En medio de un bosque de pinos con arces, osos y cazadores, Natalia Romero dio forma a una verdadera casa del árbol. Escondida entre las copas, la particularidad es que esta casita no fue pensada para niños, sino para adultos amantes del diseño.
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Esta historia parece un cuento de hadas: incluye un bosque encantado, una casita de madera, romance y cervatillos. Pero para entenderla en profundidad hay que ir al origen de la cuestión: ¿Cómo nació el proyecto? “Cuando me preguntan qué me trajo acá siempre digo que fue el amor”, confiesa la diseñadora de interiores Natalia Romero.
"Conocí a mi marido, Paul, en un museo en Nueva York en el año 2010. Empezamos a charlar, nos reímos, almorzamos y quedamos en contacto. Una década después -pandemia de por medio- nos casamos, y arrancó mi vida en Estados Unidos."
Natalia Romero, diseñadora de interiores a cargo del proyecto
Después de años de trabajo en Buenos Aires con proyectos de diseño y decoración, apostar por el amor y mudarse a Colorado implicó un nuevo comienzo para Natalia. Sin embargo, poco tiempo de haber llegado conoció a Robyn Wall en una fiesta de unos amigos en común donde enseguida encontraron tema de conversación.
Nuevos comienzos
“Robyn tiene la primera casa que se levantó en la zona de Crystal Park, una propiedad con mucha historia llamada Camelot Logde. Es un refugio de montaña en el que dormían los cazadores hace más de un siglo, con un predio natural maravilloso. En una tormenta, se habían caído un par de árboles y eso generó un claro perfecto para construir una pequeña casita”, cuenta la diseñadora. Cuando Robyn le propuso sumarse al proyecto que había empezado sola, Natalia ni respondió: simplemente se sentó a crear.
“Lo hecho por el hombre no puede ser impuesto, yo quería lograr que ese entorno natural se impregnara en esta casita. El desafío estaba en proponer un diseño de valor que se mimetizara con la vegetación y la montaña”
Arquitectura en contexto
El primer paso fue seleccionar los materiales con los que iban a trabajar, para lo cual optaron por una especie de abeto propia de la zona. “Elegimos pino Douglas para revestir tanto el exterior como el interior. Adentro está pulido, pero afuera tiene una textura mas rugosa: con el tiempo el sol, la nieve, y la lluvia generan una pátina que está en sintonía con el entorno”, comparte Romero.
“La casa fue un desafío y un gran aprendizaje: cuando estás inmerso en la naturaleza hace falta mucha observación”
Mientras Nati bocetaba propuestas y trataba de entenderse con los constructores, la dueña de casa buceaba online en busca de oportunidades. “Robyn consiguió en el marketplace de Facebook un juego de antiguas ventanas de cedro, decidimos aprovecharlas y distribuirlas en diferentes paredes para que todas las caras del ambiente dieran el exterior. Eso para mi era importantísimo, estar adentro pero tener conexión con el hábitat desde todo punto de vista”.
Para no estorbar en la materialidad del paisaje, la plataforma externa de la casita se construyó con árboles caídos en la misma propiedad, y sin alterar la vegetación circundante.
“En mi cabeza, un deck era rectangular o cuadrado; pero aquí surgió algo más orgánico. Observar la naturaleza y ver cómo podemos elaborar, desde el diseño, implica pararse en un lugar completamente distinto”, confiesa. El resultado fue un deck con una forma “similar a la proa de un barco”, una especie de triángulo irregular que se construyó en torno a los árboles bajo la premisa era no cortar ninguno.
Para disfrutar todo el año
Uno de los puntos fundamentales en el interior fue la calefacción, que resolvieron con un pequeño hogar a leña de hierro fundido.
“En la montaña de Colorado el invierno es muy frío, pero de este modo se calefacciona para aprovechar la casita todo el año. Viene bien tener a mano la tetera y unas tazas para disfrutar un té al calor del fuego” comenta Nati.
La idea era que el equipamiento fuera simple y práctico, para lo cual se diseñaron dos camastros bien versátiles: ubicados en ele funcionan como sofá, ubicados a la par sirven de cama doble, y en el verano se sacan al deck para usar de reposeras. “Los hicimos en la misma madera de las paredes buscando que queden integrados, y con patas algo retraídas estilo oriental así parecen flotar y tienen un aspecto más liviano”, explica la diseñadora.
“La idea es que no haya mucha deco ni equipamiento, por lo tanto cada cosa tiene que ser lo más funcional posible”. Las colchonetas y covers de lino artesanales cumplen una doble función: cuando no se usan quedan enrolladas a modo de respaldo.
Enamorarse del proyecto
“Como diseñadora me encantan los proyectos en los que el cliente aporta, se compromete y apasiona: esa sinergia enriquece mucho los resultados”, asegura Natalia. La casita fue el primero de otros proyectos en los que trabajo con Robyn: “Tanto ella como el constructor, Ed, pusieron alma, corazón y creatividad, y eso se nota”.
Como una suerte de retiro doméstico, este espacio de nueve metros cuadrados vino a corroborar que se puede escapar de la rutina sin salir de casa. Para ir a tomar un vino, leer, cosechar avellanas y hongos o simplemente para disfrutar del susurro del arroyo que corre en medio del bosque, la casa invita a poner los celulares en silencio y el resto del mundo, en pausa.
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