suelen llegar por azar. No hay tal proceso de elección de las obras más que frecuentar ferias de arte y su contacto con artistas y galerías.
La biblioteca es un salón acogedor para relajarse, mirar algo de televisión o leer. Cuenta con un diván para recibir visitas y un amplio mueble que por muchos años fue negro, pero ahora es violeta.
La relación con el artista es de suma importancia para la dueña de Verbo Comunicación, agencia boutique de prensa y relaciones públicas. De hecho, el autor o autora de cada una de sus pinturas conoce el lugar que ocupará en la casa. Así como ella recuerda el recorrido de todas las obras antes de llegar a su vivienda.
Miscelánea de color
Los colores son clave en este departamento que se asemeja a un museo, pero que es tan acogedor como un hogar. Cada uno de los cinco ambientes está subdividido según tonalidades acorde a las obras. El bar azul, por ejemplo, con su decoración, muebles y pintura al tono, transporta pacíficamente al mediterráneo.
Más allá de las obras, la decoración está presente en todo el departamento. Objetos propios y de artistas conviven en este mundo de color en donde todo tiene su lugar. Cerámicas, copas, cajitas, cuencos y jarrones sin modelo o estándar establecido. Un popurrí.
El juego en la paleta de colores continúa en las banquetas, sillas y almohadones, que comparten una intención común en su tapicería de pana. Es que, ecléctico y singular, todo rincón del departamento tiene la esencia de su dueña. “Es un estilo que tiene algo de infantil, muy colorido y femenino”, comenta Ivanier.
Carolina Antoniadis, Kuki Benski, David Sisso, Diego Perrota, Santiago Arce, Lisa Giménez, Ileana Hochmann o Gachi Hasper, son algunos de los artistas que dan vida a los pasillos y ambientes. Entre sus artistas más repetidos están María Paula Caradonti o Ricky Crespo, cada uno con nueve originales que acompañan su trayectoria.
A modo de tetris
A diferencia de su departamento anterior, en Rivarola hay más lugar para colgar su colección. Aun así, cada espacio está aprovechado y si no hay más, se lo encuentra. En realidad el desafío no está en colgar, sino en encajar en función de la disponibilidad.
Recientemente ganó una pared contigua al baño de visitas al retirar una puerta prescindible del pasillo. Esa búsqueda de superficies libres no sería posible sin su montajista, Mariana Gallegos, quien en una combinación perfecta, también enmarca.
De los 140 m2, el dormitorio es el ambiente destacado del apartamento. Contrario a la típica habitación minimalista acá nada es demasiado. El rojo predomina en todos sus aspectos.
Los muebles -casi todos de Salazar Casa- se camuflan entre cuadros, fotos y una considerable colección de anillos, collares y anteojos. El duvet de la firma finlandesa Marimekko es el toque setentoso final en su cuarto de revista
Un pasaje hacia París
Pasaron 30 años hasta que Mariela decidió buscar un departamento en el Pasaje Rivarola. Sin rodeos, visitó dos opciones y rápidamente se decidió por una. El departamento se encontraba en perfectas condiciones.
La mudanza tardó un poco más de lo esperado ya que la flexibilidad de movimiento post cuarentena no era la acostumbrada. Pero finalmente, y tras el trabajo conjunto entre las arquitectas Cinthia Atlas y Rosalba Smulevici, quedó listo en el espacio que hoy es el refugio de la Colección Rivarola.
Aunque silencioso hasta en la semana, uno de los encantos del pasaje es ser locación habitual para filmaciones cinematográficas, comerciales o de series. “Argentina 1985″, “El amor después del amor” o el reciente estreno de Star +, “Nada”, tienen escenas grabadas en Rivarola.
“Es un barrio muy céntrico y tiene abastecimiento moderado -cuenta Mariela Ivanier- El pasaje, que el año que viene cumple un siglo, está un poquito descuidado y es una pena que no se estén ocupando apropiadamente del mantenimiento y la puesta en valor como uno de los pasajes más antiguos de la ciudad. Desde el punto de vista personal, yo uso muchísimo mi casa. Organizo frecuentemente un evento que se llama ´Té de colección´, en donde invito amigos, conocidos y clientes a compartir mi colección de arte”.
Así, una vez al mes aunque sin frecuencia establecida, este departamento se llena de personas que la anfitriona selecciona con criterio y diversidad.
“Mis invitados interactúan y pasamos un evento social grato, vinculado también a la pintura, porque a mí me interesa mucho fomentar el coleccionismo. Pero yo no vendo arte -aclara Ivanier-, busco que les entusiasme. Que se den cuenta que no es ni tan caro, ni tan difícil y que queda bien, que es lindo vivir con obras de arte y el arte, como digo yo, te mejora la vida y eso lo promuevo mucho desde mi propia casa, con una rica comida, un buen vino y siempre pasa algo: alguien canta o alguien recita”.
Son tertulias culturales, que se dan en un umbral donde el tiempo tiene otra dimensión.
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