Gracias a esmeradas reformas, estos departamentos preservan la diversidad arquitectónica de la ciudad e inspiran con una calidad constructiva que perdura en el tiempo.
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“El patrimonio urbano nos interpela y nos pertenece. Pasado, presente y futuro reúnen pertenencia e identidad”, dice en su sitio la arquitecta Natalia Kerbabian, autora del proyecto Ilustro para no Olvidar.
Algunos de esos relatos y memorias se están perdiendo frente a la transformación de las ciudades, pero otros perduran gracias a personas que encuentran valor en construcciones añejas y profesionales de la arquitectura que acompañan con esmero los rescates. Aquí, cinco casos inspiradores del archivo de Living, con links para que puedan ver las notas completas.
Vitrales artesanales
“Esta arquitectura guarda la historia de la ciudad y eso a mí me motivaba especialmente”, dice la diseñadora textil Carolina Yáñez sobre su búsqueda de vivir en una construcción antigua.
Al volver a Argentina después de girar por Estados Unidos, México e Inglaterra, ancló en este departamento de la década de 1920 y restauró pisos, molduras y aberturas. Aunque son admirables los revestimientos de roble de Eslavonia y el clásico damero que acompaña la entrada, son los vitrales los que se llevan todas las miradas, y que convencieron a la dueña de casa de instalarse allí.
Escala de otro tiempo
La diseñadora Rocío Araujo, creadora de Paraná Muebles, recicló el último piso del antiguo Hotel París, edificio emblemático del centro porteño. Aquí se siente la impronta patrimonial desde la entrada, con una puerta robusta y una dramática escalera de mármol que conduce a la mansarda.
En el radiante ambiente principal de este departamento, que antes funcionaba como oficina, el mayor gesto fue eliminar tabiques para aprovechar la luz natural y apreciar con perspectiva el efecto de la mansarda, que enmarca los ventanales con arcadas de muros en diagonal.
Calidad y carácter
A Lucas Alves Da Silva le fascinan los edificios con historia, calidad y carácter. Junto con sus padres, compró este departamento que funcionaba como oficina en el icónico edificio La Unión. Construido en 1933, fue proyectado por los arquitectos Héctor Calvo, Arnoldo Jacobs y Rafael Giménez, los mismo que diseñaron la sede principal del Automóvil Club Argentino sobre Av. del Libertador. Es una de las joyas de Diagonal Norte.
La principal intervención en la reforma fue lograr una cocina funcional e integrada; luego se aprovecharon detalles de calidad como los muebles empotrados con motivos art déco que hoy se encuentran en el dormitorio (a los que se les lijó el lustre oscuro); y los revestimientos graníticos del baño, que se preservó en su estado original.
“Quise conservar el baño lo más auténtico posible, aunque fuera oscuro. Nada de tapar el granito con pintura blanca”.
Ventanas esculturales y vistas imposibles
Una tripulante de cabina vio una oportunidad en esta propiedad de avenida Santa Fe y 9 de Julio, que estaba bastante deteriorada pero que pudo rescatar con la asistencia del diseñador de interiores Rob Ortiz. En este ambiente, encandila uno de los ventanales originales con vitral, que recuerda la historia de la vivienda y genera un contrapunto con la ambientación contemporánea.
Imposible no hablar, además, de las vistas despejadas a pleno centro porteño.
Foco en los espacios comunes
El francés Clément Le Coz encontró un espacio de trabajo en este edificio de 1905 en 2018, y desde entonces quiso vivir allí. Esta tipología se conoce como “vivienda de corredor”, ya que las unidades dan a un pasillo exterior y a un patio central. En 2021 accedió a una unidad junto con su pareja, Justina Socas, y la actualizaron volviendo a las bases: quitaron el cielo raso para ganar 40 centímetros de altura y techo de bóveda, y proyectaron un sistema de muebles de guardado a medida.
“Este departamento es una caja blanca, alta y luminosa que no quisimos interrumpir con nada. Dejamos las paredes despejadas para potenciar el efecto”, dijeron en la nota. La única división que quedó es una puerta corrediza espejada que delimita el dormitorio.
Una joya escondida
Este edificio de líneas afrancesadas e italianizantes fue proyectado por Arturo Prins, autor de la catedral neogótica que hoy es sede de la Facultad de Ingeniería de la UBA, sobre avenida Las Heras, Buenos Aires. Desterrando el mito de que los arquitectos prefieren obras modernas, la arquitecta Amy Martelli, socia fundadora de Estudio Trama, eligió reformar una de sus unidades.
La arquitectura clásica del departamento ganó personalidad con el contraste de los muebles contemporáneos. Para dar luz a los ambientes, se pintó todo de blanco y se agregó una claraboya que trae el sol de la terraza.
Nuevos guardianes de un edificio amado
Este departamento de la década de 1940 en Montserrat había sido testigo de la vida de una mujer que estuvo allí desde su nacimiento hasta los 80 años; y la pareja que lo recibió -en excelentes condiciones- entendió su valor.
La premisa de la reforma, a cargo del estudio Mazzinghi-Sánchez, fue lograr una planta funcional y moderna manteniendo la estructura general de la casa y ese estilo romántico, detallista y elegante de los años 40.
Atmósfera envolvente
Este departamento ubicado en un edificio de Barrio Norte declarado patrimonio histórico tenía un gran potencial en sus aberturas y pisos de madera originales, techos de 3,50m, molduras y balcón francés. Y su atmósfera de ‘casa antigua’ envolvió a Danisa Caramuto y su marido, Lisandro Pereyra, no bien entraron. La arquitecta Cecilia Gómez Abuin, amiga de la familia, fundadora de Monoestudio y responsable del proyecto de reforma, dio el visto bueno y ayudó a convertirlo en hogar.
Tirando abajo una pared que dividía el comedor y el living, se logró un ambiente amplio que permite de entrada disfrutar de los fantásticos ventanales que forman un semi círculo.
Perspectivas y dimensiones
La fotógrafa Paula Vara y su marido habían visto unos veinte departamentos cuando visitaron este, y apenas entraron entendieron que habían encontrado su casa. La construcción, de 1908, es obra de los arquitectos Togneri y Fitte y por su encanto prevaleció ante las opciones de cajas blancas con amenities que ofrecían edificios nuevos.
Parquet dorado, molduras elaboradas, vitrales y hasta una chimenea de bronce del 1900: algunas de las joyas de esta construcción que se actualizó sin alterar su esencia.
Habitar el Pasaje Rivarola
Aunos pasos del Palacio Barolo, entre Bartolomé Mitre y Teniente General Juan Domingo Perón, hay una callecita con ocho edificios construidos en espejo. Se trata del pasaje Dr. Rodolfo Rivarola, proyectado por Petersen, Thiele y Cruz entre 1924 y 1926. En uno de los edificios, Mariela Ivanier tiene su hogar y su vasta colección de arte.
Las fachadas y los halls se conservan originales, mientras los departamentos fueron mutando al gusto de cada propietario. El de Ivanier mantiene su esencia original con pisos, ventanas y puertas de roble.
Oda a la diversidad
La valorización del patrimonio tiene un vínculo directo con preservar la identidad de nuestras ciudades o, al menos, con no rendirse a la homogeneización. La escritora Sarah Schulman, autora del libro “La gentrificación de la mente”, dice que es justamente la celebración de la diversidad en todos los ámbitos lo que crea terreno fértil para la creatividad en las ciudades:
“La gentrificación es un proceso de reemplazo que produce homogeneización, y su opuesto es la diferencia. Lo que hace genial a la vida urbana es cuando las ciudades tienen diferencia; esto es lo que produce nuevas ideas para el mundo”
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