En Sudáfrica, a media hora de Ciudad del Cabo se encuentra esta maravilla protegida de los vientos, que sigue el recorrido del sol.
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Pringle Bay es un destino magnífico: montañas, río y mar, a solo media hora de Ciudad del Cabo. La familia Olmesdahl la descubrió hace 15 años, cuando pasaron allí unas muy felices y convenientes vacaciones, sin viajes extenuantes de por medio. Varias temporadas después, vieron un cartel de venta frente a la vieja casa de ladrillo que tantas veces habían mirado, sin pensar jamás que algún día sería suya. Lo cierto es que les atraía mucho más la ubicación privilegiada del lote que la construcción, pero aun así la compraron y, por siete años, la visitaron cada fin de semana o día feriado. Ventajas de la cercanía.
Su dueño, el arquitecto Philip Olmesdahl, es socio de un estudio de arquitectura con obras en varios continentes. Sin aclarar si fue por falta de tiempo, por gusto o por aquello de que “en casa de herrero...”, se tomó su tiempo para reformarla. Pero cuando llegó el momento, el cambio fue total.
Para esa altura, ya tenía un profundo conocimiento del recorrido del sol y la incidencia de los vientos según el mes, y sabía exactamente cómo protegerla de los rigores del clima sin perder la oportunidad de abrirla a un paisaje rústico y atrapante. El resultado es una casa donde se descartaron terminaciones suntuosas y se priorizó una funcionalidad bella e inteligente. En palabras de Philip, el “lujo descalzo”.
"Durante siete años tuvimos aquí mismo una casa pintoresca, pero muy mal orientada. Después de tanto tiempo, sabía exactamente cómo protegerla de los fuertes vientos salitrosos, sin cerrarla"
Arq. Philip Olmesdahl, dueño de casa y socio del estudio Saota
Obra del estudio, el tiraje recubierto por una placa de latón perforada trae consigo brillo, sorpresa, un punto focal de diseño y una sutil división al espacio integrado
Con las ventanas corredizas abiertas, el living continúa en el balcón y más allá, a través de una baranda de vidrio que permite gozar del valle solitario.
La planta abierta conforma un estar continuo donde se relacionan con naturalidad espacios cuidadosamente articulados. Según su dueño, esa es la esencia de una vivienda de vacaciones.
El primer espacio con el que uno se topa es la cocina con barra, estar y salamandra empotrada. Una placa de metal pintado al horno aloja los spots embutidos y cubre la campana de modo elegante y original.
“La cocina es mi ambiente preferido, tal vez porque allí es donde pasamos más tiempo juntos, tomando café a la mañana o mirando el atardecer sobre el mar”
Blanco, negro, madera y un particular toque de color en cada ambiente. En la cocina con su propio estar, la nota la dan el cuero en tono suela de los pufs, el cuadro heredado y el dibujo de motivo paleo tomado de internet, ampliado, impreso en papel de fotografía y enmarcado.
La caja de la escalera, ubicada al este, se diseñó de modo tal que la cocina recibiera luz natural hasta el mediodía.
Como una caja de cristal, la suite principal “emerge” del techo cubierto por piedra partida y tiene una vista espectacular del río Buffels.
Los dormitorios se hicieron deliberadamente sencillos y en colores neutros, dándoles merecida prioridad a las vistas, que en la suite principal se aprovecharon con dos paredes vidriadas.
Un atisbo del bosque se refleja en el espejo del baño a continuación del cuarto principal.
Clima riguroso
Soles intensos, vientos que traen consigo minúsculas gotas de agua del mar tan próximo y la humedad propia del río hicieron necesaria una fachada robusta. Se logró con aberturas de alta prestación, ladrillo recubierto con una capa de revoque plástico que no oculta la textura de base y paredes revestidas con Rheinzink, una aleación de zinc con ínfimas partes de titanio y cobre producida en Alemania, que garantiza duración y va tomando un atractivo gris azulado con el correr del tiempo.
“El aire marino con pocas barreras y la proximidad del río crean un ambiente bastante agresivo, que imponía elegir terminaciones sumamente resistentes”
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