La necesidad de generar un lugar de trabajo en casa fue el puntapié de una renovación respetuosa y una nueva distribución acorde a la dinámica familiar.
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La historia de esta casa tiene que ver con saber esperar y con confiar en que lo que es, será. Cuando Bárbara la descubrió, esta vivienda tenía más de 80 años de historia y unos dueños que la habían amado tanto que no buscaban venderla, sino encontrar a quien supiera habitarla y quererla como se lo merecía. Algo vieron en ella, en su marido y en su pequeña hija que les dieron el sí. Y, en ese momento, los tres empezaron a escribir su propio capítulo.
Años más tarde, el día a día les mostró que necesitaban un espacio de trabajo cómodo para toda la familia. Entonces, se propusieron quitar los tanques de agua, los trastos viejos y el polvo del altillo (hasta ese momento inaccesible) y conquistarlo. El espacio estaba, solo hacía falta una pizca de ingenio para abrirse paso e incorporarlo sin alterar la estética general.
Así fue como llegaron al estudio OrdoñezWenzke, que –aprovechando la iniciativa– sugirió reconfigurar la distribución original para adaptarla a las nuevas maneras de vivir: renovaron la cocina, el lavadero y el toilette en la planta baja, y consiguieron sumar un nuevo baño para la hija en el nivel superior. Además del alcanzar la cumbre en el altillo, claro.
Reformar sí; conservar detalles originales, también
Los dueños procuran que cada mueble, obra u objeto que hace parte de su hogar esté hecho en la Argentina. Porque les gusta su estética clásica y moderna, la mayoría de los muebles son de La Base (ex Net Muebles) como los banquitos de petiribí o la lámpara de pie negra.
"Me encantó que los arquitectos coincidieran en respetar los detalles originales. Tampoco se dejaron atrapar por la euforia del cambio: tuvieron nuestra misma filosofía de decantar las cosas."
Bárbara, dueña de casa
"El mayor desafío fue dejar atrás las situaciones de arquitectura vieja, de espacios sectorizados, y abrir la planta para adaptarla a un modo de vida más actual."
Arq. Florencia Ordóñez, estudio OrdoñezWenzke
Detalles de época
En el living-comedor se restauró el parquet original. Además, se conservaron los excepcionales vanos, los nichos lobulados y las molduras del cielo raso.
En el contexto de la cuarentena, la mesa se transformó, también, en escritorio y superficie de trabajo general. “La vida familiar a veces sucede toda en un mismo ambiente”, cuenta Bárbara.
“Como mi marido es docente de literatura y yo soy curadora de arte, hay libros por todos lados. Pero en el comedor armamos la biblioteca ‘dura’, donde conviven las colecciones, los clásicos, los libros sobre teoría del arte, feminismo…”
Cocina nueva de divino diseño
“Buscamos una estética canchera pero con un lenguaje atemporal, para que la inversión resultara duradera”, dice la arquitecta. Así se pensó esta cocina, integrada al comedor y acomodada a lo largo, con techo vidriado existente que la pareja quiso conservar por el momento.
"Hoy, todos trabajamos, mamá y papá; los chicos estudian; las actividades y el ocio se comparten. Uno cocina mientras otro hace la tarea… El logro fue unificar esa variedad de programas en una casa de esta escala"
Arq. Florencia Ordóñez, socia del estudio OrdoñezWenzke
Para evitar las alacenas (que restan comodidad en la mesada y suelen representar un exceso de carga visual) sin resignar espacio de guardado, el Estudio suele apostar por el recurso de la despensa. En este caso, se configuró en lo que era el antiguo toilette, junto a la cocina, y se creó uno nuevo más cerca del acceso.
Dormitorios a la antigua
“Me encanta que los dormitorios sean los típicos de una casa vieja: gigantes. Cuando un ambiente es amplio, nos gusta mantenerlo libre de muebles”.
En el cuarto de su hija, empapelado ‘Bosque’ (Tónica), estantería de madera (Mesopotamia), silla, mesa y banco (todo de No Label). El baño era un antiguo espacio de trabajo. Se hizo a nuevo en terrazo continuo (Pimux),
Conquistar las alturas
El altillo, que contenía únicamente los tanques de agua y era inaccesible, se pudo incorporar a la vivienda como un nuevo estudio con biblioteca –fundamental para esta pareja de amantes de los libros y el arte– gracias al refuerzo de la estructura y a la generación de un nuevo tramo de escalera.
La escultural escalera conduce al altillo. Realizada en una sola pieza de chapa por el Estudio, se despega de los muros y se delinea con una delicada baranda de caño que se apoya en un único punto de la pared. Funciona como elemento de transición entre la arquitectura preexistente y el nuevo espacio de trabajo, completamente blanco, abstracto, e iluminado cenitalmente.
“Mi ambiente favorito es el altillo: es la mejor oficina que tuve en mi vida. Ves el cielo, corre aire... Podés pasarte el día ahí sin sentirte encerrado. Además, la decisión de que sea una caja blanca, con poca información visual, es perfecta para la concentración”.
“Elegimos un piso blanco de epoxi para se asemeje a una galería de arte o a un estudio de fotografía. Este material nos permitió maximizar la luz para crear un espacio limpio y claro”, comparte la arquitecta.
“El rincón de nuestra hija era de ladrillo a la vista y los arquitectos nos sugirieron pintarlo de blanco. Tuvieron razón, porque no nos cansamos nunca de él: podés transformarlo infinitas veces; puede mutar”.
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