La joven dueña de casa organizó su hogar sobre la base de una caja radiante con sectores bien definidos y objetos funcionales de diseño.
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Camila Gaztambide buscó este, su primer departamento, con un método tan clásico como exhaustivo: preguntó en cada portería de esta calle de Bajo Belgrano que tanto le gusta hasta dar con una unidad disponible. El edificio le cerró de entrada por su luz y materiales óptimos. Como en tantos departamentos, el living tenía una disposición alargada, de la que sacó el mayor provecho considerando que es un hogar para dos.
“El primer cambio que hice fue abrir la cocina, que tenía pasaplatos, para lograr mayor integración y traerle la luz del frente”.
Cuando los ambientes alargados tienen buena luz natural desde el fondo, no es imperativo unirlos si solo se tiene en cuenta la iluminación. En este caso, en que la cocina es chica, la dueña optó por hacerlo para agrandar visualmente el espacio y responder a su estilo de vida: su uso no es tan intensivo y, de ese modo nadie queda aislado. Además, así queda directamente junto al comedor, que a Camila le parece fundamental. “Nada de comer en las mesas bajas. Sí o sí quería una mesa redonda, perfecta para el encuentro y las sobremesas”.
¿Muchos muebles, pocos muebles?
La respuesta de la dueña de casa fue: pocos, cómodos, grandes y de buen diseño. Una opción para el living podría haber sido poner un grupo de silloncitos con banquetas enfrentados, como sale naturalmente, pero acá se eligió lo más sabio: tomar lo que mejor responde a la mecánica de sus habitantes (tengamos en cuenta que los departamentos chicos suelen ser naturalmente informales en el uso diario y, también, para la vida social).
Teniendo muy claro el modo en que más disfruta de su casa, Camila se volcó por un sofá largo y profundo, de cara a la biblioteca a medida que también aloja la tele. “¿Se supone que no debería estar tan presente? Puede ser. Pero no la quería ni en mi cuarto ni en el ambiente que uso como oficina. Y lo cierto es que nos encanta sentarnos ahí a ver series o películas”.
El sillón revela el buen ojo de Camila en detalles que hacen la diferencia: es profundo, con respaldo ligeramente inclinado y almohadones más densos en la base para que no se deformen.
La biblioteca de piso a techo, diseñada por la dueña de casa, resuelve distintas funciones. Además de una buena cantidad de estantes, la tapa de la base donde se guarda, entre otras cosas, la vajilla, sobresale. Algo útil para dejar las llaves o apoyar una lámpara.
Espacios privados
Aquí conviven muebles “utilitarios” (que Camila podría cambiar sin problema) con piezas permanentes por su valor simbólico y afectivo, como esta mesa Mid Century que se usa como escritorio o el cuadro del caracol, que siempre estuvo en lo de su madre.
“En el caso del cuarto, preferí algo no tan grande. La cama tiene las medidas justas para ser cómoda y permitir una buena circulación”.
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