Diseñadora, asesora de imagen y experta en colorimetría, Carolina Aubele le aplicó a su nuevo espacio su fórmula probada: pocos colores para integrar su eclecticismo innato, curaduría de muebles vintage y diseño simple.
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“Apenas puse un pie en el hall, supe que estaba bien comprarla: fue como una intuición”, recuerda Carolina Aubele sobre lo que sintió aquel día de marzo de 2022, cuando visitó por primera vez la que sería su casa. Por aquellos días, la casona de 1923 (que funcionaba como showroom de alta costura) la conquistó por la nobleza de su construcción muy bien mantenida. “Los pisos de pino tea, los techos con boiserie, las aberturas de cedro, las molduras y los vitraux estaban muy bien conservados”, dice Carolina, acostumbrada por naturaleza y profesión a poner el ojo en los detalles que hacen la diferencia.
Con un gusto particular por recuperar casas antiguas, Aubele llevó adelante la obra con el objetivo innegociable de revalorizar cada pieza original. “Es muy importante trabajar con gente que pueda interpretar lo que está restaurando. Esta es una casa muy especial, se siente la historia”. Aunque su experiencia con el color pudiera sugerir lo contrario, Carolina convivió con las paredes en blanco durante un año, observando y registrando el recorrido de la luz por cada ambiente para definir el estilo. Optó por una fórmula “bien Aubele”: pocos colores que integran su eclecticismo natural, curaduría de muebles vintage y diseño simple para dejarle el protagonismo a la señora casa.
“Al igual que con el estilo personal, es importante detenerse a pensar cómo sería un hogar que nos contenga, cómo queremos relacionarnos con lo táctil, qué nos hace sentir en armonía. A mí me gusta que la casa me abrace con sus texturas, colores y aromas”.
Una paleta neutra crea un juego equilibrado con la escalera de madera. “Como la vista se desliza todo el tiempo a través de las puertas con vitraux, no me resultaba armónico pensar el color por separado”.
“Prioricé mantener las texturas y ver cómo la luz cambia a lo largo del día sobre una paleta de distintos tonos de blanco, madera y gris”.
La pieza justa
“Los muebles de mi casa anterior no funcionaban acá. Necesitaba líneas curvas en diseños consistentes para equilibrar los detalles extravagantes de la casa. Encontrar esa pieza justa lleva tiempo, pero es una búsqueda que disfruto muchísimo”, comparte Carolina. “Me atrae el paso del tiempo en el mueble; es como contar una historia. No es solo la elección de la pieza, sino cómo el uso transcurrió entre su tiempo original y el actual. Y ahí tenés un objeto único”.
El art déco se fusiona con diseños clásicos “un poco Bauhaus” y algunos toques de los 90, como la mesa de acrílico que deja ver los pisos originales, “una obra de arte”, en palabras de su dueña. Sillones restaurados y retapizados con buclé. Contra la pared, un espejo a medida, una foto enmarcada de David Bowie (Henri’s Gallery) y retratos en blanco y negro de amigos fotógrafos.
El mueble en raíz de nogal es otro hallazgo art déco, aunque llegó acá por error: era para otro ambiente. “Pensé que era chiquito. Tiene cierto humor, parece una radio fuera de escala”.
Adorado espacio de trabajo
“El escritorio es mi lugar preferido, un espacio de trabajo puertas adentro para crear, diseñar y escribir. Me puedo pasar días enteros acá, inspirada por todas las cosas que me gustan y atesoro”, dice la diseñadora.
Bajo estas líneas, una mesa de corte de cien años que le compró a un sastre hace dos décadas. “Fue como salvar algo”, dice Aubele, recordando el momento.
Primer piso
“En el hall de la planta alta convergen todos los dormitorios. Mi hijo y yo somos muy cinéfilos y decidimos crear un espacio para la tele relajado, familiar y con un toque de humor”. A ello aportan las lámparas colgantes ‘Monkey’ de Marcantonio Raimondi Malerba para Seletti que trajo de Miami y, al pie del grupo de macetas, un Arturito que da fe de su pasión por la saga Star Wars.
Para su dormitorio, Carolina optó por texturas opacas, linos y algodones en blancos y tiza para mantenerlo simple. “Mi cuadro YES me acompaña desde hace quince años, no importa cuál sea la cama que tenga o a dónde me mude. Me mantiene positiva y me anima a correr riesgos”.
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