Sean para sembrar ejemplares exóticos o simplemente para sentarse a disfrutar del sol y sus cistas, los jardines de invierno tienen un encanto innegable. De huertas a viveros y cocinas, algunas versiones de un clásico.
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Para los amantes de la jardinería, tener un invernadero significa abrirse a la posibilidad de plantar y ver crecer especies que en otras condiciones no sobrevivirían a la primera helada. Para la mayoría de los mortales, un jardín de invierno es un espacio que desdibuja la línea entre interior y exterior en el que el sol que se cuela y las plantas logran un ambiente único. Sea por amor a la botánica o a la estética, son muchas las casas que se animan a tener un invernadero, aquí algunos ejemplos.
En el humedal
Cuando Gabriel Granda y Ángelo Novoa compraron las dos hectáreas en las que hoy se ubican las Cabañas Foráneo, no sabían que harían con eso: solo querían asegurarse de que esas dos hectáreas de los humedales del sur de Chile, a 6 km de Puerto Varas, no fueran arrasadas por la ganadería, como venía sucediendo en toda la zona.
“Para recomponer la biodiversidad del corredor biológico donde estamos (del que buena parte se había talado para el pastoreo de ganado), sumamos alrededor de 6.000 plantas y arbustos. El plan es llegar a 20.000″, cuentan los amigos y socios. Como parte de este proyecto hotelero sustentable, construyeron un invernadero en el que se produce verdura para el consumo, además de ser espacio de reuniones y eventos.
“Hicimos esta huerta con la intención de demostrar que no es descabellado producir frutas y verduras para el consumo personal”, explica Gabriel Granda, socio de Cabañas Foráneo.
Transición genial al exterior
Fuelle entre la cocina y el exterior, en esta casa diseñada por el estudio de arquitectura Giovanakis, la diseñadora de interiores Paula Fernández Moin y la paisajista Eugenia Anaya el jardín de invierno se usa para comer todos los días.
“Para lograr continuidad con el exterior, el jardín de invierno tiene pisos símil calcáreos que remiten a un patio. Se pintó de negro por dentro y por fuera, porque los colores oscuros realzan el verde”.
Perfecto para el cultivo de orquídeas, strelitzias y gomeros por el resguardo que les ofrece frente a las heladas y temperaturas bajas, el espacio funciona como un perfecto comedor diario y taller de trabajo de la dueña de casa pero también como invernadero para las especies tropicales.
Cocina ocupada
Construida en una chacra de 12 hectáreas, la casa que el arquitecto Gonzalo Aulet, del Estudio Aulet & Yaregui, y las interioristas Mercedes Ocampo y Pía Giménez del estudio Oda 9 diseñaron en conjunto en Baradero, debía pensarse como una casa de campo de puertas abiertas.
Ubicada en el interior de la provincia de Buenos Aires, la chacra se pensó como una casa de fin de semana poblada de cuartos de huéspedes en los que recibir a familiares y amigos. Como parte de esa experiencia de desconexión y conexión con la tierra -pero también respondiendo a la necesidad de proveer una cocina siempre activa- se apostó por una huerta y un jardín de invierno que le brindara apoyo.
Cada persona que va a pasar el fin de semana, se lleva de regalo un cajoncito con productos de la huerta. Los troncos se pusieron a modo de asiento, para descansar entre trasplantes y poda.
De estilo italiano
Más pensada como comedor que como un espacio botánico, el jardín de invierno que propuso la diseñadora Gaby Orlando en esta casa tan particular remite a algún paisaje de la Toscana.
“Le dimos a la cocina una impronta italiana”, confirma la interiorista. Además de los muebles rústicos y terminaciones añejas, el paisajismo con su patio de piedra y su estética propia de los campos de olivares nos lleva en un viaje. Puertas adentro, se aprovecharon las condiciones perfectas para colgar distintos ejemplares en coquedamas desde el techo vidriado.
En la reserva
Siguiendo en territorio de humedales, aunque esta vez en el corazón del Parque Nacional de Los Esteros del Iberá, la estancia Rincón del Socorro también tiene su huerta orgánica e invernadero en los que produce unos 150 kilos de verdura al mes.
“El modelo de invernadero que tenemos acá se tomó de Chile, son los que Douglas Tompkins tenía allá”, explica Fernando Sosa, director de Rewilding Experience.
De todo el territorio de la Estancia, la huerta y su invernadero son los únicos que se resguardaron de los animales con alambrados y cercos vivos para cuidarlos de los pecaríes y carpinchos.
Semi cubierto
Con su estructura de chapa y madera y paredes abiertas, este “jardín de invierno” abierto fue durante años el germinador de Paquita Romano, una de las jardineras más prodigiosas del país.
El reparo más que su estructura endeble lo ofrecen los árboles y plantas alrededor. Aunque sí sirve para reparar de las precipitaciones fuertes, el granizo o el sol directo, la jardinera no buscó un espacio con un clima cerrado y cálido.
“Mi jardín es libre, lo dejo avanzar. Ninguna planta tiene un lugar fijo o elegido. Necesito experimentar, saber cómo se desarrollan”, asegura Paquita.
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