Como buena arquitecta, Verónica Etchegaray pudo ver el resultado final aunque hiciera su casa en etapas: siempre supo que, sin importar las medidas, iba a ser una casa destinada a compartirse.
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“Pasaron siete años desde la primera obra hasta la última ampliación, y aún nos quedan detalles por terminar, pero el objetivo nunca cambió: es una casa pensada para disfrutarla desde adentro hacia afuera”, nos cuenta Verónica Etchegaray sobre su hogar en las afueras de Salta.
“Las claves para lograr ese objetivo fueron una meditada orientación con respecto al recorrido del sol y el respeto por el entorno agreste: dejé casi todos los árboles que tenía el terreno. Por ejemplo, mantuvimos el monte nativo de churquis, tuscas y algarrobos, que mucha gente acá saca por no valorarlos. Además de darle privacidad a la casa, su presencia nada ‘ajardinada’ te conecta con el espíritu de esta tierra”, detalla Verónica.
"Lo que hoy es el hall de entrada, en un primer momento fue el living. Igual, no es solo un lugar de paso. Yo lo aprovecho mucho en invierno, con ese ventanal que me ofrece una sensacional captura el cerro."
Arq. Verónica Etchegaray, dueña de casa
La próxima etapa incluye −entre otras obras de poca envergadura, pero gran valor funcional− un sendero que desemboque en la puerta-ventana del living y se use como acceso directo al encuentro cuando haya fiesta o reunión. Lo que se dice, casa de gente amiguera y sociable.
Entremos al living-comedor en desnivel
“Heredé tres cosas de mi abuela: la araña de caireles de la entrada, los sillones Divanlito azules de los años 70 (que mantienen el tapizado original) y el diván antiguo que ubicamos mirando a la chimenea, pero que, con ese lateral transparente, te cautiva esté encendido el fuego o no”.
“¡El banco junto a la chimenea se usa muchísimo! Cuando hace frío, es el mejor lugar para sentarse sobre un corderito, junto al fuego, con una buena taza de té”. Pero es uno de tantos rincones de disfrute dentro de esta casa compacta y minimalista solo en apariencia, porque propone mil sensaciones distintas con el correr de las horas y los días.
“Aprovechando la pendiente del terreno, pensé el espacio social en dos niveles, con el comedor −de escala más baja y acogedora− en conexión directa con la parrilla”.
“Con Carolina [Ramos Mejía, su socia] hicimos mil cortes hasta que quedaron compensados los paños de vidrio en la fachada lateral, de modo que ofrecieran vistas originales adentro y resultaran estéticos desde afuera”, nos explica Verónica sobre este aspecto tan singular del comedor y el patio seco al que da.
Una galería siempre activa
“La galería-quincho pensada como fuelle entre los diferentes niveles del terreno es el lugar preferido de mi marido, donde le encanta recibir amigos y cocinar en diferentes fuegos; a veces, en el asador, y otras tantas, en el fogón de piedra”.
El fogón se construyó en altura considerando el tiempo que demandan los guisos salteños (dolor de cintura, tachado). La estructura sobre la que se eleva y los bancos que lo acompañan están hechos artesanalmente con piedras elegidas por su maestro pedrero en el río Vaqueros, las mismas que revisten la pared lateral del quincho.
Los rieles están listos para recibir un cerramiento de vidrio que proteja del frío y del viento, y así planear asados sin tener que consultar el pronóstico.
“Queríamos materiales de mantenimiento cero, por eso las paredes y el piso de piedra y la mesa de hormigón revestida con cemento alisado”, explica Verónica. “Ya diseñamos una serie de postigones plegables para cerrarlo. De ese modo, el que está haciendo una reunión la disfruta tranquilo”.
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