La popular compositora e intérprete nos abre las puertas de su casa, un lugar que refaccionó ella misma con diseño, respeto por las tradiciones y mucho expertise artesanal. Una tarde entre sus recuerdos, canciones y tragos, recorriendo su casa y restaurante.
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Cuentan que en Oaxaca se toma el mezcal con café; también cuentan que si subimos por las callecitas de piedra que conducen a cerro El Fortín, a pocas cuadras del centro histórico, llegamos rápidamente al particular universo de la cantautora Lila Downs. “Vivo acá hace diez años, vinimos después de estar una década en Nueva York y Ciudad de México. Yo crecí en esta región y mi mami siempre ha anclado aquí”, explica. El tema de la tierra y la matria atravesarán toda la conversación; hilvanando recetas, melodías y detalles que se desprenden de una misma filosofía de vida, profundamente ligada a su identidad.
“En mi familia la serpiente siempre ha sido muy importante, símbolo de la fertilidad” confiesa Lila junto a una escalera tallada a mano con diseño de culebras. Además de ser música, Lila estudió antropología y bellas artes, pasiones que dialogan en cada rincón de su casa. Aunque su explicación se remonta a mucho antes de la universidad: “El aprecio por todo esto viene desde mi niñez. En Tlaxiaco, donde crecí, los muros estaban cubiertos de fotos, pinturas, tejidos y la colección de piezas prehispánicas de mis padres”.
"Yo soy muy barroca, tengo miles de huipiles, rebozos, ollas de barro. Cuando conocí a Paul él tenia dos pantalones, cinco playeras, y su piano: esa simpleza me impactó, y nuestra casa es una síntesis de ambos."
Lila Downs, cantante y dueña de casa
Casa de músicos
El punto de partida para la casa de Lila y su esposo, el músico y productor Paul Cohen (quien falleció en 2022), fue una estructura preexistente a la que refaccionaron y ampliaron con la ayuda del arquitecto Guillermo De la Cajiga. El objetivo principal fue generar espacios agradables y cómodos, para llenarlos de música y músicos.
“Con Paul trabajamos durante dos años en una adaptación para Broadway de ´Como agua para chocolate´. Ese proyecto nunca se realizó, pero disfrutamos tanto componer en formato de taller, que quisimos generar eso en la casa: ocho habitaciones para hospedar a la banda”, cuenta la música. “Acá nos encontramos, comemos rico, bebemos lindo, creamos canciones... Es una experiencia maravillosa”, asegura.
Guardiana de tradiciones
Siguiendo la tradición materna, Lila construyó un temazcal en un rincón del patio, un ancestral recinto mesoamericano para baños de vapor que está vinculado a rituales de limpieza física y espiritual.
“Me encanta ir a los pueblos y mercados, vamos con mi mami que es la que me enseñó a valorar estas cosas”, confiesa. De San Juan Guelavía vienen algunos de los canastos maravillosos que tiene, mientras que muchos telares fueron hechos por “sus comadres” en la región Triquis. Esa madre, de la que tanto habla, es Anita Sánchez, una señora pequeña y muy amable que hace murales en mosaico con barro de Tlapazola y Atzompa, dos pueblos del valle.
Color coyote
Aunque los acentos cromáticos son parte de su estilo, la paleta que predomina en los diferentes espacios está inspirada en un algodón crudo indígena que llaman coyuchi. Este término se usa para describir la gama de tonos pardos, desde beige hasta canela, y proviene del náhuatl coyōichcatl que quiere decir “algodón color de coyote”.
“Creo que los colores tienen sus momentos. Es la expresión del alma, ¿no? Es una necesidad”
Tradicional y contemporáneo
Para dar forma a los espacios, se apoyaron en el talento de maestros y creativos de la región. Aunque la cocina respetó el formato tradicional mexicano, no faltan guiños contemporáneos. Los mosaicos calcáreos, por ejemplo, son obra del artista Francisco Toledo que trabajó junto a una fábrica local para relanzar el revestimiento tradicional en diseños más contemporáneos. Los techos son impresionantes bóvedas de ladrillo visto.
“Como estudié los textiles tradicionales, en mis comienzos yo me ponía mis huipiles y me miraban como bicho raro. Ahora todo el mundo lo porta con orgullo, creo que yo he contribuido mi granito de arena a eso.”
Hospitalidad oaxaqueña
Hace un tiempo que casi accidentalmente, Lila descubrió el universo de la hospitalidad. Estando de gira por el mundo, la cantante empezó a compartir su casa por AirBNB y la respuesta fue tan positiva que quiso seguir desarrollando proyectos en sus pagos. Así montó su restaurant y “foro” a pocas cuadras de su casa.
Sabores y sonidos de la tierra
A pocos metros sobre la misma calle, Lila y su familia crearon un restaurante en el que se propusieron honrar los ingredientes y recetas locales. Las cerámicas, textiles, y amabilidad oaxaqueña son los pilares de Humito, que hoy es prácticamente una extensión de su casa.
“Seguimos con esta maravilla de que acudan a nosotros. Es lindo porque cuando vienen huéspedes, vienen a escuchar y conocer un poco mas de Oaxaca”
“Yo quizás he contribuido a que vengan viajeros también… La gente que sigue nuestra música y nuestra narrativa es consciente de ciertas cosas y las sabe valorar”, reflexiona Downs. No es extraño cruzársela ahí tomando el trago que lleva su nombre: un cóctel de camote, miel de agave, flores y mezcal.
En la planta alta, las vistas de los cerros se disfrutan con música en vivo de artistas regionales en 8 Temblor, bautizado en homenaje a una reliquia mixteca que encontraron en las cercanías del lugar. “Cuando yo empecé era bien difícil, los espacios no te cuidaban, tenían un sonido terrible, uno se sentía como parte del servicio”, cuenta. Su propósito fue ofrecer a los músicos un espacio en el que pudieran sentirse respetados.
“Este espacio me ha dado tantas alegrías, es un orgullo. Quizás si yo quisiera no girar tanto, podría dedicarme a recibir gente, hacer mis canciones y promover la cultura. Estar más aquí, en el restaurant, con la familia y los hijos que van creciendo y me necesitan… Los tiempos cambian, debemos planearlos para estar donde somos felices. Eso es lo importante”.
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