Los herederos de esta tradicional masseria italiana renovaron la propiedad y el campo donde sus antepasados cultivaron los frutos típicos de la región.
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“En esta parcela de 30 hectáreas, nuestra familia ha cosechado durante siglos los frutos típicos del sureste de Sicilia: almendras, aceitunas, cítricos y algarrobas”, enumera el diseñador de interiores Angelo Santangelo, heredero de esta finca (o masseria, en italiano) con 200 años de tradición.
“Hace algunas décadas, la casa principal se incendió. Como con mis primas quisimos retomar la costumbre de reunir a la familia en el campo al final de cada verano, decidimos restaurar una de las construcciones que funcionaba originalmente como depósito, a la que mi padre y mi tía nunca le encontraron el tiempo para dedicarle”, revela Angelo. Así, puso manos a la obra con sus primas, Vicenza y Lidia, esta última, arquitecta, para hacer una obra que recreara sus memorias de adolescencia.
No caer en la tentación
Los primos viven en la ciudad desde hace años y tienen profesiones que los ponen en contacto con las últimas tendencias, pero no era lo que buscaban para La Vicenzina, como llaman a la finca, en honor a su abuela. “Lo fundamental era recrear el estilo tradicional siciliano. Todo tiene el tono del paisaje de Noto, que es tan pedregoso: de ahí las paredes encaladas. Hubiera sido discordante, en mi opinión, pintar las paredes de colores fuertes o con brillo”.
El estilo cosmopolita de Angelo dotó de interés estos espacios de esencia campestre, donde reunió algunos muebles de diseño con almohadones de arpillera, lámparas de aceite y las fotos de sus abuelos.
Divina sucesión de ambientes
La piedra caliza es el material de obra por excelencia en la isla. Utilizada en toda la construcción, sale a la superficie en algunos tramos para dar cuenta del origen ancestral de la casa.
"Tengo un aprecio profundo por las cosas bien hechas, pero no necesariamente lujosas; pueden ser unos tomates de la huerta servidos en una cazuela de barro. La belleza más simple está ahí."
Angelo Santangelo, interiorista y dueño de casa
Los ambientes se encienden con el paso de la luz por las tonalidades más claras de esta paleta suave y terrosa.
Tenía que ser una cocina espectacular
El alma siciliana se apropia de la cocina y hace honor al refrán según el cual en estas tierras “se agasajan en la mesa como si fueran a morir mañana, pero construyen como si se sintieran eternos”.
Desde que la propiedad está en sus manos, Angelo, Vincenza y Lidia se esfuerzan por capturar la atmósfera de su entorno y la mística de su historia. Con esa filosofía, encargaron las alzadas, con tradicionales azulejos napolitanos y, también, los platos, que se hicieron a mano en Caltagirone.
Esta estufa, que Angelo había comprado para un loft en Perugia, se convirtió en la pieza clave del comedor conectado con la cocina.
Circulación serena al descanso
“Todos los que vienen de visita nos dicen lo serenos que se sienten en La Vicenzina. Es realmente un lugar donde podés escuchar el ruido del silencio, que es lo que más extraño cuando me voy. Eso, el sol de agosto que amarillea el paisaje y dormir la siesta con el ruido de las chicharras”, comparte Angelo.
Fiel al estilo mediterráneo, con piedra caliza y yeso se modelaron los muebles de obra en ambos baños.
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