Usando postes de luz recuperados y una mezcla de paja y tierra para las paredes, Alejandro Domínguez y su familia lograron una casa cómoda, cálida y de desempeño térmico estelar.
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“La experiencia puede definirse como un ‘proceso de auto construcción asistido por profesionales’. Fue un aprendizaje intensivo que queremos compartir para inspirar a más personas”, comenta Alejandro Domínguez, bioconstructor y especialista en producción y gestión de obras. Asesorado por arquitectos y mano de obra especializada y con la ayuda de amigos y familia, edificó esta casa de diseño bioclimático y materiales naturales y recuperados.
En la obra se emplearon 200 postes de luz usados, 200 fardos de paja de trigo, 160 placas de fenólico y solo 50 bolsas de cemento. Este dato es clave en la huella de carbono del hogar, ya que es uno de los materiales de mayor impacto ambiental.
Bases y estructura
Como el terreno se encontraba en una zona de humedales del norte del Gran Buenos Aires, lo primero fue observar sus características: los desniveles y a dónde escurría el agua, además del recorrido del sol y los vientos. Como resultado de ese estudio, decidieron construir la casa sobre una plataforma. “Esto permite que circule aire por debajo, evita el ascenso de humedad por capilaridad y genera pisos más cálidos”, explica Domínguez.
Para evitar grandes movimientos de suelo y no interferir con el escurrimiento natural de agua de lluvia hacia un arroyo, la casa se hizo elevada sobre una plataforma de madera apoyada por pilotes de hormigón armado que terminan en bases.
La casa se orientó al norte y se pensaron al detalle las aberturas y los aleros para que en invierno entre sol y se acumule en las paredes de tierra para aportar calor en la noche y en verano disminuya la incidencia directa para mantener la casa fresca. Además, se dispusieron las aberturas para generar ventilaciones cruzadas.
La estructura se realizó en madera. “Entre las más usadas en el país están los entramados livianos y el sistema de columna y viga, también conocido como pórtico, que es el que usamos. Este sistema puede utilizar madera aserrada, que es más liviana, o -como en este caso- postes rollizos, que son largos y pesados pero permiten generar grandes luces y son económicos”, explica Domínguez, que integra la red Protierra Argentina y se desempeña como investigador y divulgador de bioarquitectura y construcción con materiales naturales.
Uno de los materiales a los que pudieron acceder en cantidad y a bajo costo fueron postes de luz usados.
"Como los postes de luz se entierran en contacto con la tierra se pudren en la base y los van reemplazando y vendiendo. Compramos doscientos postes y eso definió el sistema constructivo: hicimos fundaciones con pilotes y bases de hormigón armado para alargar su vida útil."
Alejandro Domínguez, especialista en bioconstrucción y dueño de casa
Aislamiento en todas las direcciones
Para el relleno de las paredes, se usó una técnica mixta llamada “quincha”, de las más eficientes de la bioconstrucción, y apta para la zona por la disponibilidad de fibras y de madera. El espesor de los muros se definió haciendo cálculos en base a las temperaturas promedio de invierno y de verano en la zona donde está situada la casa.
La quincha se preparó con paja de trigo mezclada con barbotina: un batido hecho con una mitad de tierra arcillosa y una mitad de agua. Esta mezcla se introduce a mano entre los listones de madera y, una vez seca, se salpica con barbotina y arena para mejorar la adherencia de la capa posterior de revoque.
Esta mezcla se aplicó a las paredes que dan al exterior y a la envolvente de las habitaciones; las demás divisiones internas se hicieron en seco con tabiques de poco espesor de entramado liviano de madera y placas de yeso.
Los pisos tienen una barrera de vapor, aislante térmico de lana de vidrio y cierran por arriba con placas de fenólico. En la cocina, lavadero y baños se aplicaron cerámicas sobre placas cementicias, y en el resto de la casa se usó machimbre de eucalipto grandis.
Debajo de las vigas, el techo tiene un cielorraso de machimbre de pino Elliotti impregnado, que se pre-pintó para evitar el trabajo en altura. Por encima de éste, se colocó también una barrera de vapor, después se hizo la instalación eléctrica, y luego se colocó un aislante térmico de lana de vidrio de diez centímetros, y placas de fenólico.
Al exterior, se generó un techo vivo intensivo de 260 m2. El mismo está aislado con espuma de polietireno y geomembrana plástica hidrófuga de 750 micrómetros. Por encima de ello se desplegó un manto geotextil de 150 gramos sobre el cual se ubicó una cama de sustrato de ocho centímetros y cenefas perimetrales. “De esta manera sumamos todos esos metros cuadrados de vegetación y logramos una cubierta económica y silenciosa en comparación con otros materiales como chapa metálica, que es costosa y levanta mucha temperatura”, explica Domínguez.
Para avanzar más rápido y disminuir costos, en esta obra la familia convocó a dos mingas: formato colaborativo donde el dueño de la casa comparte su experiencia y la gente que asiste colabora, comparte y aprende de la experiencia práctica.
Como en la zona no hay servicios, para el tratamiento de aguas grises se construyó una grasera para la cocina y otra para el lavadero y los baños. Para el tratamiento de aguas negras, se construyó una cámara séptica doble. Todo confluye en tres zanjas con el lecho de piedra que infiltran en el terreno y riegan árboles y plantas.
Confort térmico estelar
“El desempeño de la vivienda fue calculado teóricamente primero y medido con sensores una vez construida. Los resultados de las mediciones y de los ensayos coincidieron con los cálculos teóricos: en días invernales en que la temperatura exterior fue en promedio de 12ºC con picos de bajo cero y caídas bruscas por la noche, en el interior de la vivienda se mantuvo constante en 17ºC sin calefacción”, comenta Domínguez.
“La gente me pregunta: ‘La bioconstrucción, ¿es más barata?’. En base a mi experiencia, la respuesta es sí, pero hay que considerar muchos factores”
“Los materiales son más económicos, pero la mano de obra tiene el mismo valor e incluso en muchos casos se incrementa”, aporta el especialista. “La bioconstrucción no es mágica, el ahorro depende de las elecciones que se toman. Por lo general, es más barata en la etapa de construcción, pero el ahorro considerable se da en la etapa de uso, tanto para el bolsillo como para el planeta”.
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