En la feria Light and Building de Frankfurt, la pareja detrás de Studio Waldemeyer, diseñadores de iluminación de estrellas del pop y el rock, se acercó a la emotividad detrás de la tecnología de punta.
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Mientras le daba los toques finales a su tesis de ingeniería, en 2001, Moritz Waldemeyer trabajaba en Philips, contribuyendo a un proyecto experimental: tener en red todo lo que en un hogar funcionara eléctricamente, desde un ventilador hasta el horno. Lo más interesante fue que crearon un sistema para que, hicieras lo que hicieras, el resto contribuyera con esa experiencia. A modo de presentación, tomaron la historia de Caperucita e hicieron un “libro” en el que cada situación tenía un escenario particular: cuando iba al bosque, la luz cambiaba a verde, por ejemplo. Casi como en el teatro.
“Si miro ese libro hoy, me parece que el mundo no terminó de apropiarse de esa idea. Y, para nosotros, ya es vieja: la hemos estado viviendo los últimos 24 años”, dice Waldemeyer, con más sorpresa que desilusión.
Encuentro en Frankfurt
Nuestro primer encuentro con Studio Waldemeyer se dio en la feria Light and Building 2024, donde concurrieron como disertantes invitados a una serie de charlas programadas por la revista Architonic y Messe Frankfurt, los organizadores de la expo. “Una de las cosas más interesantes de nuestra visita fue contactarnos con proveedores de India, Vietnam o China que trabajan con materiales distintos a los que estamos acostumbrados. Y el contacto con el público... Por más tecno que parezcamos, no queremos ser un mero catálogo de productos. Nuestra labor tiene un alto comoponente emotivo”, concordaron Moritz y su mujer y socia en Studio Waldemeyer, Nazanin Farabohd, al retomar la charla via zoom desde su hogar en Epping Forest, en las afueras de Londres.
¿Qué cosas son las que los hacen decir, de la iluminación de un hogar, “estás viviendo en el pasado”?
Nazanin: Diría que el color de la luz y el hecho de que esta sea estática. Una fuente solo emana una cierta cantidad de luz, y la que entra durante la jornada (algo que necesariamente varía), la afecta. Es un aspecto de la iluminación que necesita evolución y educación.
Moritz: Antes de la bombita de Edison, todas las luces eran dinámicas: una vela, una antorcha, el fuego mismo, están en movimiento constante, representan algo vital. Siempre estamos tratando de imaginar nuevos modos de crear luces animadas”.
Nazanin: “Esa animación incide como un factor emocional, y me atrevería a decir que disminuye la sensación de soledad. Si algo (en este caso, una luz) se mueve cerca tuyo, te sentís menos solo. Es lo que nos pasa cuando miramos el mar”.
¿Cómo se puede aplicar?
“Nosotros proponemos una variedad de productos que reproducen la luz de la vela sin que se noten los componentes tecnológicos [atención, que no estamos hablando bombitas con filamentos al rojo vivo que se mueven espasmódicamente]. Te da la misma experiencia de color y calor sin ningún peligro, tiene movimiento y hasta la sombra es genial. Hicimos la primera versión en colaboración con Ingo Maurer, en una instalación frente a La Última Cena, y acabamos de presentar la tercera versión con una tecnología que abarató mucho los costos para hacerla cada vez más accesible”.
Simple
Nazanin: Cuanto mejor vemos, mejor nos sentimos. Basta pensar en los países que tienen poca luz durante muchos meses. Bueno, lo mismo nos pasa si no tenemos una buena iluminación en nuestros propios hogares. Es un elemento natural que produce bienestar.
Moritz: El mejor momento lumínico en nuestra casa es cuando el sol entra por la ventana del frente y la luz la recorre hasta el fondo. Cada vez que eso pasa, nos damos cuenta. (¡Nos la pasamos sacándole fotos!). Cada uno sabe cuál es ese momento en su propia casa, en la que la luz la ilumina de un modo que lo conmueve.
Nazanin: Eso es lo que la gente tiene que aprender (¡y pretender!) de la iluminación de los hogares. Ese nivel de emoción. Y se puede lograr con elementos poco costosos.
A la luz de la música
Algo que han disfrutado enormemente en sus carreras es la colaboración con bandas de la talla de U2 y Jamiroquai, o solistas como Rihanna o Kylie Minogue. “Es una experiancia extraordinaria participar en ese círculo íntimo, en un intercambio fructífero y enriquecedor para ambas partes. Todos aprendimos. Nosotros vivimos algo que no imaginábamos, pero también aportamos a la fiesta algo que los músicos no conocían”.
Si la gente aprecia las atmósferas que crea la luz en conciertos y restaurantes, ¿por qué intenta crear la una propia en su casa? ¿Es una cuestión cultural o económica?
“El problema es la imaginación. La gente sigue “casada” con el concepto más formal de la iluminación: una fuente de luz central y artefactos varios para da luz baja y agradable. Es más interestante poner pequeñas fuentes de luz en rincones diversos, iluminar algo desde atrás, destacar un objeto o un acento. Hay que ser más lúdico, como se hace en los teatros o los restaurantes. Ellos saben todos los trucos, pero, lamentablemente, no se derraman al gran público: no se piensa en el diseño de iuminación ni se contrata al diseñador de iluminación ni siquiera con grandes presupuestos”.
El espíritu, captado en video
El video a continuación muestra uno de los últimos proyectos de Studio Waldemeyer, ‘Halo’, en la iglesia St. Stephen Walbrook de Londres. Como la mundialmente conocida catedral de St. Paul (donde se casaron Lady Di y el entonces Príncipe de Gales), es obra del arquitecto Christopher Wren. La primera capa de la instalación muestra un péndulo sutilmente cargado de luces led que traza una suerte de camino celestial en su recorrido; la segunda capa comprende el domo bañado de una luz sobrenatural.
“‘Halo’ ofrece una experiencia espiritual, meditativa y reflexiva en medio del trajín de la ciudad. Nos encantaría repetirla en Buenos Aires”.
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