La interiorista Majo Firreri se enamoró de un terreno arbolado en Cariló y construyó su casa en función del paisaje. Aunque originalmente se pensó como casa de veraneo, hoy es la vivienda familiar.
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Hay un punto en el cual la Pampa comienza a acercarse al océano. El aire se va volviendo salado, la llanura se cubre de arena, y los árboles se amontonan, como tratando de proteger la tierra del viento marino. Justo en esa orilla del continente, entre pinos, acacias y aromos, Majo Firreri colocó la piedra fundamental de lo que sería su futura casa. “Vivíamos en España y compramos un terreno con la idea de tener una vivienda en Argentina. La diseñamos con mi marido y empezamos a construirla desde allá, un gran desafío al que le hicimos frente” recuerda Majo.
“Quisimos que la casa se fusione con el entorno, de ahí la decisión de revestirla en madera. Usamos pino tratado -el mismo que utilizan para los paradores- que al estar en contacto con el el salitre, el viento y el clima, sufre un desgaste natural”
Médano verde
Aunque su nombre significa ‘médano verde’ en araucano, esta zona recién fue forestada en la década de 1920, cuando Héctor Manuel Guerrero (heredero de la célebre Felicitas) buscaba fijar las dunas que había en sus campos. Un siglo después, esos árboles ya adultos hicieron lugar para el proyecto con aires mediterráneos que Majo ideó desde Barcelona.
“El concepto fue una arquitectura muy simple, pero que a la vez fuera protagonista. Muchas líneas rectas, excepto en las dos arcadas centrales que enmarcan el ambiente principal”
Como parte de ese planteo estético, todas las paredes se integraron con el recubrimiento Blanco Mallorca (Sinteplast), y los pisos se revistieron integramente en Mediterránea Chalk de Ilva Porcellanato. “Mi objetivo era conseguir una cierta neutralidad, para luego poder agregar y jugar con los muebles y objetos sin limitarme por la base” explica Majo.
“Adoro las flores frescas, pero estar en medio de un bosque me da la posibilidad de tener ramas de todos los colores, tamaños y formas. Vivo haciendo arreglos simples que son como parte del paisaje: es cuestión de aprovechar lo que hay alrededor”.
“A veces me preguntan: ‘¿cómo puede ser que siempre esté todo ordenado?’. Es simple: hay pocas cosas y están en su lugar. El haber vivido en varios lugares, alquilando temporalmente, me hizo notar que en realidad no necesitamos tanto”.
En clave mediterránea
Siguiendo la línea de los revestimientos de pisos y paredes del living, en la cocina integrada se aplicó microcemento color arena, con una laca impermeabilizante que lo protege del uso diario.
En la cocina integrada, los muebles se realizaron en madera enchapada color gris grafito con grifería negro mate, a tono con las aberturas.
Vivir de vacaciones
“Cariló tiene un bosque único, por mucho que lo recorra encuentro cosas nuevas siempre. Amo caminar desde mi casa hasta la playa y ver cómo el verde se transforma en el azul del mar”, cuenta Majo. Al igual que el creador de Cariló, Majo apuesta a largo plazo plantando nuevos árboles que enriquezcan el bosque; pero su patio es uno de los pendientes en la lista. El mismo espíritu vacacional se respira puertas adentro, donde la paleta serena y llena de texturas trasmite calidez y serenidad.
“Sin tejidos y fibras naturales ésta no sería mi casa. Son fundamentales porque aportan texturas, calidez, armonía”, asegura. En los dormitorios, la paleta se amplía de la mano del visón, bordeaux y verde seco, y se acompaña con estampados irregulares en almohadones y cubrecamas.
A casi dos años de aquél primer verano en la casa, hoy les parece impensado que la idea original haya sido usarla sólo en temporada. Gracias a la losa radiante, su vida cambió por completo y hoy la disfrutan todas las estaciones.
“Descubrí que una de las épocas que más me gusta de Cariló es el invierno, porque queda la gente que vive aquí, salimos a andar en bici, hacemos las compras, cortamos el pasto… La vida cotidiana, pero en un entorno mágico”
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