Después de su reforma y el cambio radical en el interiorismo, esta casa mantuvo su identidad, pero con programas y soluciones que la pusieron muy al día.
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Los techos de tejas a dos aguas y el ladrillo a la vista de este chalet en Benavídez hablan de su origen en los años 70 u 80. Hasta aquí llegó una familia que, tras pasar unos años fuera del país, pensó en ella como cada de fin de semana. “Con adolescentes que tienen una activa vida social, querían una casa práctica, cómoda, usable. A partir de eso, la hicimos especial, a la medida para ellos”, dicen Malena Taboada y Florencia Melazza, socias de Melazza Mobili, firma que hizo el interiorismo.
"Por fuera, los propietarios quisieron mantener el estilo clásico de chalet; pero a la vez buscaban tener interiores cancheros y actuales."
Malena Taboada y Florencia Melazza, socias de Melazza Mobili
En profundidad
“Trabajamos en nuevas instalaciones (eléctricas, sanitarias y de calefacción), aberturas, pisos y revestimientos, así como en algunas modificaciones menores en los ambientes”, detalla el arquitecto Jorge Mazzinghi, del estudio Mazzinghi-Sánchez, a cargo de la reforma.. La circulación del área social fue de las más importantes. “Nos pidieron una intervención simple que le diera una nueva frescura, fluidez y flexibilidad a la casa, que estaba en un estado regular, original del momento de su construcción. El desafío fue modernizar la casa sin perder su origen”, dice Mazzinghi.
Demoliendo la pared que dividía el living del comedor, se logró un ambiente único apenas sectorizado por la arcada. En vez de dejar que pasara desapercibida, las interioristas decidieron resaltar ese límite con pintura amarilla.
Estética y funcionalidad
Texturas, tonos y materiales diferentes forman un ensamble ajustadísimo en la propuesta de interiorismo que hizo Melazza Mobili. Ya conocían a los clientes de un proyecto anterior, y en esta oportunidad trabajaron en conjunto la vivienda de fin de semana que la familia compró al volver a instalarse en Argentina, tras pasar 15 años en Uruguay.
La cocina se hizo a nuevo: mantuvieron las mismas dimensiones, pero cambiaron de lugar las bajadas y conexiones, e incorporaron una barra para desayunar. El acceso ahora es a través de una puerta de hierro y vidrio repartido desde el comedor.
Miradores
En la planta alta, las vistas al jardín y los techos a dos aguas, con los listones y tirantes a la vista, aportan a la sensación de refugio en la naturaleza.
Para lograr un baño en suite más amplio, los arquitectos demolieron el muro que generaba un ante baño; también redistribuyeron el sanitario y la bacha.
Un cierre perfecto
“La pérgola le da un juego de volúmenes al contrafrente, que caía abruptamente, y no tenía galería. Elegimos una estructura visualmente liviana, que le diera más actualidad a la casa”, cuenta Mazzinghi.
El antiguo sector de parrilla, antes abierto, se transformó en una suerte de SUM, con nuevas aberturas de vidrio repartido que lo comunican con ambos jardines y que permiten usarlo todo el año.
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