De cara al río e inmersa en el monte nativo de Taninga, esta asombrosa vivienda fue pensada, ante todo, como un punto de encuentro familiar.
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En las cercanías de Taninga, a 120 km de la Ciudad de Córdoba, se abre el monte serrano, tupido y apartado, en el que creció la familia que hoy disfruta de Casa en Piedras. El deseo de los hermanos que la soñaron era poder descansar ahí durante las vacaciones, los fines de semana y los gloriosos días de home office.
El Estudio Palacios tomó la posta de materializar el proyecto. El desafío era doble: la construcción no solo tenía que hacerse en una zona inhóspita, sino que además marcaba el inicio de una dupla de arquitectas con un hilo familiar tan fuerte como el de los clientes: Mariana Palacios y Azul Sánchez son madre e hija.
En plan familiar
"Recién salía de la Facultad, esta fue mi primera obra como arquitecta recibida. Con mi mamá aprendemos día a día a convivir en el estudio. A veces coincidimos y otras tantas no, pero eso es lo bueno de trabajar en equipo."
Arq. Azul Sánchez, de Estudio Palacios, a cargo del proyecto
Extenso, sereno, hermoso. Así se ve hoy este campo en el que se despliega la casa principal, pensada para tres hermanos y sus familias, y otra más chica e independiente para su madre. Pero cuando Azul y Mariana llegaron a la zona, el escenario no fue tan idílico. “El terreno representó la mayor complejidad de la obra. Es espinoso y su limpieza resultó muy engorrosa, especialmente porque quisimos hacerla de una manera responsable, conservando al máximo el entorno”, cuenta Azul.
En este monte, las arquitectas encontraron las piedras gigantes que hoy marcan la esencia de la casa: “Nos fascinaron. Si te trepás, descubrís (además de unas vistas increíbles) un sentido de pertenencia muy particular. Atar la arquitectura a ellas fue el punto de partida del proyecto”.
Simpleza campera
La casa principal tiene una planta con cocina, comedor, estar y terraza con asador. Medio nivel hacia abajo está la zona de descanso y medio hacia arriba, el quincho.
“Buscamos la sencillez y rusticidad de una casa de campo, con objetos simples, materiales naturales -como madera y cuero- y textiles en tonos terracota. Lo fundamental era que todo resultara fácil de mantener y limpiar”.
En invierno, el calor llega de la mano de estufas a leña y calefactores; en verano, los ambientes se refrigeran con aire acondicionado y ventiladores.
“El resultado de este proyecto fue dar escala al habitar en la inmensidad; y celebrar en cada espacio las vistas formidables de la naturaleza.”
En la terraza con asador, el techo es una parrilla de madera de Grandis pintada de negro con una cubierta superior de chapa.
La escalera que conecta el sector principal con el quincho se hizo en mampostería y se la acompañó con un revestimiento en madera de guatambú.
“En las casas de campo en general, se necesita mucho espacio de guardado para lograr que sean funcionales. Por eso diseñamos un mueble enchapado en laurel”.
Los desafíos del monte
Los materiales y la voluntad resaltar la belleza del lugar se pensaron en relación directa. Inspirado en el otoño cordobés, apareció el revestimiento en chapa de acero corten en color óxido; y siguiendo la textura y los tonos de las piedras gigantes que protegen la casa, se incluyó el piedraplast en negro (Portoro). “Ambos tienen buena resistencia a las inclemencias del clima, y aún con escaso mantenimiento, tienen buena vejez”.
Otra de las piezas clave para la ejecución del diseño fue la elección de un sistema constructivo industrializado en el que Mariana y Azul unieron piezas de herrería con el método de panelizado steel frame. Lo fundamental era lograr un fácil acarreo de los materiales y simplificar su colocación, que tenía que hacerse en un clima exigente (por momentos muy frío, seco y ventoso). La complejidad se multiplicó con la ausencia de servicios. “De hecho, se necesitó un grupo electrógeno para llevar adelante la obra”, recuerda Azul.
Las casas -los dos volúmenes de la principal y la “mamahouse”- hoy tienen energía eléctrica gracias a la instalación de un tendido de red que recorre ocho kilómetros a través de la montaña. El agua se extrae del río con una bomba y se acumula en cisternas.
Un espacio para todos
Pensado para el encuentro familiar, el quincho tiene un gran asador con puerta guillotina, horno chileno a leña y una zona de soporte con mesada, bacha, mueble de guardado, heladeras y una cava, que permite tener un stock de vinos, salvando las distancias que separan la casa de la población más cercana.
Descanso mineral
En este nivel (el más bajo de todos) hay tres dormitorios en suite y otro -reino absoluto de primos y amigos- con capacidad para 10 camas y un baño por separado.
“En el pasillo que conecta a los dormitorios, las piedras parecen meterse dentro de la arquitectura. De noche esto tiene un efecto muy particular”.
Habitar las sierras
“Lo más bello de habitar esta zona es la presencia del río Jaime, muy caudaloso en épocas de lluvia, y el paisaje serrano, con su inmensa tranquilidad”.
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