María Eugenia Bagnardi trabajó junto a Inés Coviello, su socia del Estudio Cántaro Bardó, para renovar la propiedad.
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Un PH en dos plantas con espacio verde y la posibilidad de reconfigurarlo a medida de la familia: esas fueron las condiciones iniciales que hicieron que la diseñadora de interiores María Eugenia Bagnardi y su marido, Agustín, eligieran esta propiedad para compartir junto con su pequeño hijo, Migue. Necesitaba refacciones, eso sí, pero nada imposible. Para tomar la decisión, la dueña de casa se apoyó también en Inés Coviello, su socia en el Estudio Cántaro Bardó.
"Diseñar para nosotras mismas es algo complejo. Cada vez que tenemos que elegir algo para nuestras casas, nos tomamos el tiempo necesario y buscamos la ‘bendición’ de la otra."
María Eugenia Bagnardi e Inés Coviello, socias del Estudio Cántaro Bardó
Nuevos comienzos
En solo cuatro meses de obra, integraron los espacios de la planta baja, ampliaron cada vano para aumentar el caudal de luz natural, desmontaron los cielos rasos para recuperar la vista al techo de bovedilla y renovaron las conexiones de los servicios. “La identidad, los gustos y las reuniones de la familia fueron las premisas del proyecto”, dicen sobre lo que, para ellos y para todos, suelen ser guías infalibles.
“Le vimos mucho potencial porque, dentro de todo, era una obra bastante fácil”, nos cuentan sobre la reforma de la propiedad de 110m2 de Villa Pueyrredón.
“Nos enfocamos en tirar algunas paredes en la planta baja para lograr un espacio integrado, una idea que teníamos clara desde el principio, para favorecer la vida social y alegrar el día a día”, cuenta María Eugenia Bagnardi, dueña de casa, sobre este sector, que ahora tiene 60m2.
Cuando visitó la casa por primera vez, María Eugenia enseguida pensó en quitar los cielos rasos: desmontaron las placas de yeso y picaron los techos para dejar la bovedilla a la vista, lo que les permitió ganar altura y un toque rústico único.
Mirar hacia adentro
Otra intervención importante de la reforma fue la ampliación de todas las ventanas; mientras que la de la cocina quedó a media altura, en el living aprovecharon para instalar puertas vidriadas, lo que potencia la conexión con el corazón verde de la manzana.
“La escalera fue todo un desafío”, dicen. El espacio era chico, pero querían que fuera cómoda y segura: la diseñaron en hierro y la amuraron.
A la vista
Donde hoy está la barra, había un muro que cerraba el ambiente. “Como la cocina iba a quedar abierta, queríamos que siguiera el estilo general, en blanco y madera”, cuentan las interioristas.
Jardín propio
“Contar con un espacio exterior aprovechable era importante para nosotros, y este es una joyita: nuestros cuartos dan allí y tiene mucha intimidad: alrededor solo hay casas”, dice María Eugenia.
En el patio, pegado a la cocina, había un lavadero a la vista. En la misma ubicación, ahora el lavarropas queda oculto tras las puertas negras, junto con los productos de limpieza, mientras que en el módulo más alto instalaron el termotanque.
Espacios privados en planta alta
En la planta alta casi no hicieron modificaciones, excepto por algo que cambió el estilo general: conservaron el techo original, pero lo pintaron de blanco. Esto es algo que se nota en el dormitior de los dueños de casa. Además, como hacen home office, decidieron que tuviera un tocador-escritorio, útil para tomar llamadas sin interferir el trabajo del otro.
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