En un acotado lote de Villa Ortúzar, Griselda Balian y Javier Bossi levantaron un hogar de estructura liviana y eficiente que se abre al barrio sin comprometer la intimidad.
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Por la forma en que están armadas las cuadrículas de las manzanas, en Buenos Aires los terrenos de esquina suelen ser chicos, por lo que muchas veces no son aptos para hacer edificios y resultan accesibles. En uno de ellos, la arquitecta Griselda Balian y su pareja y colega, el arquitecto Javier Bossi (que integra Estudio Damero con Mariano Medina), vieron la oportunidad de acceder a la casa familiar y, también, experimentar ideas y recursos.
“Antiguamente, las esquinas tenían los almacenes o el comercio del barrio. Esta era una casa, pero en la ochava habían puesto una cortina de enrollar e instalado un kiosco. Lo llamaban ‘el kiosquito de Fidel’; era la librería donde los chicos iban a comprar golosinas a la salida de la escuela”, nos cuenta Balian. Un poco por estrategia del proyecto y otro por esa historia, esa ‘piel’ se conservó develando el ladrillo y generando el contraste con la nueva estructura que le da carácter a la casa.
De la vereda al patio
La puerta de calle da a un patio que puede funcionar como garage junto a un jardín de helechos y conectado a un estudio. Las tres plantas que albergan los ambientes se resolvieron con una estructura metálica de seis columnas de hierro (perfil grey de 16 cm) y losas “Steel deck” (de chapa con una pequeña capa de hormigón).
“Como se iban a mantener las medianeras y la cáscara del perímetro, las columnas funcionan como seis alfileres que se insertaron sin tener que picar todo o hacer una estructura de hormigón, y que se pudieron dejar a la vista sin molestar”, cuenta Balian, que desarrolló el proyecto en conjunto con Bossi (la ejecución fue de Estudio Damero).
“Es una casa pensada al milímetro. No solo buscamos la mayor funcionalidad en cuanto a la disposición de los espacios, sino también en el manejo del sol y la relación con el exterior. Que se sintiera el contacto con la ciudad, con la calle, sin resignar privacidad”.
De la cocina a la terraza
En la primera planta se ubican la cocina, el comedor y un living. Como la casa era pequeña y había que optimizar los espacios, las ventanas de la planta baja y el primer piso se desplazan totalmente e integran el patio y la terraza. “De ese modo, no hubo necesidad de duplicar los muebles: si hacés una comida podés usar la mesa de la cocina, porque está todo abierto”.
En los muebles de cocina se reutilizó un revestimiento de madera de la casa de la abuela de Balián, una boiserie que estaba deteriorada y se pintó con laca. Con este mismo material se paneló la heladera.
La pared que se mantuvo de la casa vieja está en su altura original, y los niveles de la casa se regularon de tal manera que en el primer piso la pared quedó a 1,60 metros; eso permite que se vean el cielo, los árboles, los vecinos, las casas, manteniendo cierta privacidad de afuera hacia adentro. Balian también celebra ir viendo cómo cambian las estaciones a través del fresno plantado en la vereda.
La pareja le prestó especial atención a que el control solar esté dado por la propia arquitectura, sin necesidad de cortinas.
Los pisos del primer y segundo piso son de incienso; la única diferencia es el espesor de las tablas. En el caso de la cocina son más anchas, para empatarlas con el deck exterior.
Hacia adentro
En el segundo piso se ubican el dormitorio de la pareja, un cuarto para los dos niños y dos baños; en la última planta hay una terraza abierta.
Como durante la obra estaba por llegar el segundo hijo de la familia, en la habitación infantil se ubicaron dos puertas separadas por un espacio y se armó el placard como un volumen movible, de forma tal que en el futuro pueda usarse como división para generar dos dormitorios más pequeños.
Se dejaron paños fijos de vidrio en la parte superior de los dormitorios para dejar entrar luz y generar sensación de amplitud.
En los dormitorios se pusieron parasoles para tener la posibilidad de oscurecer o cerrar más los ambientes. Se hicieron con los herrajes que se usan para los ventiluz, pero en lugar de vidrio les insertaron tablas finas de madera con rebaje para que pudieran calzar en ellos.
Con el sol del mediodía iluminando el revestimiento de siding del volumen superior de la casa, el ladrillo expuesto de la construcción original cobra aún más protagonismo. “Cuando levantamos el revoque se empezaron a ver las molduras de las arcadas y ciertas imperfecciones, se nota dónde estaba la persiana del kiosco o la puerta, que se completaron con otro ladrillo pero no tratando de disimularlo, sino como huellas de lo que había”.
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