Creada como espacio para disfrutar veraneos, esta casa no trabajó el terreno, sino que se adaptó a él y encontró beneficios
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Lo primero fue hacer un estudio detallado del terreno, para buscar la mejor manera de integrar el diseño de la casa en su topografía original. En lugar de nivelar completamente el médano, los arquitectos optaron por que la casa se adapte a la pendiente natural. Así se creó Casa Arena, como la llaman.
En Pinamar, Costa Esmeralda, esta vivienda unifamiliar de veraneo cuenta con 210 metros cuadrados y fue diseñada por Zim Arquitectura. Agustín Insúa, Javier Zabalaga y Matías Méndez, directores del estudio, encararon el proyecto como una inversión, no desprovista de espíritu lúdico. “Como era para nosotros, nos permitimos jugar”, explican. Y agregan que las premisas fueron “comodidad, practicidad y un diseño que llamara la atención”.
El concepto fundamental fue respetar la arquitectura inicial del espacio. “El terreno contaba con una topografía particular: un médano. Esto es una acumulación natural de arena, habitual en las zonas costeras”, detalla Zabalaga. En lugar de ver este médano como un obstáculo, los arquitectos decidieron utilizarlo a su favor.
Bautizada ‘Casa Arena’ esta vivienda de 210m2 se adapta a la pendiente natural del médano, sin nivelar. Parcialmente enterrada, la vivienda minimiza el impacto ambiental.
Una vez tomada esa gran decisión de diseño –enterrar parcialmente la casa en el médano- se inició el diseño de la planta. Los dormitorios y sus baños fueron los ambientes que quedaron al reparo, preservando así la privacidad de los ocupantes, y aprovechando la topografía para minimizar el impacto visual de la construcción desde el exterior. “Además de conservar la belleza natural del entorno, esto reduce la necesidad de excavación y relleno, minimizando el impacto ambiental del proyecto”, detalla Insúa.
Naturaleza eficiente
Para lograr una integración armónica con el entorno, los arquitectos optaron por materiales que combinan elementos nobles y texturizados, capaces de resistir las condiciones costeras sin comprometer su estética. Se seleccionaron materiales de bajo mantenimiento, teniendo en cuenta la exposición a la salinidad del ambiente y otros factores adversos propios de la zona costera. Así pudieron garantizar la durabilidad y buen estado de la vivienda a lo largo del tiempo.
“Para mantener la arena de la cubierta, utilizamos fardos que, además de evitar que la arena se vuele, trajeron consigo semillas y otros elementos que favorecieron el crecimiento de plantas autóctonas”, agrega Méndez. “Esto contribuye a la restauración y preservación del ecosistema costero”, concluye.
La casa se fusiona armónicamente con su entorno, aprovechando al máximo las vistas naturales de esta zona costera argentina, en Pinamar.
A su vez, la tierra que rodea la edificación funciona a modo de un aislante térmico natural. Además, por la forma en que fueron dispuestas las aberturas: la circulación de aire cruzado también facilita la ventilación de la vivienda, reduciendo el consumo energético. A la hora de las lluvias, la absorción de agua en el terreno natural está direccionado y es otro de los ejes de la sustentabilidad. La ubicación de paneles solares en cubiertas superiores se suma a la propuesta, a la vez que los techos verdes atrapan la radiación solar.
La terraza es el espacio favorito. Méndez lo explica: “La superficie exterior aporta un espacio al aire libre para actividades recreativas, entretenimiento o simplemente para relajarse y disfrutar del entorno natural”.
Ambientes amplios y confortables, aislamiento natural y ahorro energético: formas de resumir lo que hoy le pedimos al diseño de una vivienda. ¿La belleza natural? Intacta.
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