Entre la máxima sofisticación y el súmmum de la simpleza, esta casa es el resultado de una búsqueda estética que florece tomando riesgos.
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“Los proyectos en los que participo no son de esos que enamoran al 100% del público”, dice la arquitecta Karina Kreth frente a la obra que hizo en colaboración con el estudio ArquitecturaM, de María Medina. “Me parece interesante que sean únicos, y creo que está bien que alguien se enamore y otro diga ‘yo acá no viviría nunca’”, continúa Kreth, buscando definir aquello con lo que se siente más identificada de esta casa de fin de semana que contó con su visión conceptual y proyectual en todas las instancias.
Los propietarios son una pareja con un hijo adolescente y mellizos de 7 años. Querían un espacio abierto con diferentes situaciones para compartir y desprenderse de la rutina que domina del lunes al viernes; la respuesta del diseño fue esta construcción despejada con un planteo de rotunda elegancia y evidente comodidad. El resultado, por supuesto, fue exitoso, y el enamoramiento, instantáneo en el 99% de los casos.
"Acá hay decisiones de diseño que toman el riesgo que no gustarle a todo el mundo, y es ahí donde me siento representada."
Arq. Karina Kreth
La forma de luz como eje
Karina Kreth decidió enmarcar en petiribí macizo el ventanal para enfatizar el eje central y dirigir la vista desde la entrada principal.
El diseño de iluminación de todo el proyecto se hizo en colaboración con Arturo Peruzzotti.
El piso de cemento alisado sube al muro generando un atractivo efecto de monocromía.
El jardín, ahí nomás
La mesa tiene extremos que pueden separarse para llevar una sección al jardín, o bien reunirlas todas para un asado multitudinario.
Los jardines fueron diseñados por el estudio de la paisajista Valeria Hermida aprovechando la ubicación privilegiada del lote frente al campo de golf. “Lo que hicimos fue extender esa inmensidad a la casa con árboles que acompañen su altura y texturas de pastos silvestres que acentúen sus líneas”, explica.
Juego en la cocina
Un caño rojo, una silla verde... Irrupciones sutiles de la arquitectura interior le dan carácter a cada ambiente en un entorno general signado por la premisa de un “equilibrio desequilibrado”. Por ejemplo, los apersores pintados en el color de los bomberos que se cruzan con los rieles de iluminación.
La isla se prolonga en una mesa de comedor diario que acompañan sillas danesas, y cuyo recorte se ve desde el playroom.
Las obras sobre la pared (de izquierda a derecha): Catalina León; Elena Dahn; Lu Garabello; ‘Desarme’, en hierro y madera, de Javier Soria Vázquez; tres tintas sobre papel de Santiago García Sáenz; Leila Tschopp y Ana Braconi (curaduría de arte encolaboración con Liga Buenos Aires).
Microclima
Con diferentes situaciones dentro de un mismo espacio, la suite plantea un microclima cuya impronta está definida por el horizonte verde que ofrece el campo de golf.
Un aire de los 60 flota en este espacio para el que se eligieron luminarias como las colgantes ‘Crescent’ (Lee Broom) y la clásica ‘Snoopy’ (Flos) sobre el módulo hecho en petiribí, igual que el escritorio con detalles en chapa (ambos de Estudio Karina Kreth).
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