La tendencia a los cuartos cada vez más amplios con espacio para vestidor y baño integrado es una realidad. Con la extinción de la formula sencilla de la cama y mesas de luz, la pregunta inevitable es: ¿vale la pena destinar tantos metros al espacio de descanso?
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Hubo una época en la que se construía racionalizando al máximo los metros. En las casas modernistas, las recepciones con livings y comedores importantes contrastaban con dormitorios y baños austeros, diseñados estrictamente para cumplir su función. Pero los tiempos cambian y con ellos las tendencias: en los últimos años, cada vez más las casas tienen suites en las que el vestidor, baño integrado, terraza y living íntimo acompañan la cama (ya no de un metro y medio sino de dos). En este movimiento pendular que va del camarote clásico a las suites monumentales es inevitable preguntarse: ¿vale la pena destinar muchos metros al dormitorio? Compartimos las casas y reflexiones de quienes están de uno y otro lado de la grieta.
Pensados al milímetro
“La mayoría de mis clientes son gente que vive en la ciudad y tiene una limitación concreta de espacio”, cuenta la arquitecta Laura Libenson. En esa particularidad, de gente que no está dispuesta a mudarse de barrio o ciudad buscando más metros pero necesita algo distinto, esta cuestión respecto al espacio que se reserva a lo social o a lo privado se presenta muy seguido.
“Por supuesto que todos quisiéramos que todos los ambientes sean amplios, el problema es que -en general- algo hay que resignar”, explica Libenson. Sea por cuestiones de presupuesto o limitaciones de espacio, en general hay que elegir la batalla, y su casa, en Lomas de Zamora, es un gran ejemplo. “Cuando la compramos, la casa tenía la particularidad de que, de una planta de 56 m2 había 16 que estaban ocupados por el cuarto”, cuenta. Su primera decisión fue anexar el cuarto de la planta baja al living comedor y armar el dormitorio en la planta alta, en lo que originalmente era un espacio de guardado.
"El espacio modifica las relaciones y eso es una realidad: el intercambio de quienes viven en un lugar con un espacio compartido de calidad difícilmente sea el mismo que el de alguien que no lo tiene... por una cuestión de dinámica."
Arq. Laura Libenson
Un caso modelo de esa lógica del camarote tan modernista es la de la diseñadora textil Gabriela Candioti y su marido, el arquitecto Jorge Kircherer, en Martínez. Construcción emblemática del modernismo argentino, la casa que la pareja compró en estado de deterioro absoluto para recuperar data de la década del 50 y fue hecha por el prestigioso Estudio Urbis (de los arquitectos Kurchan, Bacigalupo, Guidali, Rioprede, Ugarte y Ungar). “Tiene algo muy propio del camarote pero también algo bastante japonés”, asegura su dueña. Que, sin embargo, envidia los enormes vestidores tan presentes en las casas actuales.
El departamento del arquitecto Tomás Magrane y su mujer, la interiorista Martina Correa, también sigue esta lógica en la que los espacios sociales son el corazón de la casa mientras que los dormitorios se resuelven con más gracia que metros. “Mi trabajo me obliga a ver muchas cosas, incluso hasta cansarme de ciertas combinaciones o estilos tan repetidos”, comparte Martina.
Las paredes y respaldo entelados con sus cortinas de terciopelo a tono dan a la suite una jerarquía y encanto únicos, independientemente de los metros. Una lógica similar se aplicó en el cuarto de su hija, donde se logró ganar espacio con unas camas marineras diseñadas por la dueña de casa. “El papel es un homenaje a la chinoiserie, que tanto me gusta; lo diseñamos en equipo con Caro Allende, de Tinta Chini”, dice Martina.
Siguiendo el desafío de dormitorios al milímetro, el departamento con un jardín en Recoleta del fotógrafo Ezequiel Rohr es un gran ejemplo. Sabiendo que era lo que tocaba resignar en pos de un lugar único, Rohr buscó respuestas para su cuarto en el diseño de un barco, con luces colgadas y elementos que ocupan el mínimo espacio.
Mi espacio personal
En las antípodas del planteo modernista, la propuesta actual parece dirigirse cada vez más a casas en las que el cuarto no es únicamente un lugar para dormir sino un espacio en el que retirarse al silencio y disfrutar de la tranquilidad. Es que la vida es dinámica y lo mismo sucede con la casa: lo que funciona en un momento puede volverse inviable a partir de un mínimo cambio. La llegada de los hijos, su crecimiento, su partida o el trabajo en casa cambian en la manera en que vivimos la casa.
Con todo el refinamiento que puede esperarse de su dueño, las habitaciones de la finca menorquina del arquitecto argentino Luis Laplace ofrecen mucho más que una cama. En la de huéspedes, además de baño en suite y terraza privada, se armó un living íntimo. “Somos muy de visitar mercados de pulgas (de los de Menorca, provienen la mayor parte de las lámparas y las cerámicas) y tenemos un estilo de compra ecléctico. Más allá del gusto, lo primero es que las cosas funcionen para el lugar”, asegura.
En el departamento de Marcelo Lucini (fundador de Aire del Sur) y Ariel Estanga, en Retiro, también se aplicó una lógica del mundo de la hospitalidad. Emplazado en un edificio de finales del siglo XIX, en el departamento de 500m2 de estilo francés se hicieron varias modificaciones para lograr una suite que estuviera a la altura.
"En el dormitorio mantuvimos el color que había debajo del antiguo empapelado. De esta forma logramos un efecto moderno que resalta dentro de la elegancia propia del departamento."
Marcelo Lucini y Ariel Stanga, dueños de casa
Gracias a las reformas estructurales, la pareja logró tener una suite en la que además se integra el escritorio y un espacio de relax. Aquí también los muebles de estilo y los contemporáneos conviven con parte de la colección de arte de Marcelo: dos estrellas doradas de Tom Dixon y obra pictórica de Josefina Sierra Guzmán además de un tríptico de JOJO sobre la cama.
Otra amante de los dormitorios amplios y vivibles es la diseñadora Alicia Keergaard. Cuando se mudó con toda su familia a una casa de campo en Cañuelas, hace más de 35 años, tuvo muy presente esta necesidad. “Mi casa es como varias casitas unidas”, define Alicia sobre la manera en que se incorporaron esos ambientes nuevos, con transiciones importantes y generosas en sus dimensiones y ambientación.
"Desde que llegué tuve la idea de ampliar para que cada uno tuviera su espacio, y lo hicimos incorporando nuevas construcciones, nuevas ‘casitas’ unidas entre ellas."
Alicia Keergaard, dueña de casa y del estudio de diseño Alicia Deco
Más que amplios, los ambientes son nobles en su espacialidad y permiten un confort que remite al clima afable del más coqueto hotel de campo.
En la misma sintonía, la curadora Tamara Selvood, y su marido, el artista holandés Daniel Stroomer (conocido por su firma de muralista Nase Pop), decidieron apostar por un dormitorio amplio a la hora de reformar la casa que compraron en Benavidez. Padres de dos hijos chicos, el cuarto es para la pareja el único espacio personal.
“Una de las cosas que quería era un gran cuarto principal. En una casa familiar, uno necesita tener ese espacio propio en el que puede cerrar la puerta y ser uno solo por un tiempo”.
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