Ampersand dejó Casa Cavia y se mudó a una residencia de 1930 que fue modernizada para generar ambientes flexibles que funcionan para trabajo y para encuentros culturales
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Es una manzana con forma de círculo, está en el centro de Barrio Parque y la abraza la calle Ombú. Sobre ella, en una de las tantas edificaciones antiguas de estilo, está la nueva sede de Ediciones Ampersand. La editorial y biblioteca especializada, que hasta el año pasado funcionó en Casa Cavia, se mudó a esta residencia de 1930.
Fue reformada respetando el patrimonio histórico hacia una versión adaptada a las necesidades y posibilidades actuales. El resultado es un espacio con detalles arquitectónicos de excelencia, diseño moderno -cien por ciento funcional, además de estético- y una identidad clara que refleja fielmente el espíritu de la actividad que se realiza en el lugar.
En el día a día, allí dentro se trabaja en la lectura de manuscritos, la selección y edición de textos, se hacen reuniones con autores, se toman decisiones de impresión y se custodia la conservación de una colección de libros muy valiosos sobre la temática de Ampersand: la historia y especificidades de la industria literaria y sus oficios. Además, se incorporaron a la agenda presentaciones, talleres, lecturas públicas y actividades culturales.
Cuando Ana Mosqueda -directora de Ampersand- vio la casa, encontró allí los requisitos que buscaba reunir para la nueva morada de su proyecto.
Pero, además, recibió una señal inconfundible: la fuente del patio con la figura de un delfín le confirmó que era el lugar señalado. Es que ese pez -que representa la velocidad- aparecía junto a un ancla -simboliza la precisión- en el sello de la primera casa editora que marcó la historia, la del veneciano Aldo Manucio, a finales del 1400. Justamente fueron las cartas prologales de los libros en que él publicaba las que Ana tradujo del latín y compiló en una de las más queridas ediciones que realizó.
La medida justa
El tamaño de la casa fue uno de los determinantes a la hora de elegir esta propiedad. Un terreno de 8,14x25m, en dos plantas y una terraza. “Le vi mucho potencial para lo que nos proponíamos tener. Ni muy grande ni muy chica. Si bien necesitaba muchas reparaciones y varios cambios, a mí eso no me preocupaba porque me parece un trabajo muy creativo, me gusta”, afirma Mosqueda.
La construcción es obra del Ingeniero León Weissmann quien en 1930 la diseñó en base a lineamientos del estilo Tudor ecléctico para vivienda familiar. Rasgos barrocos en su fachada e interiores, además de elementos icónicos ingleses como las carpinterías de madera, los vitraux con escudos y la boiserie general, representan el paradigma imperante en la época.
El lugar de los tradicionales escudos ingleses de las ventanas se conservó, pero fueron reemplazados por el logotipo de la marca: el signo del ampersand en una caligrafía redondeada.
Nuevo hogar
La primera casa de Ampersand fue Cavia, un petit hotel muy lujoso en el que la hija de Ana, Lupe García, montó un bar en planta baja mientras que en la alta funcionaría la editorial. En estos 10 años, el barcito se convirtió en restaurante -y Lupe en una empresaria gastronómica con múltiples emprendimientos-, la pequeña casa editora creció y, como sucede en todas las familias, llegó el momento de la autonomía.
En este caso, la que se mudó fue la madre. “Necesitaba recuperar serenidad para concentrarnos que ya no teníamos porque siempre había gente y eventos -cuenta Ana-. Pero además quisimos agregar una agenda de actividades que nos imponía la necesidad de contar con un espacio íntimo y a la vez social donde recibir gente, nos propusimos empezar a generar distintos tipos de encuentros”.
Y aquí una de las premisas del equipamiento: debía ser versátil para adaptarse con flexibilidad a la convivencia de distintos usos simultáneos de los ambientes, potenciando la arquitectura en relación a las diferentes actividades de la editorial.
“El proyecto contempla un balance entre la propuesta de restauración y cuidado de los elementos distintivos del edificio y un lenguaje contemporáneo, desde el equipamiento”.
Así, el mobiliario -que estuvo íntegramente diseñado y desarrollado por Estudio Flora- consiste en un sistema modular de estanterías fijas y muebles móviles.
Se trata de diferentes piezas que, en conjunto o por separado, cumplen una misión dinámica. Las mesas rectangulares, por ejemplo, están conformadas cada una por mesas más pequeñas de distintos tamaños y formas que permiten armar diversas geometrías según se necesite dar con una sala de reuniones, un salón de exposición con público, varios puntos de reunión pequeños.
Además, todas las sillas son plegables y apilables para poder despejar el espacio con facilidad cada vez que fuera necesario.
La posibilidad de configuración de opciones fue detalladamente proyectada para otorgar versatilidad sin perder la identidad propia del espacio.
Otra de las consignas que se propusieron fue dar con una elegancia soft, fiel a la identidad de Ampersand. “Acá ya no necesitábamos el lujo de Casa Cavia”, señala la editora.
Se diseñaron recintos para exposición de material, conservación, acopio, manipulación de archivo, inventario. Todo con gran sentido de la practicidad y eficiencia.
Dar de nuevo
La reforma de la casa fue llevada adelante por el estudio de arquitectura Mercer-Seward y se convocó a especialistas en la preservación de materiales -Pogrom S.A.-
Todo comenzó con un diagnóstico exhaustivo del estado original, estructural y estético del edificio. Se realizó una limpieza especializada de las superficies exteriores, conservando y rehabilitando las molduras y relieves originales que caracterizan la fachada.
“Se trabajó desde el diseño para compatibilizar el lenguaje de Ediciones Ampersand con la arquitectura y sus interiores, creando un conjunto coherente a la identidad misma de la editorial”.
Las ventanas y puertas originales que se encontraban deterioradas fueron refaccionadas. En el interior, se realizó una puesta en valor de los detalles arquitectónicos y materiales, empleando métodos de conservación para mantener su aspecto original y garantizar la longevidad de las intervenciones.
Se reconstruyeron los vitraux, los solados con madera de roble y pinotea, los herrajes y las carpinterías de madera.
Al momento de definir el espacio de trabajo que comparten los editores se resolvió ubicar los escritorios enfrentados en el centro del ambiente en lugar de situarlos junto a las paredes.
Además se reformuló el diseño original del mueble que contaba con pestañas de ángulo recto en los laterales (para ganar privacidad), en ondas redondeadas que permiten que fluya mejor la luz y el intercambio.
Dada la gran importancia de la luz natural para el trabajo, se agregó un sistema de iluminación natural a través de lucarnas a nivel terraza. Un patio que interconecta dos zonas de la casa fue techado con vidrio para distribuir el sol.
Uno de los principales cambios estructurales fue la climatización centralizada. Esta casa, construida antes de la crisis climática y con una meteorología muy distinta a la actual, necesitaba un sistema eficiente para acondicionar todos los ambientes, tanto con frío como con calor.
En la misma línea, otro requisito del tiempo actual -que en el siglo pasado no era una preocupación urbana- fue poner mosquiteros en todas las ventanas.
El diseño de las bibliotecas, como cabe suponer, era central. Así como en Casa Cavia todas eran abiertas y los ejemplares quedaban al alcance de la mano, aquí se buscó resguardar con puertas de vidrio todos los estantes a la altura de las visitas.
Por otro lado, y tomando los conocimientos que se fueron adquiriendo en materia de preservación adecuada de los libros, se optó por que todas las bibliotecas fueran de acero inoxidable, un material que evita la presencia de ácaros, de humedad y otros deteriorantes del papel.
La instalación de equipos y salidas de aire están disimuladas en los muebles modulares. Así como varias de las puertas de los armarios son para espacio de guardado, otras sirven de depósito para los motores del aire.
En la planta baja está la biblioteca abierta al público (puede visitarse con cita previa) y en la alta, el tesoro de la colección, que son los ejemplares más antiguos e incunables.
El criterio de curaduría de esta selección especializada de títulos es la referencia -o autorreferecia- a los libros. Ana Mosqueda desde hace años acopia publicaciones sobre la historia del libro, de la lectura, de la escritura. Y luego fue sumando algunos de diseño gráfico, de encuadernación, corrección, impresión.
Comenzó cuando realizó su tesis doctoral en Alcalá sobre la Historia de la Cultura Escrita y nunca dejó de registrar vacancias e ir nutriéndola para convertirla en un bien común, por eso es abierta y actualiza permanentemente su catálogo online, para poner a disposición sus “joyitas”.
Este es el corazón de la casa.
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