Los invitamos a recorrer sus construcciones icónicas, como el templo presbiteriano, Villa Grampa o los chalets del barrio inglés, así como viveros y locales de diseño y gastronomía que brillan en la zona.
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En el barrio inglés de Temperley no vuela una mosca. El silencio y la prolijidad toman las calles comprendidas entre Sixto Fernández (al norte), Avellaneda (al sur), Yrigoye (al oeste) y las vías del ferrocarril (al este). Las veredas están exentas de papeles o basura y los adoquines obligan a bajar la velocidad de los autos y enfocar las miradas en los chalets de techos inclinados, paredes blancas o de ladrillo, con madera aplicada o rejas en el famoso verde inglés.
Cuenta la historia que cuando el ferrocarril cortó la chacra de George Temperley (fundador de la localidad homónima), él decidió rematar sus lotes y donar los ladrillos para edificar buena parte de las casas que hoy se conservan.
“En 1825 se instala en Santa Catalina [al oeste de Temperley, entre Lomas y Llavallol] una colonia escocesa de unos 230 trabajadores que revolucionaron las técnicas agrícolas, proveyeron a toda la provincia de manteca y armaron las bases para la posterior fundación de un importante instituto agronómico-veterinario. Esa impronta del Reino Unido se consolidó, años después, con la inauguración del tren y el desembarco de más inmigrantes”, explica Bruno Cariglino, vecino de la zona y subdelegado de la Comisión Nacional de Monumentos por la provincia de Buenos Aires.
Villa Grampa
Implantada en pleno barrio inglés, Villa Grampa es un fiel reflejo de las joyas arquitectónicas que se mantienen en pie desde mediados del siglo XIX y principios del XX en las calles de Temperley y Lomas de Zamora. Está escondida detrás de un cerco vivo (que la integra con naturalidad al paisaje arbolado del barrio) y rodeada de un jardín enorme: el lote es uno de los pocos que conservan su tamaño original, de cuarto de manzana. Se alquila como set de filmación y fotografía y, cada tanto, abre sus puertas para ofrecer tardes de té y ópera. En la esquina de Suárez y General Paz.
El viejo ombú
Este icónico vivero del barrio inglés de Temperley abrió sus puertas en 1979. 43 años después, los vecinitos que pasaban por la esquina de Espora y Avellaneda de la mano de sus papás “hoy llegan con vozarrones y cochecitos de bebé”, dicen, sonrientes, Nora y Juan, quienes han mantenido durante todo este tiempo una clientela fiel.
Los últimos dos años trabajaron más que nunca. Con el encierro, todos quisieron su huerta propia, y nadie mejor para asesorarlos que este matrimonio con vasta trayectoria en el tema. “Vendemos sustratos, semillas, plantas, fertilizantes; nada de florería”, aclaran. Avellaneda 201, lun. a vie. de 8.30 a 12.30 y de 16.30 a 20; sáb. de 8.30 a 14. @elviejoombu_plantas
Vitrales viajeros: de Escocia a la Argentina
Para principios del 1900, la comunidad presbiteriana escocesa de Zona Sur era tan grande que urgió construir un templo con lugar suficiente para celebrar el culto protestante. La locación elegida fue una de las cuatro esquinas de General Paz y Tomás Espora –en el corazón del barrio inglés–, que se compró con dinero proveniente de donaciones y de recaudaciones de un gran bazar organizado en 1910.
El estilo elegido entre los profesionales y el comité de fieles fue un neogótico en símil piedra de superficies planas y despojadas, con carpinterías de madera, muy referenciado con el Early English y las iglesias escocesas rurales. Gracias a esa simpleza material, se destacan de manera espectacular sus vitrales, indiscutidos protagonistas del templo. ¿Qué hay detrás de estos vitraux? Fueron donados por la familia Burnet, radicada en la Argentina, y fabricados por la firma Guthrie & Wells, de Glasgow, autores de vitrales de varias iglesias notables de Gran Bretaña, incluida la Trinity Church de Cambridge.
De tinte prerrafaelista (colorido, detallado y con aires de realidad) y también flamenco, el trío de vitrales representa la Adoración del Niño, un breve ciclo narrativo de la infancia de Cristo. Un cuarto cristal de colores llegaría más tarde, en 1922, al lateral Este de la nave central, para representar otra parábola bíblica del sembrador. El arte sobre estos vidrios atrae una infinidad de visitantes e, incluso, se organizan con regularidad eventos nocturnos tanto en fechas importantes del calendario religioso como en el Día de los Monumentos, en los que se proyectan luces e imágenes sobre los vidrios; su contraste con la plena oscuridad facilita una experiencia única. General Paz 191.
Becca Estudio
Germán Van Peteghem (42) invita a levantar el pie del acelerador. Su taller de carpintería es un oasis con olor a bosque en medio de una de las avenidas más transitadas de Temperley. Allí, la nota fresca del cedro recién cepillado, combinada con una playlist de jazz minuciosamente curada, aminora las pulsaciones de cualquier visita. Además, todo es impecable: paradójicamente, no hay polvo y rige una suerte de “manifiesto de que no se muevan las herramientas de lugar”, según bromea el joven ebanista, quien guía a sus más de 40 alumnos en el arte de la carpintería.
“El espíritu de Becca es rescatar conocimiento perdido, mantener vivo el oficio y formar a nuevas generaciones de carpinteros para que la gente no se acostumbre a los productos de baja calidad o a las malas terminaciones”.
Aquí asisten arquitectos y diseñadores industriales y, también, personas que nunca antes trabajaron con madera; cada cual produce sus propias piezas. “Algunos lo buscan como una salida profesional; otros, solo quieren distenderse y encuentran en esto un hobbie”, concluye Germán. Clases para grupos reducidos, en días y horarios a coordinar. Seminarios bimensuales de jornada completa. @beccaestudio
“Pese a contar con muchas herramientas, intento transmitir que es posible construir sin mucho más que un formón, un serrucho y una escuadra”.
Kawaii Green House
Las socias (y amigas) Flor Diomedi (arquitecta y paisajista, izq.) y Marian Puentes (diseñadora gráfica) salieron reforzadas de las épocas más crudas de la pandemia. Pasaron de cuidar el stock de plantas de Kawaii en sus casas, a inaugurar, a fines del año pasado, un espacio de lo más canchero en el límite entre Las Lomitas y el barrio inglés de Temperley. Allí, la pasión por los árboles y las flores se fusiona con el diseño. Italia 528, mar. a vie., de 10 a 13 y de 16 a 20; sáb. de 11 a 20. @kawaiigreenhouse
“Ofrecemos un servicio personalizado, que no se reduce a sumar verde porque sí, sino a pensar en la decoración y la funcionalidad de cada ambiente de nuestros clientes”.
(A)Masa Madre
El boom de la fermentación natural también desembarcó en el sur. A pocos metros de la zona comercial Las Lomitas, pero con el plus de tranquilidad propio de las calles de adoquines, El Obrador es una parada obligatoria para los fanáticos de los panes de masa madre y la pastelería laminada.
El éxito de esta micropanadería fue tal que, hacia fines de 2021, ya estaba abriendo este segundo local, en Lomas. ¿Los productos estrella? La mini bundt cake de zanahoria y mandarina, el pan de semillas tostadas y el croissant de pastelera y arándanos. España 591. De lun. a sáb., de 9 a 19.30; dom., de 10 a 18. @elobrador_mg
Los colores de la naturaleza
Romina Ferrer (45) se confiesa “enamorada” de Philosophy Deco, el emprendimiento que comenzó en cuarentena. Oriunda de Lomas de Zamora, enseña carpintería y herrería en un colegio industrial, pero cuando vuelve a su casa se cambia el delantal, enciende el fuego y hace magia en las ollas: hierve eucaliptos, yerba mate, cúrcuma, cochinilla y hasta piel de cebolla, y con eso tiñe tussor y gasas para transformarlas en almohadones, pies de cama, manteles y pashminas, entre otros productos textiles. Trabajos por encargo y, próximamente, showroom en Lomas de Zamora. @philosophy.deco
“Hay plantas y desechos naturales que cobran valor sobre las telas y no perjudican el ambiente. Busco aportar mi grano de arena proponiendo una forma de consumo más consciente y sustentable”.
Olika
Dalmacio Souto es chef de alta cocina y su mujer, Cecilia Molina, siempre trabajó en gastronomía. Vivieron siete años en España y fue durante su estadía en Barcelona, en 2013, cuando vieron nacer la tendencia de la hamburguesería gourmet. “Es una ciudad muy cosmopolita, en la que se percibe con claridad lo que está pasando en el mundo. De inmediato vimos que el negocio podía funcionar en la Argentina”, nos cuenta la pareja, que no dudó en apostar a Zona Sur, donde ambos crecieron.
Desde el pan hasta los aderezos, todos los ingredientes del menú se fabrican en la cocina de Olika El Obrador –una de las dos sedes del restaurante, que aloja, como su nombre lo indica, el taller artesanal–, en un afán de reformular el concepto de comida rápida, idea también presente en la ambientación. Atentos a una de las ofertas más originales de la carta: burger de ternera con crujiente de cerdo, pimiento rojo y berenjena asados, cebolla caramelizada, verdes y alioli casero. ¡Delicia! Oliden 180 (Italia 526, pronto a reinaugurar). @olikaburgers
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