La casa familiar que proyectaron la arquitecta Carla Falco y su marido, el constructor Martín Urruspuru, es una síntesis de su estilo austero y racionalista. También, una muestra de la sabiduría de ambos para interpretar las señales del destino.
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“Trabajamos durante un año y medio en un proyecto pensado para otro lote, pero se atrasó la entrega y, cuando vendimos nuestra casa, empezamos a buscar otro barrio. Así apareció este terreno, que señamos el mismo día en que lo visitamos. Nos encantó por los árboles: nueve magnolias, un ginkgo, una línea de jacarandás sobre la calle, y la particularidad de tener vecinos en un solo lateral. Cuando nos casamos, vivimos varios años en Sirmione, sobre el lago Garda, en un lugar con muchas magnolias, y a Carla siempre le quedó la idea de tenerlas en un jardín nuestro. Fue una señal”. Quien comienza a contar la historia de esta casa ubicada a pasos de la ribera del río Luján y del Delta es Martín Urruspuru, experimentado constructor. Junto con su mujer, la arquitecta Carla Falco, lideran el prolífico Estudio Falco Arquitectos, fundado por el padre de ella en 1986, y por supuesto plasmaron su visión de la arquitectura en la vivienda familiar.
Tan rápida como la decisión de compra fue el diseño del proyecto, que realizaron en solo un mes. En la planta baja se desarrollan dos áreas independientes: la social y el sector de los dormitorios de los tres hijos (dos mujeres y un varón). El nivel superior se destinó exclusivamente a la suite principal. La ambientación sencilla, pensada para el disfrute, se organizó con muebles de autor y otros de factura propia. Sin dudar, optaron por el estilo que los identifica: un racionalismo de líneas netas que se amplifica sobre el blanco puro y atemporal. Señas de identidad de un modernismo adaptado al siglo XXI.
"Trabajamos con la premisa de que, a través de las dimensiones y de las escalas de las aberturas, se fueran definiendo los límites y las integraciones de la casa"
Arq. Carla Falco, , socia del Estudio Falco Arquitectos y dueña de casa
El hogar tiene la altura justa para sentarse en el sillón a contemplar el fuego. Un gran espectáculo, y sin pantallas.
Hoja en blanco
Minimalista al extremo, en la cocina los muebles se desdibujan. Techos de hormigón, pisos de granito y una campana de acero se acompañan con una isla que se llevó a un tono gris perla. La lámpara y banquetas en madera natural suman calidez.
Cada detalle de la cocina fue pensado para potenciar la luz, generar recorridos fluidos y contribuir con la sensación de amplitud.
Honrar la tierra
Entendiendo que los árboles eran los que daban gran parte de su valor al lugar, el diseño de la casa y el paisajismo se hizo en torno a la arboleda preexistente. Así, en la galería se mantuvo una magnolia a la que se abrió una claraboya en el techo para que pudiera seguir creciendo.
La galería se proyectó sobre una platea que la despega del suelo. La pared que la respalda no llega al cielo raso ni la cierra completamente, además de que tiene una perforación que reitera las dimensiones de la parrilla.
Para el diseño del jardín, se convocó a la paisajista Teresa Garat, quien tuvo libertad total para proyectar un paisajismo con plantas nativas. “Los jardines con césped necesitan mucha agua para lucir verdes. El nuestro es silvestre, con el pasto indispensable”, describe Martín.
“En un lote curvo y de forma irregular, planteamos una L que se abre hacia el norte y eso nos permitió enmarcar el jardín con su arboleda preexistente. Queríamos tener una casa extendida, que pisara más la tierra”, detalla Carla.
“En un principio pensamos con la paisajista en una pileta tipo riñón, pero implicaba talar árboles. Tampoco nos convencía una rectangular”, explica el dueño de casa. En esa búsqueda fue que surgió la propuesta circular: “Me gustó enseguida: viví en el campo, con tanque australiano, y me trae lindos recuerdos”, evoca.
Casa de familia
Nadie entiende mejor la dinámica de una familia que sus propios integrantes, de ahí que la casa proyectada por el matrimonio responda perfecto a la necesidad de su familia. La primera decisión a medida fue la de hacer los cuartos de sus hijos en la planta baja y reservar la plata alta para su dormitorio y terraza.
El dormitorio de Ramón, de 11 años, tiene un aire más lúdico y colorido que los de sus hermanas, que prefirieron tonos neutros.
“El placard de las chicas está en un pasillo extenso, fuera de sus dormitorios. Así, se mantiene todo más ordenado y pudimos darles más espacio a los cuartos”, explican. Padres de adolescentes, los dos saben que a veces es mejor ser pragmático: otra de las medidas en esa línea fue hacer dos cuartos separados que comparten baño.
La planta alta está dedicada a la pareja. La suite se abre hacia una terraza con piso cubierto de piedras, ideal para la contemplación.
La estructura ubicada detrás de la cama, realizada en roble natural, funciona como respaldo sobre la pared entelada en panamá gris, un recurso que asegura mejor acústica y calidez.
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