Reducir el plástico de un solo uso o de corta vida útil en casa es una tarea ardua, pero posible. Conocé las historias de dos proyectos que te pueden ayudar a reemplazar objetos de uso diario.
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Aunque el plástico no es un material inherentemente “malo”, nuestro uso de él se volvió problemático y es una de las mayores causas de la crisis global de contaminación. Desde la década de 1970 su producción creció más rápido que la de cualquier otro material: hoy se producen 400 millones de toneladas de plástico por año; 36% está destinado a envases, incluidos los de un solo uso, de los cuales alrededor del 85% no se clasifica y termina en la basura (datos de UNEP). Uno de los mayores impactos de los residuos plásticos no reciclados ni desechados correctamente es la contaminación plástica del océano.
Meraki
Pioneros en la introducción del cepillo de dientes de bambú en Argentina en 2016, Meraki tuvo tal crecimiento que se expandió más allá de los comercios especializados y se encuentra en góndolas de los principales supermercados y farmacias. Su historia comenzó cuando Francisco Mirabelli, aficionado al surf, notó la presencia creciente del plástico en el océano y en la playa. Mientras estudiaba Ciencias Ambientales conoció los cepillos de dientes de bambú a través de su hermano, que vivía en Australia. Empezó a traer algunos y le fue tan bien que conformó la empresa con Miguel Mirabella, Santiago Fontan y Marcos Aliaga.
“El cepillo de dientes de bambú es un buen producto porque cumple la misma función, se ve de la misma manera y tiene buen precio: las características que requiere un sustituto para sobresalir. Para nosotros, fue un primer paso que nos dio la oportunidad de crear y ofrecer más cosas”, cuenta Aliaga. El año pasado alcanzaron un punto de market share, un logro para una empresa de este tamaño frente a las grandes marcas del segmento. Venden alrededor de 600.000 cepillos en todo el país y en Uruguay.
Meraki estima que con sus productos se reemplazaron más de 100.000 kilos de plástico entre 2021 y 2023; evitando que esa cantidad del material ingrese al sistema de residuos o termine contaminando áreas naturales.
Introdujeron hisopos de bambú, hilo dental a base de almidón de maíz y crearon formulaciones propias como Bits: una pasta dental en pastillas (cada pastilla equivale a un lavado). Es circular porque se adquiere un frasquito de vidrio y, cuando se termina, se recarga con un sobre que es compostable. También desarrollaron una pasta dental en tubo de aluminio (material con mayor posibilidad de reciclaje) y una línea de shampoo y acondicionador sólido, además de sumar accesorios de madera.
“Uno de los desafíos más grandes de la sustentabilidad era la disponibilidad y la accesibilidad: la diferencia entre lo quiero y lo tengo. Hoy esas barreras están empezando a bajar, podés ir a cualquier supermercado y vas a encontrar un cepillo de dientes de bambú o pastas dentales con ingredientes de origen natural o envases de menor impacto. Cuesta competir en términos de precios, naturalmente los volúmenes que manejamos son inferiores a los de los productos tradicionales, pero la tendencia muestra que estamos creciendo”, agrega Aliaga.
“Ahí también aparece el desafío de cómo hacer para que el producto de menor impacto ambiental tenga la menor cantidad de fricciones con el consumidor final y termine siendo una opción válida. Ser sustentable solo ya no basta, si vendemos un champú tiene que ofrecer hidratación, nutrición. El público ‘sustentable’ ya está abarcado, tenemos que hacer que nuevas personas entren a este juego”, dice.
Meraki es miembro de One percent for the planet, iniciativa creada por el empresario norteamericano Yvon Chouinard (fundador de Patagonia), que propone donar 1% de los ingresos a causas ambientales. Ese dinero es destinado a organizaciones como Eco House y Banco de Bosques para programas de educación ambiental y conservación, respectivamente. En Uruguay, colaboran con Karumbé, una organización que salva tortugas.
Orbol
La familia de Claudia Ortiz tiene una larga tradición en la producción de cepillos: su padre empezó en el oficio a los 14 años y tuvo una pequeña fábrica que producía para grandes marcas, pero con materiales plásticos (que fueron reemplazando a los naturales en esa industria). Ella empezó a trabajar con su padre de grande, y se enamoró de las técnicas artesanales que fue aprendiendo.
Cuando heredó la fábrica, junto con su pareja, Richard Bollo, le dio un giro hacia la sostenibilidad arrancando prácticamente de cero con una nueva marca: Orbol. Tienen, además, una línea vegana de cepillos para las uñas y pequeñas escobillas multiuso para lavado de verduras y superficies fabricados con pita (derivada de la planta de agave), guinea (fibra vegetal nacional) y palmyra (planta brasileña).
Hoy, Orbol produce alrededor de 1000 productos por mes, entre cepillos de baño, brochas, pequeños cepillos multiuso y escobillones. Además de vender online, tienen venta mayorista a comercios y un showroom en el Palacio Barolo.
“Si se saben cuidar, nuestros cepillos duran toda la vida”, afirma Claudia Ortiz en relación a una de las características más importantes de los productos sustentables.
Desplastificar
La ONG Unplastify acuñó el término “desplastificar”, la que definen como acción progresiva de minimizar el uso de plásticos descartables de manera sistémica a través del rediseño de hábitos, operaciones y normas.
“La relación humana con el plástico está fuera de control. El problema no es el material, sino su uso y abuso. El reciclaje no es la solución, la clave está en la prevención”, dicen.
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