El diseñador salteño, recientemente nombrado embajador del diseño italiano, será reconocido una vez más en la edición del Salone del Mobile que inaugura hoy. Días antes de su partida, mantuvimos una conversación sobre su vida entre dos mundos opuestos y complementarios.
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“El diseño es como la filosofía, una foto del pensamiento. Si pensás lindo, diseñás lindo”. Francisco Gómez Paz nació en Salta, estudió en Córdoba y consolidó su carrera en Milán. Con un estilo de líneas puras, por momentos geométricas, pero siempre escultóricas, el diseñador argentino asegura que la mejor estrategia para avanzar con sus proyectos es “cultivar la paciencia”. Desde su estudio en Tres Cerritos y a días de viajar hacia la usina industrial italiana que lo vio crecer, Francisco Gómez Paz dirá que desarmar juguetes cuando era chico fue clave, que armar dispositivos con piezas sueltas le permitió programar el GPS que hoy lo lleva de un lado y el otro del charco durante todo el año.
“Para crear algo nuevo hay que estar dispuesto a atravesar senderos nunca antes explorados. El proyecto es una buena herramienta, entregarse a la tensión entre lo desconocido y el futuro es una de las claves de la disciplina. Eso sí, hay que cultivar la paciencia”, sugiere el creativo, autor de luminarias escenográficas y sillas que levantan vuelo propio. ¿Una silla voladora? Casi: Eutopia, así sin acento, fue el desarrollo que le valió a Francisco el Oscar del Diseño en 2020 (el premio Compasso D’Oro), el segundo en su carrera. El jurado contempló que la pieza de apenas 1,8 kg. reunía condiciones únicas y cuando la vio “volar” en las Salinas Grandes atada a un ramillete de globos rojos no lo dudó. Esas fotos y videos que se viralizaron en las redes sociales de diseño de todo el sellaron su pasaporte con el título de ciudadano del mundo.
Perseguir la utopía
Eutopia se gestó en el laboratorio de experimentación material que Francisco transformó en una usina de prototipos, máquinas, impresoras 3D y herramientas analógicas y tecnológicas. Para desarrollar esta silla única, se valió del corte láser y el control numérico como parte de las tecnologías flexibles que hicieron posible esta revolución industrial 4.0. “Me imagino libre del espacio. Liberarme era una utopía, reconectar con mi territorio no industrial, con mi impronta artesanal, con el deseo del cambio como utopía permanente”, reflexiona el diseñador. En versión natural, negra o roja –y un modelo realizado en cuero—la silla que no lleva tornillos ni clavos encierra un secreto: el encastre.
Es justamente a esa cualidad, a la que le debe su reconocimiento dentro de los desarrollos de la revolución industrial 4.0. Sin embargo, según el diseñador, cuando terminó de desarrollarla pensó que no iba a resistir dos sentadas. “Diseñé una máquina casera con brazo neumático para testearla, la sometimos a un peso de 100 kilos y 22 mil ciclos”, recuerda. “Salí de mi zona de confort, puse todo en discusión. Logré mi propia utopía, la de hacer un producto de calidad en un contexto propio, no industrial”.
"El taller es un templo de creación, puedo proyectar con calma y los tiempos son más laxos. Eso me permite crear sin la presión de entregas ajustadas: es el espacio para mover el límite de lo conocido, cuestionar, probar y aprender."
Francisco Gómez Paz, diseñador industrial
Embajador de dos naciones
La silla, como objeto icónico del diseño, es para Gómez Paz un hito que cumple con los rituales de comer, trabajar, producir o entretenerse. “La problemática sigue siendo la misma, lo que se modifica son las soluciones”, define Gómez Paz que este año fue seleccionado como embajador del diseño italiano. A días de viajar al Salón Internacional del Mueble de Milán, el diseñador de luminarias premiadas como Hope o Mesh, confiesa que a pesar de que elije vivir entre un lado y el otro del charco persigue siempre el mismo objetivo. “Busco la libertad de poder vivir donde quiero. Hoy puedo trabajar desde cualquier parte del mundo, pero siempre elijo volver a Italia”, confiesa. Más allá de las motivaciones personales, Gómez Paz considera a Italia “un faro que ilumina a la industria del mueble global”.
En la próxima edición de la feria internacional que tendrá lugar entre el 16 y el 21 de abril, Gómez Paz será el protagonista de un homenaje que repasa los 25 años del SaloneSatellite, una de las secciones más vibrantes de la movida. La exposición, que reúne una selección de las piezas y protagonistas que dejaron su huella, le dedicará un lugar de privilegio a quien supo ganarse un lugar en la selección de diseñadores emergentes hace más de 20 años.
“Mi hija tenía apenas un par de meses y como no había dónde dejarla, le armamos un rinconcito en el stand donde presenté la lámpara Metro”, recuerda. Corría 2001 y esa beba, que hoy tiene 23 años, presenció uno de los hitos fundacionales de la carrera de su papá: Marva Griffin, la curadora del espacio, detectó el talento del diseñador argentino que había apostado a la identidad artesanal. A ese encuentro siguió la presentación de Apero, una chaise lounge hecha en cuero crudo cosido a mano sobre una estructura de acero, que se inspiró en la silla tradicional de monta salteña. Esa revalorización de la artesanía, y el saber hacer ancestral de los artesanos del norte argentino, le valieron más premios.
Para Gómez Paz, parte del valor de Apero estuvo en el contexto desfavorable de crisis en el que surgió: su demuestra que así y todo se puede generar valor.
Un barquito, el comienzo de todo
De chiquito, Francisco armaba y desarmaba todo tipo de artefactos. Muchos eran juguetes nuevos; le fascinaban las piezas y los mecanismos que atesoraba para crear nuevas criaturas. Un barquito a vapor construido con fragmentos de un auto a control remoto y un motorcito guardado para la ocasión fueron reveladores. “Pude experimentar lo que se siente al concretar un proyecto, de la imaginación a la realidad”, dice hoy el diseñador. Años más tarde, cuando tenía 23 años, ganó un concurso organizado por BMW y la revista Domus por un diseño de unas motos eléctricas. “Ese premio me cambió la vida, gracias a eso obtuve el permiso de estadía permanente”, asegura Gómez Paz. En todos estos años, logró mantener el equilibrio entre lo mejor de los dos mundos: de la vanguardia tecnológica y la tradición industrial a la impronta artesanal con ADN local.
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