Con su “Cocina de Frankfurt” de 1926, la primera mujer austríaca en recibirse de arquitecta creó una de las mayores revoluciones en la vivienda social del siglo XX y facilitó hasta el día de hoy nuestra experiencia cotidiana.
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Cuando Margarete Schütte-Lihotzky festejaba en 1997 su cumpleaños número 100, dijo que en 1916 nunca nadie hubiera creído que alguna vez una mujer tendría el encargo de diseñar una casa. Sin embargo, su madre logró que un amigo de la familia, nada menos que Gustav Klimt, escribiera una carta de recomendación para ella. De esa manera, se convirtió en la primera mujer austríaca en estudiar Arquitectura en la k.k. Kunstgewerbeschule (Escuela Imperial y Real de Artes y Artesanías).
Diseñar desde la experiencia
Finalizada la Primera Guerra Mundial trabajó junto al célebre Adolf Loos, su mentor, en un proyecto de viviendas para los veteranos de guerra discapacitados. En 1926, fue contratada como arquitecta para trabajar en el complejo de viviendas sociales Römerstadt, parte del gran proyecto Neues Frankfurt concebido por arquitecto Ernst May para modernizar esa ciudad, y del que también participó el joven Walter Gropius. Allí, Shütte-Lihotzky estuvo encargada de diseñar el prototipo de la cocina, que resultó un éxito arrollador porque, al margen de su genio, el perfil personal de la arquitecta coincidía con el de sus clientas: todas eran mujeres trabajadoras.
La Cocina de Frankfurt
Pero no todo fue fruto de la inspiración o la empatía. La arquitecta realizó detallados estudios para determinar cuánto tiempo tomaban los procesos en la cocina y llevó a cabo entrevistas con amas de casa y distintos movimientos de mujeres. Fue en gran medida en base a ellos que optimizó los flujos de trabajo y creó lo que hoy parece obvio: una cocina compacta y funcional.
Estos fueron algunos de los detalles valorados por las usuarias directas de la cocina, que hasta ese momento no tenían opinión en su formato: tener a mano los condimentos, reducir la cantidad de movimientos para concretar una tarea, comodidad en un espacio mínimo, superficies metálicas y azulejadas higiénicas por su fácil limpieza.
"Racionalizar el trabajo del ama de casa es importante en todas las clases sociales. La mujer de clase media trabaja a menudo sin ninguna ayuda en su hogar; la de clase trabajadora suele trabajar fuera de él, ambas sobreexigiéndose al límite”."
Margarete Shütte-Lihotzky, revista Neues Frankfurt, 1926
“Yo no soy una cocina”
La “Cocina de Frankfurt” es el proyecto por el que más se la recuerda y por el que más se la reconoció en vida, algo que sin dudas le molestaba. No es para menos, siendo que participó activamente de la resistencia antinazi y del movimiento feminista, además de su labor como arquitecta en el campo social, que incluyó la creación de los primeros jardines de infantes, en línea con su trabajo a favor de espacios públicos ergonómicos, higiénicos y dignos que contribuyeran con el desarrollo de sus usuarios y habitantes.
"Si hubiera sabido que todo el mundo me iba a preguntar por esta maldita cocina, no la habría inventado"
Margarethe Shütte-Lihotzky
Abajo, fotos del proyecto de vivienda mínima para dos familias “Zwofa”. La sucesión de imágenes (Siedlung Praunheim. 1928 © Kunstsammlung und Archiv) deja claro el cambio del estar-comedor durante la noche, con dos camas sobre ruedas desplegadas. Y pone de manifiesto el interés de Shütte-Lihotzky por lograr hogares funcionales y confortables aún en muy pocos metros.
Musa de vanguardia
El proyecto Musas de Vanguardia, que cuenta con el apoyo de la Embajada de Austria en Argentina y el Museo de Arte Decorativo, entre otros, está dedicado a mujeres migrantes con peso en las vanguardias artísticas, rescata la figura de Shütte-Lihotzky. Sus creadoras, las artistas y arquitectas Luciana Levinton (Buenos Aires) y Mara Sánchez Llorens (Madrid), la seleccionaron en esta primera etapa junto a Norah Borges, Charlotte Perriand, Lina Bo Bardi, Lidy Prati y Maruja Mallo. El objetivo es visibilizar el trabajo de estas mujeres singulares (tres artistas y tres arquitectas) y aportar un elemento pedagógico con dibujos listos para descargar y colorear.
“Cada milímetro cuenta”, decía. Era algo que fascinaba a su espíritu ordenado y racional
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