Le propusimos a Victoria García Baltar volver a mirar una de sus obras más queridas y contarnos qué hace que, a pesar de los años transcurridos, siga tan actual como el primer día.
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“No lo tengo más. Se lo vendí a un amigo que me lo pidió tal cual estaba, hasta con el último mueble”, nos dice la diseñadora Victoria García Baltar cuando le preguntamos sobre este maravilloso PH que recicló enteramente. Quisimos volver sobre él porque tiene ese no sé qué de las obras que resisten el tiempo, y le propusimos mirarlo desde la perspectiva de los ocho años que pasaron desde que lo conocimos. “A pesar de que se fue equipando como una casa, el objetivo siempre fue hacer de este espacio mi estudio de diseño de interiores, mi lugar para trabajar y encontrarme con clientes, proveedores y amigos al final del día”.
La casita original estaba en muy mal estado, pero la ubicación era ideal, también por ser el barrio de sus afectos más cercanos. Allí Victoria quiso instalar, además de su estudio de diseño, un pied-à-terre para esos días de trabajo que se hacían demasiado largos como para volverse a Pilar. Tardó mucho en concretarlo, porque se dio el lujo de hacerlo exactamente como quería. “Tenía una idea muy clara de cómo debía quedar: blanco y negro, con grandes ventanales, con espacios flexibles como para que pudiera ser también lugar de reuniones sociales... y con la impronta de otra época”, recuerda.
Un estilo inimitable
Nos vuelve a sorprender la energía puesta en cada detalle constructivo, en cada objeto. “No compré ni una cosa nueva para ambientar. Todo era antiguo y recuperado. Quería un estilo industrial inglés auténtico, y no acepté imitaciones, así que, si había que buscar por todos lados tres lámparas idénticas, lo hice. No mandé a copiar nada”, dice Victoria, que reconoce la innegable influencia de su madre, la talentosísima restauradora Ester Pérez Otaola. “Gracias a ella, veo el potencial de los objetos, y eso me atrae mucho más que algo nuevo en una vidriera. En esta obra me ayudó con la restauración de infinidad de detalles”.
Un cerramiento de hierro hecho a medida se abre por completo para incorporar el patio al living, ambientado con un sillón Chesterfield que conserva su tapizado original, sillas metálicas, mesa oriental antigua restaurada por la mamá de Victoria y un dúo de banquetas de bronce con asiento en cuero con pelo. El cuadro está firmado por Federico Colletta.
“Al panel de madera con motivo encadenado lo encontré tirado en una demolición y me lo regalaron. Lo restauré y le di varias manos de negro, destino que tuvieron muchos objetos que se ven acá”.
“La barra era un mueble exhibidor de ropa que, según me dijeron, había estado en Harrod’s, aunque esas cosas nunca se pueden terminar de saber. Le pinté de negro la tapa de vidrio para que pareciera una mesada”.
Hacia un arriba totalmente nuevo
En la gran reforma que emprendió, Victoria proyectó una planta alta, donde estaría su estudio (también su dormitorio camuflado) y una terraza. La escalera que lleva allí desde la cocina es tradicional, mientras que las dos restantes se hicieron abiertas, para que comunicara la luz de la “pecera” que se hizo con ese fin.
“La puerta de vidrio repartido es una de las pocas cosas que conservé de la casa original. En lugar de ponerle visillos para resguardar el baño, pinté los vidrios de negro y les hice hacer letras que forman el ‘Design is all’”.
Grandes ilusiones
“Si bien hice de este espacio mi estudio, no lo pensé como una carta de presentación. El hecho de que tuviera tanto detalle responde a que soy así: me interesa crear ambientes que estén fuera de la moda e ir a fondo hasta en el último detalle, cualquiera sea el estilo en el que esté trabajando”, dice Victoria que, muy a propósito, también tiene un emprendimiento de objetos únicos curados por ella.
“La mesa era una maravilla. Tenía más de tres metros de largo y cajones de los dos lados. Tuve que hacer la obra con ella adentro, porque la ubicamos antes de instalar los ventanales. De otro modo, no hubiera entrado”.
Para que la cama no desentonara en el estudio durante el día, se le hicieron dos cabeceras a la misma altura y se tapizaron junto con los largueros, tapando el somier.
Si bien ya vimos en este recorrido una enorme cantidad de muebles con historias únicas, la dimensión de la energía de Victoria queda patente en el mueble inglés con persianas. “Lo conseguí en un remate a 500 km de Buenos Aires. Imaginate lo que fue traerlo... Pero bueno, tenía el tiempo y las ganas para hacerlo. Y, por lo demás, no suelo conformarme así nomás”, sonríe. Una vez acá (es otro que tuvo que entrar antes de poner las ventanas), le tocó a él también restauración, esmalte negro y lettering.
Libertad y seguridad en la terraza
“Como me iba a quedar acá sola algunos días al mes, me ocupé de sentirme segura. Por ejemplo, la puerta de entrada no tiene picaporte, en la planta baja tenía una persiana de almacén, hice las ventanas del segundo piso en hierro y vidrio repartido (lo que funciona como una reja), y en la terraza instalé una estructura metálica para poder tener vidrios sin interrupciones. Igual, lo primero que hice fue ponerle a trepar un jazmín”, detalla Victoria.
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