Frente a la disyuntiva de adaptar los espacios a su nueva vida con hijas independientes o quedarse en un lugar muy querido, los propietarios de esta casa de 1924 resolvieron encarar una obra tuvo resultados inmejorables.
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Originalmente unida a la del vecino y con tipología chorizo, esta casa lleva 20 años habitada por la misma familia. Cuando voló del nido la última de sus tres hijas, los propietarios se encontraron ante la disyuntiva de reformar o mudarse a algo más chico, pero ganó el corazón. Entonces, decidieron contactar a las arquitectas Victoria Cornudet y Carolina Cibils para subsanar históricos problemas de humedad y actualizarla bajo la estricta premisa de conservar la impronta de su hogar de siempre.
A partir de allí, los dormitorios de las chicas se convirtieron en dos oficinas personales y un taller para la dueña, que es artista; la cocina y los baños se renovaron completos; los tonos claros de los nuevos materiales favorecieron que la casa se iluminara y se volviera más alegre.
"A los propietarios les gustaba el estilo de la casa y querían mantener su identidad, sin agregados disruptivos. Empezaron tímidos con el nivel de intervención, pero se fueron animando a medida que se iban potenciando los espacios."
Arqs. Victoria Cornudet y Carolina Cibils, a cargo de la reforma
Parada 1: el lavadero
Al ingresar, la primera visión enmarcaba un lavadero deslucido, y se impuso embellecerlo para que la bienvenida fuese más amable.
La distribución se invirtió: los lavarropas se escondieron detrás del muro y se expuso la bacha, con espacio de guardado prolijo y buena iluminación.
Segunda misión: iluminar la cocina
La cocina era bastante oscura, no solo por estar un escalón enterrada, sino también por su cielo raso bajo. Iluminarla fue un cambio clave con gran impacto en toda la casa. “Tras algunas vacilaciones, los dueños finalmente accedieron a cambiar el viejo piso de cerámicos de terracota por un porcelanato más claro y de formato grande que aligeró sustancialmente su apariencia”, dicen las arquitectas.
La premisa era conservar distribución y estilo, pero actualizar los acabados, pasando del dorado al niquelado en muchos casos. La campana, el horno y el juego de comedor se conservaron, mientras que las alacenas se reemplazaron por angostos estantes laqueados.
“Querían una alzada práctica, porque la cocina tiene mucho uso. Para que también actuara como un fondo vistoso, propusimos este mármol de look pétreo, en lugar de los clásicos con veta”.
Las sillas, puertas y marcos laquedos en negro le dan un brillo sobrio y elegante a la cocina.
Sigue el recorrido lineal
Caminando por la cocina, se atraviesa una de las puertas negras (que de este lado es blanca) y se llega al comedor, al que se le cambió juego: una mesa de madera clara (Harturo) y retapizado claro para las sillas y sillones que la rodean.
Los arcos de medio punto, uno de los elementos arquitectónicos más notables de la casa, se mantuvieron. Lo mismo que el piso de ladrillo encerado.
Se decoró el living luego de que las arquitectas renovaron la pintura, los artefactos de luz y retroiluminaran la biblioteca, un recurso que destaca la curaduría de objetos en los nichos.
Con la misma proporción que las aberturas, el grabado traído de China le da centralidad y un merecido protagonismo a la chimenea.
Un merecido atelier
El primer patio está comunicado por un pasillo con techo vidriado y con puertas en cada extremo con el patio dos, el más íntimo. Allí, al fondo, en lo que era el dormitorio de una de las chicas, la dueña de casa tiene hoy tiene su taller de pintura.
La nueva biblioteca diseñada por las arquitectas cubre los paneles calefactores que atenúan los problemas de humedad. Sus módulos se ajustaron a los materiales de trabajo de la artista.
Escaleras arriba
En el dormitorio principal, ubicado en planta alta, se cambiaron las puertas de los roperos por unas varilladas, que facilitan la circulación de aire para disipar la humedad.
Terraza actualizada
Esta terraza acompaña el recorrido del segundo patio, al que dan el living y el escritorio.
La glorieta semicircular tutela el crecimiento de las trepadoras. Ante la falta de canteros, se colocaron en grandes macetones junto a cada varilla de hierro.
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