Conscientes del privilegio de estar dentro del Parque Nacional Lanín, arquitecto y propietarios establecieron como primera condición cuidar el bosque de árboles nativos alrededor de esta casa con vista al lago Meliquina.
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Con buen criterio y sensibilidad, los dueños de esta casa en un paraje agreste a 40 minutos de San Martín de los Andes procuraron ser una presencia bienvenida en medio del bosque, convertirse en parte del paisaje. Esa devoción por la naturaleza se tradujo en una vivienda plantada de manera tal que solo fue necesario sacar un árbol, en el desarrollo de recursos sustentables ante la ausencia de servicios y en un exterior mimético y discreto, puntos logrados en conjunto con el arquitecto Tulio Rossini, que lleva más de una década construyendo en la zona.
De todos modos, esos esfuerzos no van por carriles separados: cuando hay una decisión de fondo, se trata de diferencias específicas, casi artísticas. Un ejemplo es el exterior tratado con la técnica de quemado shou sugi ban, tan en boga: no implica el uso de agentes químicos, lo hace resistente a la humedad y a los insectos, y le da un tinte negro que camufla la construcción. Se podría decir que hace revivir la madera. Y que, así, en alguna medida, la casa reemplazó a ese árbol que con tanto respeto sacaron.
Dos colores, mismo efecto
A la sobriedad exterior, el arquitecto propuso una estética nórdica y minimalista, algo con lo que enseguida los dueños se entusiasmaron. De ahí se desprenden decisiones como tener pisos claros de lenga (Corralón Austral) y paredes blancas sin ningún tipo de moldura.
Negra por fuera y blanca por dentro. Opuestos si los hay, esos colores producen los mismos efectos: la serenidad absoluta y el lógico protagonismo del verde.
El fuego, en el centro
Todo gira en torno de la salamandra, con puertas de vidrio templado para ver el fuego desde el living o la cocina. Naturalmente, se la apoyó sobre un segmento de chapa que protege el piso de lenga.
En un terreno escalonado
La galería con imponentes vistas se adaptó a lo escarpado del terreno, también, para generar situaciones como la del fogón-parrilla rodeado de gradas para charlar o la mesa de comedor.
Ambientes privados
Los pisos de lenga de la zona recorren todos los espacios. Para la ambientación, solo se utilizó madera natural en tonos claros; no hay objetos que la imiten ni siquiera en su color.
La pendiente escalonada invita a ver un paisaje nuevo en cada descanso, así como las aberturas no se limitaron a las puertas-ventana, sino que también toman los techos.
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